El pasado 22 de diciembre Carmen Ninet, diputada de Cortes Valencianas, miembro
de UGT, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas de la Comunidad
Valenciana (busca tú un acrónimo vendible a esta denominación) y, según se
define a sí misma, progresista y feminista, llamó a la presentadora de TVE Ana María Roy “rubia pepera
en busca de neurona” porque no retransmitía la lotería de navidad con soltura
Con dicho tweet se unió al club de los ToniCantós o políticos con ingenio cuestionable, dedos nerviosos y exceso de tecnología al alcance. De hecho creo que a sus miembros les dan una chaqueta con el escudo detrás y su nombre bordado en el pecho. De hecho he oído que su lema es Twitter Misfits, algo así como Los Incomprendidos de Twitter.
Como cierre Carmen Ninet añadió un “Aggggggggggg” al final del tweet. Doce caracteres que implica que es capaz de concretar mucho sus opiniones al no llegar a los 140 de máximo que tienen la red social. Concreta y asidua lectora del Qué Me Dices, claro.
Con dicho tweet se unió al club de los ToniCantós o políticos con ingenio cuestionable, dedos nerviosos y exceso de tecnología al alcance. De hecho creo que a sus miembros les dan una chaqueta con el escudo detrás y su nombre bordado en el pecho. De hecho he oído que su lema es Twitter Misfits, algo así como Los Incomprendidos de Twitter.
Como cierre Carmen Ninet añadió un “Aggggggggggg” al final del tweet. Doce caracteres que implica que es capaz de concretar mucho sus opiniones al no llegar a los 140 de máximo que tienen la red social. Concreta y asidua lectora del Qué Me Dices, claro.
A la
diputada Ninet le tacharon de machista en respuesta a su tweet y ella
argumentó que ver machismo en sus palabras era “triste”. Yo creo que no. Triste
es lo que hace ella cuestionando a una periodista a través de su condición de
mujer (“rubia en busca de neurona”) y de su, por confirmar, opinión política.
La primera es como si una persona pasada de peso se metiera con alguien obeso escudándose en el hecho de que al serlo él mismo, tiene legitimidad. Y no, no se tiene legitimidad para dañar y menos gratuitamente.
La primera es como si una persona pasada de peso se metiera con alguien obeso escudándose en el hecho de que al serlo él mismo, tiene legitimidad. Y no, no se tiene legitimidad para dañar y menos gratuitamente.
E igual
de ilegítimo es buscar el daño a través de la convicción política. No creo que
haya mucha gente en España que, como la diputada Ninet, se salve de haber buscado
el agravio a través de la ideología política. Desde el consabido fascista que se oye empezando por los cercanos a ETA (paradójico) al
mencionado pepero, el vulgar sociata y hasta el generalista rojo.
Lo de fascista es especialmente interesante porque es la forma “cultista” de entrar a por alguien de convicción conservadora. Y es insultante porque busca identificar a alguien como Rajoy, Cameron o Merkel con los movimientos totalitarios de la primera mitad del siglo XX y de estos la Canciller Merkel sabe bastante.
Pero rojo no es igual de agresivo aun teniendo el mismo origen temporal, totalitario e, incluso sanguinario. Recordemos que Lenin llegó al poder en Rusia en 1917 a través de una revolución que, entre otros, acabó con la vida de los Romanov en Ekateringburg y que su sucesor Stalin ordenó terminar con la vida de todo el que fuera una interferencia en su camino: 2,9 millones según las cifras oficiales soviéticas y 9 millones según las investigaciones tras la desaparición de la URSS. Toda una marca de la infamia en desquiciada competición con la Shoa de Hitler, pero esta vez en nombre de una bandera roja y del socialismo en vez de una cuestión de raza. Y esto por no hablar de Pol Pot y sus jemeres rojos, Ceaucescu, Castro… Y el bando contrario, aparte del mentado Adolf, no se queda corto con elementos como Stroessner, Videla o Pinochet.
Lo de fascista es especialmente interesante porque es la forma “cultista” de entrar a por alguien de convicción conservadora. Y es insultante porque busca identificar a alguien como Rajoy, Cameron o Merkel con los movimientos totalitarios de la primera mitad del siglo XX y de estos la Canciller Merkel sabe bastante.
Pero rojo no es igual de agresivo aun teniendo el mismo origen temporal, totalitario e, incluso sanguinario. Recordemos que Lenin llegó al poder en Rusia en 1917 a través de una revolución que, entre otros, acabó con la vida de los Romanov en Ekateringburg y que su sucesor Stalin ordenó terminar con la vida de todo el que fuera una interferencia en su camino: 2,9 millones según las cifras oficiales soviéticas y 9 millones según las investigaciones tras la desaparición de la URSS. Toda una marca de la infamia en desquiciada competición con la Shoa de Hitler, pero esta vez en nombre de una bandera roja y del socialismo en vez de una cuestión de raza. Y esto por no hablar de Pol Pot y sus jemeres rojos, Ceaucescu, Castro… Y el bando contrario, aparte del mentado Adolf, no se queda corto con elementos como Stroessner, Videla o Pinochet.
El caso
es que con tan funesta lista los términos socialista y comunista han salido
mejor parados que sus opuestos. Al menos ningún político conservador se lanza
hoy al ruedo nombrando alguno como un agravio. Es más, de hacerlo, le caerían
más bofetadas que las que le han caído a la diputada Ninet, a Cantó y a todos
los miembros de su club juntos.
Si vivimos en una democracia y para ello es necesario que haya partidos políticos, ¿qué necesidad hay de insultar a las convicciones de cada uno siempre y cuando participen del ruedo parlamentario? Por no hablar de la condición hombre-mujer.