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jueves, 14 de febrero de 2013

Comunicaciones Vaticanas

Intentemos hacer un ejercicio de abstracción de convencimientos políticos y religiosos o, más concretamente en este caso, creencias y en el orden contrario.


El catolicismo, como los cristianos ortodoxos, anglicanos o los budistas tibetanos tienen una figura central que dirige el camino espiritual y moral de sus feligreses. Luteranos, Calvinistas o judíos, en el modelo opuesto, se mueven en pequeñas congregaciones y alrededor de los templos.

El pasado martes Benedicto XVI, Ratzinger o el Papa, según el lector tenga costumbre de referirse a él, dejó el puesto de cabeza y guía de la Iglesia Católica. Ayer, día 13 de febrero, dos días después de anunciar su renuncia (no "dimisión", que estamos tan ansiosos en España de oír esa palabra que lo mismo, en breve, llamaremos así a las jubilaciones), hizo aparición pública al oficiar la misa del miércoles de ceniza y horas antes la audiencia habitual de los miércoles en el Vaticano. Pues bien, la eucaristía tuvo que ser desplazada de su ubicación habitual a la Basílica de San Pedro por la masiva afluencia de fieles. Y la audiencia tan poblada como cada miércoles y en un tono más jovial que, logicamente, la ceremonia en San Pedro.

Y vuelvo a insistir. No quiero entrar en temas de creencias, fe o morales. Simplemente me resulta enormemente atractivo ver cómo, al igual que cuando un Papa muere o, en este caso, renuncia, poco más de medio kilómetro cuadrado se paraliza. Cuando asesinaron a Kennedy, Johnson juró el cargo en un avión tras declararse al Presidente muerto. Cuando Jorge VI murió en 1952 ese mismo día su hija Isabel asumía el trono del Reino Unido. En el Vaticano se tarda semanas, en ocasiones años, en ocupar la Silla de Pedro. De igual manera el Vaticano no hace declaraciones hasta no hacer declaraciones y, aún así, los fieles acuden masivamente a cualquier comunicado o aparición.

Los que fueron entrevistados en Roma ayer se manifestaban de acuerdo con la renuncia y en absoluto le perciben como un líder derrotado, sino como un hombre que ha cumplido con su deber y tiene la determinación de retirarse por encima de cualquier opinión o tradición. Es cierto que cada palabra que dice el Papa está estudiada, pensada, medida y escrita. Es cierto que se mueve con declaraciones y no acepta preguntas en ruedas de prensa y si concede entrevistas, éstas están cerradas con anterioridad. No se siente impelido a hacer declaraciones y parece que el tiempo siempre juega a su favor. Todo esto le da ventaja sobre cualquier otra figura política al paliar la incertidumbre, pero, aún así, a cualquier otra figura política le debe fascinar el magnetismo, el respeto y la devoción que el heredero de Pedro tiene entre la gran mayoría de sus seguidores. Y de igual forma el manejo del tiempo, la comunicación y las situaciones que el Vaticano demuestra incluso ante graves crisis.



A lo mejor es un privilegio o simplemente una situación que gestiona excepcionalmente bien los tiempos y las expectativas.

1 comentario:

Napo dijo...

La intemporalidad de la Misión justifica todo eso.