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miércoles, 30 de junio de 2010

decisión



Hoy les escribo desde la más profunda de mis incertidumbres ya que el domingo mi Mac quedó en coma sin motivo aparente y a fecha de hoy anda en la UVI. Me lo devolverán en tres días y no se pueden hacer una idea de lo que estoy aprendiendo acerca de cómo sobrellevar una situación como esta y superarla con el mejor ánimo. Después de esta frivolidad (aunque aprecio mucho a ese ordenador) les diré que no puedo mirar en los archivos que tengo de escritos en la Zodiac y decirles si les he hablado de Malcolm Gladwell o no. Pongámonos en que no, así que les cuento que Gladwell es un escritor inglés de nacimiento, de padre británico y madre jamaicana y que escribe para el NewYorker, además de sus propios libros. Tanto me gusta Gladwell que, buscando por internet, un día encontré una conferencia que había dado en el TED acerca de Howard Moskowitz. Gladwell, en sus escritos, nos habla de profesionales, no necesariamente famosos ni célebres, que descubren tendencias en el comportamiento social y psicológico y que a partir de ellas desarrollan una labor profesional normalmente bastante exitosa. En cualquier caso, cuando no lo es, se encarga muy bien de explicarnos qué ocurrió para que algo, sobre el papel llamado a la gloria, se diera un batacazo ciertamente sonoro.
Sus ensayos han pasado de tener títulos muy concretos y certeros en inglés a tener lamentables traducciones en castellano que los acercan más a libros de autoayuda, pero no se asusten y cómprenlos que su contenido merece realmente la pena porque les dejará con la sensación de "algo sospechaba yo de este tema, pero no hubiera dicho que realmente era así". En uno de ellos, "Blink" habla de cuando menos es más y pone como ejemplo un hospital, en el que la diagnosis en urgencias se llegó a tabular tras meses de análisis de datos. Por supuesto lo realizó un médico muy comprometido con su profesión y su cargo bajo unas circunstancias que no eran precisamente las de la clínica Mayo. A grandes rasgos este médico se dio cuenta de que la diagnosis llevaba demasiado tiempo y que ante dos afecciones similares no era rara la ocasión en que un paciente quedaba ingresado y otro se iba a su casa con un par de aspirinas. Pues lo dicho, juntó datos, analizó estadísticas y elaboró un árbol de decisión que resultó bastante efectivo. A esto es lo que Gladwell llama en su libro "cuando menos es más". En el mismo libro nos habla de un general de Marines, Van Ripper, que desarrolló la capacidad de tomas decisiones tácticas con poca información, pero la mayoría de las ocasiones de manera acertada. Detesto los absolutos, por eso procuro evitar términos como "siempre" o "todas", pero he de reconocer que no parece que Van Ripper se equivocara mucho al mando de sus tropas


Ahora miren dentro de sus labores profesionales. O miren alrededor suyo, en las noticias, en la calle... incluso en su vida social y evalúen, ¿Cuánto se tarda en tomar una decisión... si finalmente se toma? Pasamos meses, años, y no es una exageración, enfrentándonos a situaciones similares y a decisiones parejas e incesantemente acudimos a informes, presentaciones, resúmenes... que lo único que nos hace es justificar no hacer nada. Se quedan ahí y explicamos que su elaboración ha llevado tanto tiempo que lo único a lo que nos podemos ajustar en ese momento es, ya, a una política de hechos consumados marcada, precisamente, por la ausencia de tiempo. "Time's the killer" que decían los generales británicos. Time's the killer, sí, pero suando las tropas sostienen una posición sin apenas provisiones, lo que nos obliga a decidir de manera rápida y, por el bien de los nuestros, acertadamente. Menos es más si te has parado a analizar de qué va a lo que te dedicas, descubres sus pautas y qué cambios menores no afectan a decisiones cotidianas y qué cambios sutiles avanzan nuevas tendencias ante las que hay que realizar algún que otro esfuerzo de adaptación. Ni hablar de situaciones novedosas y complejas, pero esas suelen ser las menos, porque al final la evolución lleva mucho tiempo o, al menos, es un proceso con una primera derivada (que no tiene cambios bruscos de dirección, digo). El ejemplo que más me gusta poner en este sentido es el de los barcos de alta competición como la Copa América. Si leen las entrevistas a los ingenieros siempre hablan de que el barco, lo más normal, es que se parta por la mitad y se vaya al fondo del mar, porque llevan la estructura al límite. Una raja en el casco, una vela rasgada, un mástil partido o la orza en el fondo del mar es lo que permite al ingeniero avanzar y estudiar una manera de hacer el barco más competitivo. Por eso el fallar o el no acertar no debemos tomarlo como algo traumático, sino asumir que se falla y procurar, simplemente, tener un plan para amortiguar. En definitiva, debemos saber cuáles son nuestras operaciones y cómo tenerlas bien afinadas, algo que he admirado desde que tuve la oportunidad de ir a El Bulli de Soler y Adriá (quiénes han demostrado que saben también tomar decisiones de cambio de rumbo).

martes, 29 de junio de 2010

Pensamiento único (texto de Juante)

Hay quien le llama "pensamiento débil", quizás una etiqueta más apropiada a lo que no es más que ese bobalicón "pensamiento único", con el que convivimos actualmente desde el desayuno a la cena, como si fuera la única atadura destinada por los padres de la patria a dar sentido a nuestra atribulada existencia, tan llena de tributaciones.
Para tributo, el que rendimos incondicionalmente en los dos frentes que venimos repasando en nuestro remanso de paz que es esta zodiac. Por un lado, el Sistema Educativo, con todos sus vericuetos y meandros homologados encarrilados a hacer tabla rasa del derecho a la libertad de cátedra. Derecho cada vez más conculcado en la práctica, siempre sometida al ojo vigilante de una administración política intervencionista y succionadora de la voluntad ciudadana.
Por otro lado, la imagen que se ofrece desde los Medios de Comunicación también se orienta desaforadamente al aplastamiento y pisoteo desvergonzados de las apetencias éticas y estéticas de los usuarios. El pasado domingo remataban un telediario de TVE con un reportaje sobre un tal Jordi Skywalker, presentándolo como uno de nuestros principales adalides musicales, un baluarte de la cultura española del momento. Aparecía el fulano en un descampado de Tarazona, con tres burros como telón de fondo y dos chicas igualmente hippies, simulando que canturreaban con dos cardos borriqueros, como simbólicos micrófonos. La musiquilla –o lo que fuera- era algo estrafalario y deleznable, mal cantado y con letras inconexas y pseudorrealistas.
Dieron en el comecocos por excelencia más espacio a ese abominable individuo de pijama cagado y turbante tan sucio como su aspecto, mucho más espacio mediático que si fuera una premiere de Wagner en el Real. Pero previamente habían preparado el terreno: en una pequeña manifestación por el centro de Madrid se centraron en la consabida banderita republicana. Y, en el microespacio sobre la memoria histórica (hasta el pensamiento memorístico debe estar unificado ahora) volvieron a dar cera con “lo mal que la gente se tomó en los ochenta la llegada del nudismo a las playas”, haciendo creer que, en los “gloriosos” momentos actuales de zapaterismo infante, todo Quisque practica nudismo en las playas como si tal cosa, porque donde estamos es “el mejor de los mundos posibles” por el que les debemos rendir pleitesía permanentemente y manifestar agradecimiento sin paliativos.
El pensamiento único nos ha arrastrado irremisiblemente a ser ovejitas sumisas que se dirigen al redil, cada vez ellos mueven el dedito.

lunes, 28 de junio de 2010

El futuro del mundo por Leopoldo Abadía

Como yo no podría decirlo mejor les dejo un artículo de Leopoldo Abadía,autor de "La crisis Ninja"

"Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que "Dios les coja confesados". Lo de que Dios les coja confesados es
un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación. En muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que me a mí me hace tanta gracia: "¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?"
Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir "¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?"

Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido:"¡y a mí, ¿qué me importa?!" Quizá suena un poco mal, pero es que,realmente, me importa muy poco.

Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64. Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz. Y me exigieron mucho.

Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:

1. La guerra civil española
2. La segunda guerra mundial
3. Las dos bombas atómicas
4. Corea
5. Vietnam
6. Los Balcanes
7. Afganistán
8. Irak
9. Internet
10. La globalización

Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!

Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía. Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.

A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales,.Lo que por ahí se llama "buena gente".

Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Y harán negocios sanos. Y, si son capitalistas, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano.(Si son mala gente, demostrarán con sus hechos que el capitalismoes sano, pero que ellos son unos sinvergüenzas.)

Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos,... En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.

Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo.

A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.

Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.

Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.

P.S.
1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.
2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.
3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles."

domingo, 27 de junio de 2010

rencor



¿Se acuerdan de cuándo éramos pequeños, edad que ahora mismo abarca en mi conciencia desde los 5 a los 20 años, y nuestro padres nos hablaban de aprovechar el tiempo? Uno tenía la sensación de que el tiempo era una circunstancia más y que teníamos todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiéramos. Que realmente no era algo que debiéramos aprovechar, sino algo que no iba a faltar nunca. Las semanas eran interminables, superar un lunes era una tarea infinita y el jueves era el mejor día de la semana porque el viernes ya estaba ahí; era la víspera. Ahora el jueves no es mal día pero indefectiblemente no ha dado tiempo a completarlo todo y eso genera cierta ansiedad.
Pero cuando eres pequeño el tiempo no vuela, sino que pasa. Al crecer te das cuenta de que es inexorable; que las cosas buenas pasan igual que las cosas malas y vuelven a llegar nuevas cosas buenas y malas. Y lo que es un dolor hoy, es un recuerdo en dos semanas. Dos semanas en las que han ocurrido infinidad de cosas que te dejan ese mal recuerdo perdido en un espacio atemporal del que ya no sabes decir si han pasado 15, 30 ó 60 días. E, insisto, lo mismo pasa para las cosas buenas.


Soy una persona incapaz de almacenar rencor, aunque sí precaución. No, no es lo mismo aunque quieran creer que sí. Me falla la memoria del detalle. No es que si tuviera esa "feature" estaría cómodo siendo rencoroso, pero no teniéndola no puedo acordarme ni argumentar en conversaciones con el tipo "Tú dijiste bah, bah, bla" o "Me pareció increíble que cuando te dije no-sé-qué tú reaccionaras haciendo no-sé-cuánto". No soy capaz de guardar ese proceso, ni quiero. Sólo tengo por vigía cierta precaución sobre la gente y los acontecimientos, de tal forma que almaceno la sensación de una conclusión satisfactoria o no satisfactoria y eso provoca que con la gente que he tenido la no satisfactoria me cueste arrancar de nuevo o no quiera hacerlo en absoluto. Por supuesto no soy un santo con lo que habrá gente que tenga la misma sensación conmigo y lo considero totalmente lícito. Procuro ver en qué he fallado y les juro que lo que más me duele es la falta de atención. No haber prestado el interés suficiente sobre algo.


Como no se puede prescindir de las malas experiencias y, por tanto, de las malas sensaciones, esta incapacidad mía de recordar los detalles la considero una bendición. Nunca he sido capaz de comprender a la gente que vive anclada a una cuenta pendiente. Los he conocido incluso que viven para esa cuenta pendiente. Pero es que el tiempo pasa muy rápido y lo que es un plan hoy, o se pone en marcha o pasa a convertirse en una frustración mañana y ése, creo, es el rencor que realmente nos debería preocupar. Rencor hacia nosotros mismos por no haber arrancado antes. Por no haber aprovechado la genialidad de cuando tuvimos la idea. Enfrentarnos a esas ideas y ponerlas en marcha hasta dónde lleguen o tengan sentido es lo que nos da recorrido en la vida. Considerando que se fracasa tanto como se acierta (pese a que Bielsa diga que el estado natural es el fracaso) ambas experiencias repetidas sucesivamente ayudan a dimensionar la realidad. De hecho el súmmum de esta experiencia es, como dice mi amiga P, descubrir la "bandeja de maceración" o ser capaz de identificar qué problemas los puedes dejar a un lado del escritorio a sabiendas de que van a evolucionar por sí mismos sin necesidad de actuar durante un tiempo sobre ellos, porque nacen muertos o ya maduros.

sábado, 26 de junio de 2010

Traición en alta definición

A este paso, puede que la multinacional nipona Toshiba tenga que reembolsar el coste de miles de portátiles vendidos hace un mes, en el probable caso de que la selección española se alce con la victoria del Mundial de fútbol. Porque, en línea con esa legendaria improvisación española, tan ligada a la genialidad, nuestros jugadores son capaces de lo que sea, "como sea".

Se trata de una estrategia de marketing, a la que se han acogido otras marcas y distribuidores. Pero no sería la primera vez que la gran marca japonesa perdiera, porque otros ganen. Hace exactamente dos años se libró en las alturas de los despachos del ocio una de las batallas más incruentas y salvajes de los últimos tiempos tecnológicos de la Humanidad.

Como si se tratara del guión de la impresionante obra maestra de Clint Eastwood "Cartas desde Iwo Jima", la que está considera más influyente de las seis "majors" de Hollywood, la Warner Brothers, perpetró en los meses de mayo y junio de 2.008 una de las más viles traiciones que se recuerdan en el selecto club de productoras de contenidos ficticios. Conservo como oro en paño una copia en el formato perdedor "HD-DVD", de esa película mítica en tan poco tiempo, editada precisamente por la que llevaba a gala ser "compañera incondicional" de Toshiba y Microsoft -a la sazón, la renombrada productora del conejo de la suerte- cuando, de la noche a la mañana, se pasó al bando del que siempre había renegado: el blu-ray de Sony, para ser, desde entonces, su "amiga" más infiel.

Nada podía hacer pensar a priori que la Warner asestaría el golpe de gracia definitivo a Toshiba, cometiendo la felonía, no sólo contra pronóstico, ante las buenas perspectivas de la transición "suave" del DVD a su hermano mayor, el HD-DVD. Sino, contra el más sensato sentido común que ilustrara toda una estrategia global de cambios y sustituciones de formatos y sistemas, para llevar a cabo una óptima gestión de la diversión humana en "home theater". Los costes de fabricación del HD-DVD eran mínimos, los fabricantes eran los mejores del forum DVD, el catálogo de contenidos abarcaba prácticamente todo lo más destacable del Cine, de la Música y los Documentales. En poco tiempo fueron editados 800 títulos, frente a los 25 del blu-ray, cuyo topónimo recordaba algo casquivano, vulgar, traído por los pelos simplemente para rivalizar a la fuerza. Como todo lo que hace y planifica la Sony, por mucho que les duela a los sonymaníacos que en el mundo son, presas de sus abusivas campañas de marketing, casi siempre llamadas al fracaso a medio y largo plazo. Incluso en la política de precios, la alta definición de Toshiba vaticinaba tiempos interesantes de fastuosos productos a costes inferiores al tradicional DVD. Pero, como recuerdan en el proverbio chino, esos tiempos siempre se antojan malditos e indeseables, como así ha ocurrido.

La historia de esa guerra ha pasado por alto para todo el mundo, gracias al poco ruido efectuado por Toshiba, como consecuencia de la pérdida de confianza de su mejor aliado de software. La única manera de no desprestigiarse a sí misma y de no hacer leña del árbol caído. Pero, en revancha, los amantes del Cine nos vemos relegados a ver en alta definición los títulos más zafios y efectistas, a precios desorbitantes. Toda la Humanidad va pagando poco a poco -porque las cifras del blu-ray no son buenas- la codicia de una marca japonesa que siempre ha jugado sucio, queriendo abarcar todo el mercado del entretenimiento. Pero en el pecado, Sony y su promiscua Warner, llevan ahora la penitencia. Los formatos en alta definición proliferan y sigue sin haber acuerdo para la adopción de estándares informáticos y de broadcast. Por otro lado, los "escalados" de formatos convencionales han logrado alcanzar perceptivamente a la alta definión digital, a años luz de la que nunca volverá: la analógica de 1250, que se ensayó hace prácticamente dos décadas.

Aquello sí que era alta definición de verdad. La pude ver en prototipos y doy fe de que los objetos se salían de la pantalla. Nunca volveremos a tener esa sensación de calidad, porque se ha impuesto el compromiso entre componendas económicas bajo la cuerda, rentabilidad cortoplacista, desprecio a las capacidades de unos consumidores tan adocenados como bobos y la insostenible presunción de que lo único que importa es el fuego artificial que sea más capaz de deslumbrar al usuario medio. Extrapolando la cuestión a nuestra vida cotidiana es posible que importe a muy poca gente, que se mantiene al pairo de cuitas tecnológicas dirimidas en las altas esferas. Pero nos debe servir al menos para asumir una enseñanza: no te fíes de quien crees que es tu mejor amigo, cuando te postules como aspirante a conseguir el cetro en algo relevante. Sólo fíate de tus propias capacidades, principalmente la de levantarte como el ave fénix, en caso de necesidad. Ocurre mucho en el ámbito universitario, en el político y el empresarial, donde las apariencias de las amistades peligrosas siempre engañan. Donde nunca se deben dejar en manos de dudosos destinatarios las decisiones urdidas por su probable traición.

viernes, 25 de junio de 2010

O de la educación

Con permiso de Juante

"Sonabilibus aegrotamus malis; ipsaque nos in rectum genitos natura, si emendari velimus, iuvat"*

Séneca. De la ira, II, 13

Utilizo con frecuencia una cita cuando hablamos de educación. Se refiere al Traité de l'opinion, de Sant-Aubin que probablemente conozcan. Ese párrafo, grabado en mi mente con letras de oro, reza así:

"Los legisladores se han ocupado mucho de la educación de los niños, fundándose en el principio de que los niños pertenecen mucho más a la República que a sus padres. Es principalmente por la educación por donde ha de grabarse, en los corazones de los jóvenes ciudadanos, el amor a la patria, el respeto por las leyes, un firme apego por todos los deberes, el hábito de la subordinación y de la obediencia; por último esta es la única vía para introducir en toda una nación el espíritu del bien público y un carácter general decisivo para su felicidad y para su gloria. Licurgo consideró la educación de los niños como el asunto más importante del Estado, y Platón hace de ella uno de los fundamentos de su política"


Este texto me ha barrenado toda la vida. Cuando lo leí por primera vez era sólo una jovencita que preparaba un trabajo sobre Emilio, o de la educación. Lo que no sabía entonces era que ese texto me perseguiría a lo largo de mis días. Así, compilado tanto pensamiento en un sólo párrafo, con referencias a Licurgo y a Platón, comprendiendo -en parte- la influencia que ejerció sobre Rousseau, Sant Pierre, Montesquieau...

Desde el primer momento viví con cierta angustia esa reflexión. Si, en efecto, dejamos nuestro bien más preciado -nuestros hijos- su futuro y su felicidad en manos de la República ¿Quién nos garantiza que ésta será una tutora honorable, justa, conocedora de la naturaleza humana?

La respuesta a esta cuestión es actualidad pura y dura. Papá Estado le dirá a nuestros hijos qué deben hacer, qué tienen que estudiar o qué les debe impresionar. Les mostrarán una justicia indigna, la práctica del engaño y la mentira, les dirán que el esfuerzo es energía perdida, que se hagan funcionarios o parados de larga duración. Les hablarán de cómo deben introducirse en la sexualidad, qué es verdad y qué es mentira, que todo es objetivable, que lo personal, lo individual es egoismo totalitario y mil cosas más...

Por eso no cuela el Tratado. A mí no me coló nunca aunque haya tardado años en comprenderlo. También Rousseau, al final de sus días, comprendió que había empeñado toda su vida en un planteamiento que le conduciría irremediablemente al fracaso.

Emilio no fue el efecto , sino la causa del remordimiento, la verdadera toma de conciencia de una felicidad de la que Rousseau se privó, libre y torpemente, al renunciar a su paternidad.


* "Curables son los males que padecemos; y la naturaleza misma, que nos ha hecho nacer para el bien, si queremos enmendarnos, nos ayuda"
Séneca. De la ira, II, 13.

jueves, 24 de junio de 2010

Compasión



Cualquiera que haya estado en Roma… ya estoy generalizando. Si han estado en Roma muy posiblemente hayan estado en la Via del Quirinale. Es una calle importante pero corta que se encuentra en lo alto de la colina del mismo nombre. Se orienta de SurOeste a NorEste y limita con la vía del 24 de mayo y la del 20 de septiembre respectivamente. Una vez terminada la referencia urbana posiblemente la localicen mejor si les digo que es la calle dónde se encuentra el palacio del Presidente de la República Italiana, el Palacio del Quirinal, con su enorme plaza abierta, dónde están los edificios públicos y representativos de alto rango y, finalmente, dónde se encuentran dos iglesias barrocas que no deben dejar de visitar, Sant Carlo Alle Quattro Fontane y Sant Andrea al Quirinale.


Pues bien, independientemente de lo bellas que sean, que lo son, son otra prueba de una vieja rivalidad entre dos artistas, Francesco Borromini y Gian Lorenzo Bernini (respectivamente, también). Coetáneos, se llevaban un año de diferencia. y rivales. Muy rivales. Se estuvieron persiguiendo a lo largo de todo el siglo XVII a base de construir iglesias y capillas hasta que Borromini, en un ataque de nervios y hundido en una depresión, se suicida en Roma. Cierto romanticismo me impulsa a creer que lo hizo por la tensión de esa rivalidad y como la leyenda es mucho más divertida que la historia, pues miren, me quedo yo también con la leyenda.


El caso es que Bernini era el artista de las ordenes ricas y del Vaticano y Borromini el de las órdenes no tan poderosas. Así Sant Andrea es una iglesia ordenada construir por los jesuitas y Sant Carlo por los trinitarios. Las dos son pequeñas, recogidas. La de Borromini es más recargada y ostentosa en la fachada y el interior tiene una claridad poco usual para una iglesia romana del barroco. Si será pequeña que contiene en su interior una cúpula ovalada que usa un efecto óptico para dar sensación de mayor tamaño. Sant Andrea es de fachada sobria, pero con elementos curvos que rompen el ritmo de las pilastras y el frontón que dan la sensación de ir a buscar al visitante.


Pero volvamos a la rivalidad y al tema de quién contrataba a cada uno. Bernini era el gran escultor y arquitecto de Roma. Todo aquel que tuviera dinero, mucho dinero, quería una obra suya, civil o religiosa y así encontramos Roma con fuentes, iglesias y esculturas en calles principales, como puntos de referencia o decorando estancias y completando altares. Borromini, centrado en la arquitectura, tiene en Santa Inés su obra mejor posicionada a nivel urbano siendo la iglesia que preside la plaza Navona, si acaso el ejemplo más popular de esta rivalidad. Pues a poco que uno se haya parado a curiosear en la vida de ambos acaba tomando partido por uno de ellos. Si somos proclives a la simpatía por el débil, o por el menos privilegiado, el que más ha tenido que luchar, pues caes del lado de Borromini. Si por lo que uno tiene querencia es por el poder, por la gente de marcado carácter político y que sabe desenvolverse entre papas y reyes pero con cierto toque canalla, pues te escoras hacia Bernini. Pero con cuidado, porque Borromini representa algo que se ha ido replicando a lo largo de la historia con mucha frecuencia y refleja un comportamiento humano que nace de lo inconsciente y es la dualidad de sentimientos hacia la víctima. Con Bernini no hay problema, porque nunca le faltó de nada, pero Francesco era más retraído, con menos habilidad política. Esperaba el encargo más que ir a buscarlo, más que ganarlo. Uno de sus retratos muestra a un hombre con bigote y perilla pero como lampiño, con la mirada fija en el espectador, pero como a punto de mirar al suelo, asustado… y todo esto hace que sintamos cierta ternura, cuando no compasión y resulta que la compasión hace ganar adeptos.


Se han dado cuenta, ¿verdad? Hoy en día cuando un partido o los medios de comunicación arremeten contra un político o un empresario al principio logran que sintamos la causa por la que es denunciado. Pero como la exposición sea mucha y la crítica no frene, hay un punto de inflexión en el que el protagonista del ataque pasa a situarse como víctima, no ya por la defensa de sí mismo que realice, sino porque tanto ataque hace que nazca en las personas un sentimiento de compasión. Entonces, la siguiente acusación ya no es algo que denuncie un comportamiento censurable y pasa a convertirse en la primera piedra de una lapidación innecesaria. Es cuando la valoración del acusado remonta y la el elemento fiscalizador se deteriora por que se le percibe como un inquisidor con inquina que lo que quiere es anular al primero. La línea es muy sutil y es muy fácil traspasarla. De hecho se traspasa con mucha frecuencia y hace que sintamos simpatía por quién nunca hubiéramos esperado tenerla. No saber manejar estas situaciones y dejar que la critica se desborde es algo que estrategas y asesores, desde mi punto de vista, no articulan de manera adecuada y hacen que un mal gestor se acabe convirtiendo en un mártir y, entonces, es muy difícil que la opinión pública perciba su incompetencia.

miércoles, 23 de junio de 2010

Fenómenos extraños

Hay que reconocer que muchas veces los seres humanos nos comportamos como simples hormigas. Nuestro indiscutible instinto gregario guía de una forma u otra, tanto la manera de mostrarnos sumisos y uniformes a unos dictados coyunturales, como la inclinación irreprimible a huir de nosotros mismos.

Estos días se puede observar, sobre las siete de la tarde, un reguero de chicas envueltas en toallas con los colores de la bandera de España -Mundial de fútbol obliga- merodeando alrededor de las piscinas de las zonas residenciales. Aunque el tiempo climatológico sea todavía regular -más propenso para pillar resfriados- la cuestión radica en rendir culto al verano, que acaba de entrar de rondón, haciendo alarde adolescente de que la temporada acuática marca el tiempo de "impasse" entre la declaración de Hacienda y la vuelta al cole en lo único que nos une: El Corte Inglés.

Voy a reparar, no obstante, en otros fenómenos extrañamente asociativos, menos inocentes y aún más comunes y ramplones, de los miles que se producen en nuestra atrabiliaria y zaragatera sociedad española. Veamos, por orden de preocupante surrealismo:

En primer lugar, el estornudo estentóreo y en seco, dejando a su paso, todos los miasmas y bacilos que no hay en los escritos. Menos mal que lo de la gripe A fue un "fake", porque aquí la gente no se corta un pelo a la hora de emitir el consabido esputo o la tos atronadora, en la jeta del primero que encuentra a su lado, ya sea como mecanismo de defensa -los españoles competimos hasta para andar por las aceras- o como desprecio por lo ajeno.

El segundo fenómeno inveteradamente español, me tocó el pasado fin de semana, cuando no se me ocurrió otra cosa que acudir a un Media Markt, presa de puro aburrimiento y morbo por ver desfilar a los "tontos", a los que apunta el efecto boomerang de su jactanciosa y cateta publicidad. Y, por Dios que lo conseguí, sí: se me ocurrió la tontería de aparcar mi coche entre otros dos, nada más que por agenciarme algo de sombra, cuando había espacio suficiente, en otra batería despejada de aparcamientos, pero soleada. Observé, nada más caminar unos metros hacia la puerta, que un par de "troupes" de aspecto desaliñado y cretino se dirigían más o menos hacia donde había aparcado. Como había bajado la guardia, no me apetecía volver sobre mis pasos, pero presentí lo peor, que me arañarían el coche o vaya usted a saber. Pensado y ocurrido: a la vuelta ví despavorido cómo habían resfregado su destartalado coche contra uno de los alerones del mío. Supongo que, a lo mejor en el resto del mundo ocurre lo mismo -en las películas de la América profunda se aprecian cosas peores- pero tengo absolutamente claro que hay un ejército de hijos de su mala madre que están al acecho y que, en cuanto compras un coche flamante, te lo rayan de lado a lado con un punzón metálico que seguro que venden en los chinos. Y, de lo del roce con otro coche, existe una variedad exclusiva de los pijos, al menos donde yo paro: si aparcas en una gran superficie, cuyo aparcamiento esté completamente vacío, siempre aparece la típica ranchera que justamente estaciona pegado a tu coche e, indubitablemente, te hace un bollito al abrir la puerta.

Pero el tercer fenómeno, no por extraño, menos común entre los ruidosos y siempre inquietos españoles, es el de los bares. De ahí se podrían sacar toneladas de tesis doctorales. También me ocurrió el pasado domingo. Voy con una amiga a un bar y, de repente se sienta al lado un familión de dos parejas jóvenes y dos críos correteando. El acento de los cuatro -hablaban estruendosamente- no era andaluz precisamente y parecían cuadros técnicos de medio pelo, por la planta (y por el sitio). Pero el supuesto papá de uno de los cafres se queda de pie y empieza a hacer cabriolas y acrobacias con el mequetrefe, de manera que a punto está de darle en toda la boca, con el zapato asqueroso del niño, a mi compañera. A esto que empieza el tipo a olisquear la entrepierna del niño -que zarandeaba casi metiendo su cabecida en mi macetón de cerveza- a ver si se ha hecho caca o qué. Y, de forma instantánea, que reacciona una chica sentada dos mesas más allá con su novio y, quizás para congraciarse con el payaso del niño, o estableciendo esa falsa complicidad tan "apañola" de los que se la dan de samaritanos para tapar su mala conciencia, le pregunta en voz alta si quiere que lleve al niño al váter, porque lo del chavalín incrementado no podía esperar.

Tanto el dueño del local -que es amigo- como la camarera, estaban avergonzados y preocupados por la clientela espantada, porque no era la primera vez, al parecer, que estas nuevas parejas de jóvenes -muy probablemente surgidas de la LOGSE- montaban allí el numerito.

El que para quien esto escribe fue el mejor pianista del siglo XX, Sviatoslav Richter, decía que se oponía a hablar por teléfono porque no podía ver ni sentir a la persona interlocutora. Me alegra que hubiera alguien así, porque -salvando las distancias- soy de la misma opinión y actitud: detesto hablar por teléfono, sólo porque exista el aparato y porque todo el mundo haga lo mismo, como las hormigas.

martes, 22 de junio de 2010

El Cuarto Poder

La relación entre políticos y periodistas siempre ha sido conflictiva. Nadie pone en duda, inicialmente, lo imprescindible que resulta el control que ejerce el cuarto poder para el buen funcionamiento de la democracia, pero llegados a este lugar común procede recordar la famosa frase atribuida al tercer Presidente de USA, Thomas Jefferson, que en 1787 dijo que si tuviera que elegir entre un gobierno sin prensa o una prensa sin gobierno no dudaría en escoger lo segundo.

Sin embargo, fue el propio Jefferson el que, años más tarde, dijo que el hombre que nunca lee un periódico está mejor informado que el que los lee, igual que el que no sabe nada está más cerca de la verdad que aquel cuya mente está llena de errores.

He aquí el dilema. ¿Ejerce la prensa la función de control de la calidad democrática de los gobiernos que, supuestamente, le asigna el sistema?

Veamos. La prensa debe actuar como un watchdog, ser un foro de ideas y proporcionar información veraz.

Sin embargo, la prensa desvela escándalos de nuestros políticos dependiendo de quién es el político y por dónde respira el medio. Unos los agrandan poniendo el ventilador y otros los minimizan otorgándoles poco espacio en el peor sitio posible cuando no, directamente, silenciándolo.

¿Es esto actuar como un watchdog? No lo creo

Como foro de ideas tampoco los medios ejercen con rigor este cometido. Las páginas de opinión, las sábanas editoriales (Artanis dixit) o los escritores invitados no acostumbran a ser, precisamente, opinadores públicos libres, sin intereses ni etiquetas. Aquí leerás a los unos y allí a los otros.
Y no me pidan que les hable de la tele porque me echo a llorar ahora mismo.

Finalmente, los medios son informativos.
Pues depende. Un suponer. La flotilla de la paz ¿recuerdan? Aquellos embarcados que osaron desafiar a Israel y llamaron la atención del mundo tratando de esquivar su bloqueo marítimo a la franja de Gaza. Murieron nueve personas cuando su embarcación fue abordada por soldados de Israel.

¿Supimos en verdad qué ocurrió? Visionamos varios vídeos diferentes. En unos los soldados eran atacados, en otros eran los activistas los machacados... hasta la agencia de noticias Reuters asumió públicamente haber manipulado una fotografía para que pareciera "otra cosa" y dar así, cumplida respuesta a lo que su público demandaba: condenar a Israel fuera como fuera.

Que los medios son el cuarto poder sigue estando meridianamente claro. El problema está en que, visto lo visto, necesitamos un quinto poder. Uno que nos proteja en verdad de la mentira y la manipulación.

lunes, 21 de junio de 2010

distracciones



El pasado 16 de junio el Gobierno español lanza el texto que recoge la reforma laboral. Una reforma laboral que, finalmente, cae en tierra de nadie y que busca puede medio contentar a todo el mundo. Quiero dejar claro que, como buen liberal, creo que el dinero debe estar en manos de las familias y de las empresas y que estas son las que deben elegir en qué realizar el gasto o la inversión. Hacer que las compañías aprovisionen cuentas por temas de despidos o que deban considerar, en épocas en las que la inversión es necesaria, que parte de su apalancamiento se justifique exclusivamente en las compensaciones destinadas a la reducción de plantilla… A ver, que me pongo teórico y no hay quién me entienda; en una época de crisis como en la que estamos un empresario que necesite sobrevivir reduce plantilla, siempre. Esto no es nada nuevo. Pero se da la circunstancia de que reduce plantilla quién puede. Ante el empeoramiento de los resultados se busca hacer lo mismo con menos gente, reduciendo el gasto que producen los salarios. Pero si el coste de despedir a una persona obliga a anular la inversión, a destinar fondos de la compañía a ese cometido o, incluso, a pedir financiación para pagar el despido, la compañía llega a morir. Sé que es muy cruel decirlo así, pero también sé que son las empresas las que generan empleo y sólo un tejido empresarial potente permite un bienestar real en un país. Y que nadie diga lo contrario, porque tasas de desempleo como las nuestras las tienen países con tejido empresarial de risa. Las empresas necesitan disponer de fondos y de nivel de apalancamiento para poder acometer nuevas inversiones que les permitan crecer. A ver, que despidos irrisorios tampoco son plan, pero sangrar así el potencial de crecimiento o de resistencia de una empresa, hace que tardemos mucho en recuperarnos.


Pero no es el tema; volvamos al inicio. Al día 16. Es curioso ver cómo la mayor parte de la gente se apercibió de que el gobierno sacaba el texto de la reforma el mismo día que España jugaba su partido inaugural del mundial de Sudáfrica. Una España campeona de Europa sobre la que han crecido las expectativas más, y con argumentos, que en ninguna otra ocasión, tenía su primer partido contra un rival muy asequible en un grupo que podemos denominar como fácil (aún es fácil, pero es que con miedito cuesta más). Pues ese día… Reforma Laboral. Si dijéramos que eso demuestra el tipo de gobierno que tenemos, que busca aprovechar un acontecimiento que tiene toda la atención del país para sacar una noticia polémica y paliar el efecto, estaríamos en lo cierto; pero este y cualquiera. Sólo dos apuntes;


El mismo año en el que salen "Titanic" (11 Oscars??? tantos como Ben Hur???) y las magníficas "Good Will Hunting" y "L.A. Confidential" se estrena una película a mi entender genial, "Wag The Dog", en la que Dustin Hoffman y Robert de Niro son un productor de Hollywood y un estratega político que para evitar una avalancha de noticias acerca de un escándalo sexual presidencial justo antes de las elecciones, deciden realizar un montaje sobre una intervención en Albania tras lo que puede ser el comienzo de una masacre de civiles. En el año '97.. echen sus cuentas de quién estaba en la Casa Blanca. Pues bien, montan en estudio filmaciones de refugiados huyendo, la entrevista a una Albanesa en pleno éxodo, los marines por ahí pululando… lo normal en cualquier intervención del pelo, pero en este caso todo falso y sin salir de un estudio. Eso sí, con esta noticia abren todas las portadas.
El cartel de la película era significativo porque aparecían unos sonrientes Hoffman y de Niro dándose la mano.


Como buena ejemplarización requiere de cierta exageración, pero no estamos tan alejados de esto ¿verdad?


Segundo apunte. ¿Hemos visto los periódicos un día normal? Prueben a abrir 6 webs de periódicos españoles de distinta tendencia. No ya sólo por el mundial, sino por la profundidad de la noticia. Prueben a ver un telediario. Ya he hablado en ocasiones anteriores de los "a fondo" de A3 o de lo que se convierte todo en lo que antes era una simple hoja de sucesos. Y cuánto más se tarde en enfrentar la dimensión de los hechos, independientemente de la ideología con la que se defiendan, a la gente, más se tardará en tener una población con criterio. Tener una población igualmente educada no significa cortar a lo bajo. Pero esto también lo hemos oído mucho. Sigo defendiendo, ante cualquiera que quiera escuchar, lo que el Nobel de Economía del '92, Gary Becker (Universidad de Chicago) lleva mucho tiempo afirmando: que el mayor capital que un país atesora es su población y que una población formada, no sólo intelectualmente sino también técnicamente es una nación poderosa. No igualmente formada, sino competitivamente formada, y eso es mucha formación.


Además la película demuestra que el Hollywood demócrata y escorado a la izquierda puede criticar abiertamente un gobierno apoyado por él. Y puede hacerlo con criterio, desde un punto de vista inteligente de cómo se organiza una estrategia de distracción, porque todos los gobiernos lo hacen y detentar visible esa consciencia (no conciencia. Me refiero a que se note que uno se da cuenta) hace que el nivel de crítica exista sin miedo a lo que ciudadano piense. Que piense, que sea consciente y si su conocimiento hace que vote republicano pues que vote, pero que al menos sepa que los otros van a hacer lo mismo porque es un recurso habitual. Bueno, que es critica al gobierno y al propio Hollywood


Por cierto; felicidades a Colombia. Ya iba siendo hora que alguien con peso le diera en los morros a los bolivarianos: esa demagogia que pasa por ideología y que lo único que busca es mantener un país ignorante aprovechando que la ignorancia es su principal capital.

domingo, 20 de junio de 2010

Valor añadido

Para celebrar la llegada del verano, cada año se celebra en el incomparable marco del Palacio de Schönbrunn, durante la primera quincena de Junio, un Concierto de la Filarmónica de Viena, completamente gratuito. Más de cien mil personas se han dado cita este año, para disfrutar de un curioso programa en el que, por primera vez, han sido incluidas piezas de John Williams relacionadas con "La guerra de las galaxias". El director, que se ajusta como un guante a los requerimientos de tan exquisita formación musical, ha sido Franz Welser-Möst, el mismo que dirigirá la Orquesta el próximo 1 de Enero, en el tradicional Concierto de Año Nuevo.

Gracias a la retransmisión televisiva comentada por ese gran melómano que es José Luis Pérez de Arteaga, hemos podido apreciar -una vez más- cómo un espectáculo gigantesco al aire libre, obligatoriamente necesitado de amplificación electroacústica y de una gran pantalla mural, más los correspondientes reflectores y canceladores de sonido reverberante, se ha infiltrado en el alma y el corazón de todos los que pensamos que no hay nada más sublime, creado por el ser humano, que la Música.

Pero lo sensacional de la acostumbrada y mágica cita de Schönbrunn -mención aparte de la gratuidad auspiciada por una gran marca de relojes suizos- es la felicidad colmada que nos da la oportunidad de asistir a la reinterpretación de piezas intemporales de lo más rutilante -y no tan frecuente- del repertorio. Y todo ello, sin que se note para nada el "plus" de parafernalia acústica que arropa a los fantásticos músicos vieneses, porque en este caso -como en el de cualquier cosa loable y noble de este mundo- el "valor añadido" está determinado por la calidad garantizada de la segunda mejor Orquesta del Mundo (la primera es la de Berlín), su director y los intérpretes invitados.

Si el año pasado se pudo escuchar en ese impresionante lugar las "Noches en los jardines de España", de Manuel de Falla, con Daniel Barenboim como director y solista, en la edición de este año ha sido el ruso Yefim Bronfman quien ha tocado un Concierto para piano nº 2 de Franz Liszt, tan inexplorado como soberbio.

Esa experiencia sensorial y metafísica de la música -aunque sea retransmitida- me conduce a estimar cada vez más lo que tengo claro que es más difícil de conseguir, por llevar añadido verdadero "valor", más allá de superficiales modas cibernéticas y de necesidades creadas en forma de cachivaches, con los que literalmente nos vuelven locos, para que el consumo y la acumulación de cacharros inútiles no decaiga. Me estoy refiriendo al empeño por extraer el mejor sonido -escuchar la Octava de Bruckner por Celibidache no se puede hacer de otra manera- de un equipo de música. Por increíble que parezca, estamos ante un desafío aún más complicado que encontrar la pareja ideal: conseguir el acoplamiento perfecto entre altavoces, fuente de sonido y electrónica de amplificación.

Aunque los chinos no paren de crecer por lo mismo, fueron los japoneses los que establecieron dos pautas para "desear un producto": versatilidad y calidad. Pero sólo la segunda satisface al "connoiseur", al que aspira a disfrutar con lo que tiene. Lo que para mí es el único "valor añadido" que merece la pena sopesar a la hora de priorizar cualquier instrumento útil a mi continua ansia de proyección y aprehensión.

Por eso mismo, la gente que aprende a apreciar, en coherencia consigo mismo, regresa al vinilo desde el "limitado" CD. Es por eso que un buen tubo trinitron de los genuinos japoneses tira por tierra a cualquier monitor plano de nuestros días, sea LCD o LED. Por eso que -entre millones de portátiles- sólo el Qosmio G30 de Toshiba se oye como un auténtico equipo de alta fidelidad y se ve mejor que ninguno. En fotografía -donde el salto a lo digital ha sido más dramático- sólo satisface plenamente -y da calidad- un modelo de cámara por segmento, entre miles y miles de opciones. Porque lo que importa al final es eso: la foto y nada más. Y así, hasta la saciedad, en cualquiera de los objetos de nuestro ocio, cada vez más expandido. Lo que hace que un producto merezca la pena, en detrimento de la mayoría, que sólo sirve para marear la perdiz, es su "valor añadido", no el del iva -porque en lo económico nunca se halla la felicidad- sino en esas características asociadas al producto que lo hacen único, irrepetible, como los Conciertos vieneses. Como cualquier cosa por la que vale la pena "experimentar" y gozar en esta vida. Incluso causas, personas o proyectos. Si no contienen ese "valor añadido" que no se cifra en números de catálogo, sino en algo rotundamente "holístico", mejor heremos en pasar de largo.

sábado, 19 de junio de 2010

Territorios inteligentes

Es sábado y hace un día precioso. Tengo que ir a la ciudad y he estado pensando en lo poco que me apetece meterme entre el denso tráfico, los aparcamientos atestados, la gente corriendo apresurada, haciendo sus recados... pero me toca.

Y ha sido esa pereza que necesariamente he de vencer la que me ha llevado hasta la idea -reiterada mil veces por mil autores- que algo debemos haber hecho muy mal para que escapemos de las ciudades porque tenemos -tengo- la sensación de que no están construidas para las personas.

Creo en la capacidad individual del ser humano. Creo en su capacidad de fortalecerse haciendo equipo. Creo que las ciudades deberían ser territorios inteligentes que sirvieran a ese objetivo.

Un territorio inteligente es aquel con capacidad para dotarse de un perfil propio apoyado en sus singularidades y sus componentes de excelencia. Un perfil competitivo para las actividades económicas, equilibrado socialmente y sostenible, duradero en el tiempo, con capacidad para cambiar y adaptarse a sus ciudadanos.

Hoy resulta fácil detectar los déficits o los aspectos que funcionan mal en nuestras ciudades, pero resulta muy difícil e incierto, en un contexto de limitación, cuando no de inexistencia de recursos, identificar proyectos de futuro de carácter estratégico por los que una ciudad en concreto debe apostar.

Los territorios inteligentes son también aquellos con capacidad para aprender de la experiencia y de las innovaciones de otras ciudades. Learning from cities.

Bueno. Debo conducir quince kilómetros hasta llegar a la ciudad. Entonces emplearé tres o cuatro horas en hacer las mil cosas que una familia no puede hacer durante la semana. El trabajo, el colegio, el trabajo el colegio.... ah y el trabajo, que me olvidaba.

Después confío en disfrutar del único territorio inteligente que me queda cerca. Mi casa.

viernes, 18 de junio de 2010

Bobby



Ayer surgió una noticia que hablaba de Bobby Fischer y de no-sé-qué historia relacionada con una posible paternidad. Este es uno de esos momentos en los que no quiero ir a una web e informarme de qué ocurre exactamente porque creo que, entre otras cosas, hablaban de exhumar su cadáver.
Fischer es uno de esos mitos que han justificado que, en determinados momentos, salieran los medios de comunicación a hablar de un tema complicado a través de un icono y que valorando el icono por extensión se valorara el tema en cuestión. Desde Fischer el ajedrez dejó de ser el juego-ciencia de Capablanca, Botvinnik, Tal o Petrossian para convertirse, en cierta manera, en la pasión de un genio o un loco. De hecho fue esta última disyuntiva lo que más interés levantaba, incluso más que el propio juego. Apuesto a que muchos aficionados al ajedrez podrían discutirme ahora que no es así y que el ajedrez tiene entidad propia. Si lo hacen desde luego que les daré la razón, pero los medios son lo que son y para dar una noticia en 300 palabras o en 3 minutos, saben que se capta la atención mucho más si se dice "genio" a que si se dice "apertura".


Nunca he sido un gran jugador de ajedrez. Cierta incapacidad de mi memoria unido a otra cierta falta de disciplina han logrado que lo que más puedo decir de mí es que no dudo en cuál es el movimiento de cada ficha. Cierto es que en cada ordenador siempre tuve un juego al que me forzaba a competir contra la máquina. Con la llegada de los teléfonos táctiles también lo llevaba conmigo donde fuera y aprovechaba tiempos perdidos. Pero ganar partidas… bueno, puedo recordar cada una de las que he ganado y, como digo, mi memoria no es prodigiosa.
Para mí, por tanto, el ajedrez mantiene ese misterio de lo inaccesible y me maravillan las partidas rápidas al igual que los torneos que requieren horas. Mirar un tablero con sus fichas siempre me ha hecho pensar en lo sensiblemente cerca que estaba y, a la vez, lo intelectualmente lejos que lo veía. 64 escaques que me parecían un territorio muy constreñido para toda la creatividad y el enorme espacio que los ajedrecistas sabían sacar de él. Fischer representaba la total entrega a ese mundo inalcanzable. 


FIscher ganó el campeonato del mundo en 1972, que fue el año en que nací, y eso hizo que en un primer momento me llamara la atención este personaje de Brooklyn. Luego fue su vida. Hijo de una enfermera y de un padre que les abandonó a él, a su madre y a su hermana, desarrolla afición por el ajedrez por las largas hora de quedarse en casa producto de los turnos de su madre. La verdad es que podía haber salido pandillero o físico nuclear, pero siempre demostró ser muy soberbio e impaciente y el ajedrez debió darle cumplida satisfacción en ambos aspectos.
Ni que decir tiene que gran maestro muy joven, llega a jugar la final de un campeonato del mundo en el que todo lo que había en los primeros puesto eran soviéticos. Spassky, su rival, iba con una tropa de asesores, entrenadores, estrategas… y él desembarcó en Reykjavik solo y habiendo ganado la primera partida sin salir de su país. Imaginen a todos esos soviéticos esperándole en Islandia y Bobby sin aparecer. Por supuesto Spassky el que peor lo pasaba, porque era el que tenía que sentarse frente al él y al tablero y aguantar las consignas de todo el séquito de acompañantes. Fischer se quejó de todo; de las cámaras, de las fichas, del contraste de los escaques… hasta de que su habitación tenía vistas demasiado bonitas. Para él todo esto era también parte del ajedrez. Extrapoló lo que semana a semana venimos viendo que hacen los medios deportivos con el fútbol, por ejemplo, a una práctica de sesudos estrategas que no esperaban nunca que su arte se viera contaminado por actitudes semejantes. creaba polémica, criticaba al contrario, se victimizaba… En una palabra, caldeaba el ambiente.


Como ya sabemos ganó, desapareció durante 20 años y volvió en el 92 a darle la revancha a Spassky, muy posiblemente por dinero. Ganó y desapareció de nuevo. Ni siquiera llegó a defender su título tres años más tarde, lo que hizo que Karpov fuera un campeón que no había destronado a nadie. Irónico en una actividad como el ajedrez, ¿verdad? ¡Fischer fue campeón del mundo 3 años solamente!. Jordan tiene 6 anillos de la NBA y Phil Jackson ya (mis Celtics acaban de perder) 11 como entrenador. Spitz ganó 7 medallas de oro en una Olimpiada (la del '72, claro) y con ellos Phelps, Lewis, Federer… campeones de muchas competiciones año tras año, tras año. Fischer no; llegó, ganó y desapareció.


Cosas de un loco, pueden decir, y eso es lo que la noticia ha buscado siempre en él. La extravagancia. Si hubiera pasado con Spassky nunca nos habríamos enterado. Por ejemplo Kasparov es más conocido por sus inquietudes políticas y por haber perdido contra una máquina. Cosas de un loco que ha hecho que su personaje se imponga a un arte, para algunos un juego y para muchos una ciencia del que la mayor parte de la audiencia no ha tenido la paciencia suficiente ni las ganas de enfrentarse a él. Un personaje impuesto a la propia persona que lo detenta. El mundo del ajedrez sigue estudiando sus partidas porque están llamadas a perdurar como grandes innovaciones y el reflejo de un genio. Su personalidad demostró que supo jugar no sólo con el tablero, sino con todo lo que tenía delante y siempre para ganar la partida correspondiente. Pero, en el fondo, tan sólo queda que son cosas de un loco.

jueves, 17 de junio de 2010

Estética membrillera

Confieso estar angustiado. Me da miedo. Siento repelús cada vez que me enfrento a algo como lo último de Almodóvar, Verdú y Bardem, poco menos que arengando a las masas desde las suficiencias y megalomanías más escatológicas que, al parecer, les genera el celuloide y derivados. Tengo que reconocerlo abiertamente: me siento incómodo y un poco perdido -me entra vértigo- cuando por equivocación veo algo de "Página 2" de la 2, en TVE. Tanta imagen quemada a propósito, plano aberrante, enfoque de arrastre, diferencial, punto de vista enfático, cámara errática y, sobre todo, una cochambrosa puesta en escena del locutor maleducado -el calvete del Barça- que no sólo luce camiseta desvaída, sino que se coloca a varios metros del entrevistado en chulesca actitud grotesca, me descoloca, francamente. Ahora cierro los ojos y sólo recuerdo de la última entrevista con un argentino, el desenfoque de las barras metálicas de una bandeja portafolios y la "virguería" de un simulado trazo de tiza digital en lo alto, para cambiar de plano.

Por la noche, en "Metrópolis" nos meten a una chica -artista plástica- sentada en el suelo, con las piernas haciendo la tijereta, para darnos cumplida cuenta de su objetualidad de museo. Pero yo sigo sintiendo la misma sensación incómoda: cierto inexplicable desasosiego porque quizás me haya perdido algo o no esté "à la page". Es decir: la forma y los contenidos de lo que veo continuamente son tan "guays", que parecen de otro mundo, en el que indudablemente deben habitar los que tienen autoridad moral para enmendarnos la plana a todos, aunque sea audiovisualmente. Puro "odio visual", desde luego. El repertorio que incesantemente vomitan por sus pandémicos medios es tan caleidoscópico, tan arbitrario, tan efervescente, tan "libérrimo", en suma, que quizás haya llegado la hora -y yo aquí, sin enterarme- de hacer una pira en la Plaza Mayor de todo lo realizado, desde "Intolerancia" de Griffith hasta "Barry Lyndon", de Kubrick, por demodé, cutre y decididamente facha.

Si es verdad lo que dicen, que hay un "antes y un después", está claro que esa estética fílmica progre arranca con "El sol del membrillo", infumable pestiño entregado por Víctor Erice en 1.992, a falta de ideas y de sustancia. Como hacen los progres, como aquella vacía "En la cama". Nunca engendro cinematográfico alguno -exceptuando lo de Médem- ha sido tan sobrevalorado y mitificado como ese producto huero y totalmente prescindible, sobre la vida y milagros de Antonio López en un membrillar. Bueno, quizás "El sur", del mismo pseudoartista, considerada por Rodríguez de la Borbolla "la mejor película andaluza de todos los tiempos" (sic), sólo porque la malagueña Rafaela Aparicio iba del sur al norte.

Visto el impacto de la melonada y sentadas las bases de esa estética insulsa, la cultureta progre vuelve a atacar con "La mirada de Ouka Leele", de Rafael Gordon, sobre las aventuras de la fotógrafa valenciana. Pero, con todo, la que se lleva la "palma" de oro a la mentecatez más políticamente correcta es la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña) y los proyectos de la productora asociada "Escándalo". Ni más ni menos que en la edición española de la mítica cabecera "Cahiers du Cinema", dedican todo un monográfico a ese cúmulo de despropósitos peliculeros. Bien es cierto que la original francesa es una revista que le debe su prestigio al tratamiento altamente exquisito y comprensivo de la materia cinéfila en sí, mientras que, en el caso español, desgraciadamente no estamos ante una traducción, sino ante una colección de panfletos, bodrios y retazos de la peor calaña izquierdista. Pero es lo que hay. Y, lo que hay es un nuevo largometraje de esa Escuela titulado "Blog". Dirigido por la veinteañera Elena Trapé, no tiene ni guión original. Se basa en el relato de un instituto norteamericano de Gloucester (Massachusetts), donde un grupo de siete niñas decidieron de pronto quedarse embarazadas al unísono. Aunque la "gracia" de la trama está en airear todo el proceso por la Red, en sus blogs y demás conductos. Para la película se ha escogido a siete niñas de 14 y 15 años, de 3º de ESO. "Me impactó que una de las crías comentara que lo había hecho porque deseaba a alguien que la quisiera para siempre", comenta la directora, toda ilusionada por llevar a la pantalla grande la utilidad de un blog. Mientras tanto, en el editorial de la revista, su director, Carlos Heredero, se queja cínicamente de que, a diferencia del resto de cinematografías europeas, la española obvie la crisis económica.

No quiero alargarme, pero ya saben: cómprense una minicámara de alta definición, antes de que suba el iva y rueden lo que sea y como sea, sin preocuparse ni de los contenidos ni de la técnica, que triunfarán de lleno al abonar la estética "membrillera" de este agridulce "memento" socialista, para escalar al estrellato en tiempos de estrellados. Eso sí, cuando hayan acumulado rodaje y sólo por desmarcarse de tal adocenamiento esnobista, les propongo realizar algo semejante a “La persecución y el asesinato de Jean-Paul Marat, como fue representada por los internos del Manicomio de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade”, que magistralmente dirigiera Peter Brook en 1964. Más que nada, para enseñarle a Almodóvar, a Erice y a Médem que, por encima de la estética del servilismo, está la ética equilibrada del virtuosismo.

miércoles, 16 de junio de 2010

Políticas impopulares, premios y castigos

Las estrategias que adopta un gobierno, como agente, frente a los ciudadanos, que representan el principal, dependen sobre todo de la evaluación retrospectiva de los segundos en el momento de las elecciones. El apoyo prospectivo con que cuenta el gobierno a la hora de embarcarse en una política arriesgada es menos frecuente.

Mientras los referendos son iniciativas excepcionales, las estrategias de supervivencia frente a políticas impopulares, incumplimientos de promesas y giros radicales son parte del funcionamiento normal de la política.

Me encontré este texto ayer mientras buscaba otro entre miles de millones de papeles. Es del pleistoceno, como diría Patricia, y su autor es José María Maravall, catedrático de sociología de la UCM, socialista de carné y Ministro de Educación y Ciencia de Felipe González entre el 82 y el 88.

En efecto, muchos gobiernos han llevado a cabo políticas enconómicas que combinaban de diversas maneras traiciones a promesas electorales, impopularidad y malos resultados. Sin embargo, las consecuencais políticas de esta combinación no han sido inevitablemente desastrosas. El principal, que diría Maravall, parece haber considerado en muchas ocasiones que no cabía atribuir los resultados al agente, es decir, al gobierno, que éste estaba actuando de la mejor manera posible y que otras medidas o agentes (PP) producirían resultados aún peores.

Pero claro,yo me pregunto. ¿Cómo puede el gobierno influir para que esas consideraciones del electorado sean tan benévolas?

Recuerden la supervivencia del gobierno socialista en condiciones objetivas de una alta tasa de paro (22%) pero también en condiciones subjetivas de una profunda impopularidad de las políticas económicas (decretazo) El PSOE fue capaz de superar en poco tiempo los más de 10 puntos porcentuales que le separaban del PP en las elecciones de 1993.

¿Por qué tengo una extraña sensación de déjà vu?

Permítanme algunas consideraciones sobre la estrategia:

1.- El carácter inevitable de tales políticas

2.- La promesa de luz al final del túnel

3.- La oferta de compensaciones del presente (de fuerte carga ideológica como el proyecto de ley de laicidad hoy o la aprobación de la ley del aborto entonces)

4.- Una oposición de la que se desconfíe

Aunque se trabajen los cuatro mensajes, si el gobierno que se encuentra en dicha situación ha liderado el país durante una única legislatura, lo normal es que "tire" de las consideraciones 1 y 2. Así, incita al voto prospectivo.

Si por el contrario el gobierno sufre el desagaste de dos o más legislaturas... lo inteligente será "tirar" de los mensajes 2 y 3 motivando así el voto retrospectivo.

Est avis in dextra melior quam quattuor extra... Sin latinajos, que el refranero español es tan sabio o más: Más vale pájaro en mano que ciento volando.

Esa es y será la historia que se nos viene encima.

martes, 15 de junio de 2010

Move



Dice Barry Schwartz que el secreto de la satisfacción es mantener las expectativas bajas. ¿Francamente? Estoy de acuerdo con esa frase, pero de acuerdo si me ciño al marco de lo práctico; si no tengo una gran expectativa sobre las cosas o sobre las personas, cualquier cosa que me encuentre de vuelta es buena, me dejará satisfecho y, por tanto, me hará feliz o al menos me dejará tranquilo.


Pero de lo que Schwartz no habla, y creo que lo hace para que nosotros reflexionemos sobre ello, es sobre cómo deben ser mis expectativas. Mantener expectativas bajas sobre las cosas o sobre las personas no debe proporcionar una felicidad como muy tranquilizadora, me da a mí. Debe pertenecer a gente realmente pesimista que acaba adecuando su baja expectativa al nivel inmediatamente superior a la calidad de lo que recibe, es decir; si yo soy publicista y hago un anuncio para Nike como "move" el que se hizo para las olimpiadas de Salt Lake City, me viene alguien y me dice que no refleja suficiente lo que son unas olimpiadas de invierno y, o le doy o salto por la ventana. Todo dependería de lo fuerte que me sintiera conmigo mismo.


No sé cómo es la vida de los publicistas a la hora de enfrentarse con sus clientes y enseñarles una campaña, pero sí sé lo que cuesta cargar la cabeza de ideas y almacenarlas ahí hasta que llegar el resorte que hace que se mezclen y den un resultado. El resorte no siempre actúa como la liberación de un mecanismo que retiene un muelle. La mayor parte de las veces cuesta indagar hasta encontrar aquello a partir de lo cual decides tirar para adelante con una idea. Y esa idea debe ser trabajada y pulida, debe ordenarse y ser reducida hasta que quede clara. A partir de ahí ha de quedar decorada con todo lo que uno estime oportuno, pero la idea debe aparecer clara delante del público. 


Pero miro a mi alrededor me da la sensación de que no nos movemos y que tomar una decisión cuesta, precisamente porque llenamos el argumentario de motivos o razones que lo que hacen es tantear. No será la primera vez que haya tenido que hacer una presentación por encargo de algún otro en el que la idea de lo que se quiere tratar quedaba clara, pero a la hora de plasmarlo en… (jo, iba a decir en papel) en un power point empiezan a aparecer los miedos y hay que ir llenándolo de cosas no sea que con lo que presentamos no vayamos a acertar. Al principio, cuando no entendía esta "estrategia" me ponía muy nervioso, incluso me sentía frustrado porque pensaba que era tonto y que no estaba dando con lo que me estaban pidiendo. Al entender que era porque no había detrás una actitud valiente de "esto es lo que hacemos porque sabemos hacerlo bien", entonces esa frustración tornó a otro tipo de frustración sobre quién dominaba mi sueldo, pero eso es otro cantar. Otro cantar como lo es el desecho de soberbia que acabo de demostrar que soy, pero piensen si cuando hacen algo bien y están contentos con lo que han hecho no hay algo dentro que les dice que pueden estar tranquilos. A lo mejor es memorable, pero es memorable a partir de ese punto en el que lo han dejado. Como digo más arriba, a partir de ahí hay que pulir.


Y esa actitud que veo a mi alrededor en el esfuerzo de tomar una decisión o marcar un camino hace que nos perdamos. Axelrod y Plouffe tenían claro que el principal enemigo para conseguir hacer de Barak Obama el presidente de USA era, primero, Obama y después quién se enfrentara a ellos en la convención demócrata. La campaña contra los republicanos era clara; "Change" y que nadie creyera que Clinton no iba a utilizar el mismo argumento si hubiera sido la candidata demócrata. Aparecería delante de todo el mundo de forma luminosa. Pero ¿alguien recuerda todos los caballos de batalla que los demócratas o republicanos tenían abiertos en la elección de su candidato? Eso sí que debió ser escarbar hasta encontrar el motivo por el que elegir a uno de los dos. En su disculpa diré que un año de campaña, desde New Hampshire hasta DC, obliga a hablar de muchas cosas. Pero también, insisto, qué claro quedó el mensaje una vez que se llegó al tramo final.


¿Lo mismo pasa aquí? ni el gobierno o la oposición tienen una visión clara de lo que hay que hacer. Recuerdo especialmente como hitos significativos, uno por cada lado. El primero cuando los Populares en un debate en el Congreso pusieron sobre la mesa "un paquete de medidas". El término, por vacuo, ya me hizo reír. Pero es que sacaron otro y el gobierno sacó el suyo y sacó otro más. ¿Alguien recuerda cuáles eran esas medidas?
Luego llegó la UE y dijo "chavalines, por aquí". Un mensaje claro de una gente que ha estado esperando dos años decidiendo si se metían en casa ajena o no. Pues el segundo hito llegó hace un par de días con Blanco diciendo "Nos han obligado. ¿Y qué?". No voy a entrar en si las medidas son buenas o no, progresistas o conservadoras. Eso me da igual. Lo que quiero resaltar aquí es que "¿Y qué?" tiene una respuesta fácil. Nadie hizo nada por poner encima de la mesa un mensaje claro.


Nadie hizo como Nike y dijo "Move"

lunes, 14 de junio de 2010

El factor "gente"

Analizando un poco lo que me rodea, he llegado a la conclusión de que la fiebre compradora que se observa -contra pronóstico- en este mes de junio, se debe a las devoluciones de Hacienda.

Las piezas del rompecabezas encajan perfectamente y por eso, haga lo que haga o diga lo que diga el peor Presidente de nuestra núbil democracia, no pasará nada. Por eso, porque el mes siguiente es el de la extra, porque coincide que hay campeonato mundial de fútbol y porque -lo tengo más que visto y comprobado- a Zapatero le basta un simple entorchado de ojos, un gesto torpe cuando es abandonado por Berlusconi o un balbuceo bien calculado de sus memeces inconexas, para que sus partidarios (que son muchos más de lo que parece) le bailen el agua y se dediquen a reverenciarlo.

Indudablemente hay fenómenos sociales que escapan a toda lógica. Tanto hablar de por qué actúa la gente de una forma o de otra, de por qué vuelven a votar al mismo mentiroso compulsivo o de por qué aparentemente vivimos en jauja, con el mejor "ave" del mundo, el mejor deporte, la mejor gastronomía, la gente más guapa, etc. -pero al mismo tiempo nadando en la miseria espiritual y física más recalcitrante del mundo civilizado- cuando lo que ocurre simplemente es que la gente exhibe extrañas "manías", por simple mecanismo de mímesis.

Por peregrino que parezca, se trata de un comportamiento tan aleatorio como estadísticamente probado. Hasta para comprar una dorada, me las ví y deseé el pasado viernes, precisamente por no haberlo tenido en cuenta. Recalé en tres reputados Hipermercados de la misma firma. En el primero había un pijerío insufrible de gente remoloneando en la pescadería, como si estuviera en el médico. Al no tener ni paciencia ni tiempo, tomé nota del hecho, ya presentido y me fui al del "pobreterío" o de la "bajurria" (dicho sea sin connotación clasista). Ahí fue aún peor: una chica que ni siquiera había cogido número, gritaba estentóreamente para contar sus hazañas a la vuelta de Barcelona. El dependiente, que también había estado en Cornellá, empezó a empatizar con la tal, pero a esto que llegó una marchanta desaliñada aireando en voz muy alta: "¡Barselona es bona si la bolsa sona, nena!". Aquello no iba ni para adelante, ni para atrás, así que me fui desesperado y constatando que el nivel no había subido desde la última vez. Por fin, en el tercer Centro, donde supuestamente había mezcla, veo unos carteles avisando del inminente cierre, por falta de afluencia de clientes. Pero, curiosamente, está enclavado en el mejor sitio y es donde únicamente se podía comprar, por tranquilidad, modernidad y mejor surtido. Constato, por tanto, el masoquismo que impele a la gente a disfrutar de la cola y del barullo. No sólo en el hiper, sino en el banco, en el restaurante y en la playa. La cuestión consiste en dejar que la iniciativa la tengan los demás y de conectar con la medianía hasta para copiar lo que compran o simplemente toser (que, en esos sitios, la gente tose para marcar territorio.)

Conclusión: como dijo el otro, "¿dónde va Vicente?: donde va la gente". Misteriosamente, eso tan deforme que es la gente funciona por ósmosis y de ello se aprovecha la democracia. Y no existe casuística que lo explique. Sencillamente, "a la gente le da por ahí", se suele decir. Porque sí, porque hay que estar en la tontería del momento y todo lo demás -huelga decir- supone un peligro, además de ser anti sistema y anti régimen. Como el bar que abrieron hace un meses, por aquí cerca: no es chic, pero todo el niñaterío socialdemócrata lo abarrota a cualquier hora, en detrimento de los demás, con mejor calidad y a mejores precios. Como Ikea, donde -exceptuando a las masas mazacóticas que acuden solícitas al codillo- ya se sabe cuál es el perfil de su clientela-tipo: de la "república monárquica socialista neoconhippy". Visto el pelaje de los que acarician el edredón, visto el designio sociopolítico de un sector inconfundible. Son esos los que proliferan ahora para decir que "era necesario tomar medidas", haciendo causa común con el iluminado que presumía de nunca tomarlas, porque "sólo lo hizo la oposición".

Así que no malgastemos el tiempo en darle tantas vueltas al asunto. El ente abstracto de la gente, formado de indiferencia y maldad para conducirse con pretendida y falsa ventaja, se complace en su necedad y se alimenta de la hipocresía de los gobernantes o de no se sabe qué caprichoso criterio de elección. Probablemente ninguno. Es lo que tiene la insoportable levedad de la gente.

domingo, 13 de junio de 2010

Populismo en USA

Dos acontecimientos removieron los cimientos de la escena política de Estados Unidos a principos de año. Para la estupefacción de los fieles al partido demócrata, el republicano de Massachussets, Scott Brown, fue elegido al senado arrebatando el escaño detentado por Ted Kennedy durante casi medio siglo. Brown anunciaba que se dirigía a Washington para cambiarlo, con aires de outsider populista.

Confirmando, por su parte, el impecable mensaje populista de abandonar la gobernatura de Alaska, Sarah Palin se dirigía a una convención del llamado Tea Party, celebrada en Nashville. Amenazaba Palin con una campaña de oposición a la forma de gobernar de Obama, al gasto público y la subida de impuestos.

Pero el propio Presidente Obama parecía haberse subido al carro populista en su mensaje del "Estado de la Unión". Atacó los abusos de Wall Street, insistió en los aspectos centrales de su plan de salud y prometió luchar por los derechos de la mayoría y sobre todo de los más necesitados.

Esta oleada populista no es, sin embargo, una novedad. El populismo es consustancial a la identidad y la práctica políticas de la nación fundada -paradójicamente- por una élite intelectual, inspirada en la Ilustración.

Estados Unidos es una idea forjada por un puñado de cultos terratenientes, si me permiten la expresión. Con el impacto inmigratorio, la industrialización y el abandono de la primacía de la agricultura, la praxis política adopta estrategias para captar el favor de las masas.

No hay mejor credo populista que el plasmado en la leyenda de los versos de Enma Lazarus en la Estatua de la Libertad:

Dadme vuestras masas cansadas, pobres y acurrucadas, que anhelan respirar libres

sábado, 12 de junio de 2010

N



He decidido, a ver cuánto me dura, que los sábados que me toque escribir en la Zodiac les voy a dar un respiro. El sábado aquel en que publiqué la entrada que recomendaba salir a la calle y disfrutar del sol, quedé especialmente contento y creo que seguir en esta línea es saludable. Así que los sábados, historias amables.


Apuesto a que ustedes han visto / leído El Señor de los Anillos. Como diría el humorista Iñaki Urrutia hay gente que te dice "Sí, yo (me) lo he leído tres veces y una de ellas en inglés". Yo he de reconocer que no lo he leído y que a la película le salva que tiene intensas las escenas de batalla. El resto es de una perfección punto más allá que aburrida. Es mi opinión y puedo estar equivocado. Pero me resulta gracioso una cosa, que es cuando a Viggo Mortensen le llaman "Aragorn, hijo de Arathorn, nieto de Arador".
Pues bien, yo soy N, hijo de N y nieto de N,  también conozco a alguna rubia de ojos azules que es de caerse de espaldas, los sábados no me afeito y en cuanto acabe el post me voy a comprar una espada. Bueno, la espada mejor no, pero todo lo demás les juro que es cierto.


Pues les voy a contar la historia de mi abuelo N en una de las opciones que siempre da mi amiga P al contarte una historia; no por el lado largo ni por el corto, sino por el asimilable.
Mi abuelo N tiene una historia bien curiosa. Nace en un pueblo de invierno duro, dónde su padre era el más rico ya que tenía cuadras, una empresa de diligencias que operaba por el área del pueblo, caballos y distintos negocios que iban desde explotación de tierras hasta zapaterías. Por lo visto el señor, que no se llamaba N, tenía un momento de mal genio que se alargaba bastante y, en una de estas sacudió con una fusta a un mozo de la cuadra por ensillar mal un caballo. A la salida de la cuadra, el lacayo le esperaba con una piedra de tamaño respetable, desde una posición más alta y al paso del jinete la piedra se precipitó a 9,8 m/s2. Mi bisabuela queda viuda y va malvendiendo los negocios para poder ir avanzando con 5 hijos, pero N, que era el menor, a los trece años se marcha a Madrid a buscar trabajo porque la situación económica ya era insostenible, mientras que otro de sus hermanos emigra a Puerto Rico, dato que apunto para que vean qué rápido se pierden las posiciones ventajosas.


Mi abuelo llega a Madrid y encuentra trabajo como mancebo de la botica del Palacio Real, pero sabe que el futuro no está ahí y se pone a estudiar desde un nivel muy técnico y en sus ratos libres temas de contabilidad que luego pasarían a ser finanzas. Conoce a mi abuela en el metro un día al que ella siempre refería como el de una revelación. Dice que le miró a los ojos sonriendo y que le impactó tanto esa sonrisa y sobre todo esa mirada, los ojos, que tuvo muy claro en ese momento que debía estar con N. Yo no sé qué vio ella en él, pero sí puedo decir que la mirada que recuerdo de mi abuelo tenía generosidad, candor y un punto de sabiduría, como diciendo "fíate de mí, que yo sé de qué va esto". Claro que yo le conocí cuando él ya tenía una edad y una experiencia, pero sabiendo como era creo que puedo restar años a esa mirada y en lo que yo veía sabiduría mi abuela debió ver un algo de picardía y un mucho de seguridad.


Pues se hacen novios (ahora decimos "salen juntos" pero antes era de esa otra forma o "inician relaciones") y llega el momento en que mi abuela se lo presenta a su padre. Su padre, coronel del ejercito, era una de estas personas que reflejaba perfectamente esa enfermedad que se padece mucho en España que es la de la hidalguía. Descendiente de aristócratas, no había dado un palo al agua en su vida porque el señorito era demasiado señorito. Imaginen cuando aparece mi abuelo la de cosas que pudo decir de una persona que había llegado a los trece años a Madrid a trabajar como mozo de botica. N se le quedó mirando como preguntándose "¿Qué?" y le dijo a mi abuela "interesante persona, tu padre" y siguieron juntos.
Estalla la guerra y N las pasa durillas. En una ocasión ha que ir a recoger a los calabozos de la CNT a su cuñado por un altercado con un grupo de milicianos en un bar. Su cuñado, que había sufrido cirugía cerebral, era digno hijo de su padre y, encima, con una tara en la cabeza. N, cuando se entera, coge el carnet de un club de tenis muy similar al carnet del a CNT y allí que se va. Blandiendo el carnet, llamando a todo el mundo camarada y muerto del miedo por si descubren que él de sindicalista nada de nada, consigue sacarle de una muerte segura (era el 38 y las cosas no estaban para bromas) alegando que estaba mal de la cabeza y enseñando a los carceleros la cicatriz en la cabeza para que vieran que no se debían tener en cuenta las consideraciones de un loco.
Poco después, y por un comentario a una vecina sobre que los nacionales iban a tomar Madrid en breve, le llaman a filas, le hacen un consejo de guerra y le mandan al frente de la Universitaria. Por si cae en el frente se casa con mi abuela. Siempre tuvo a orgullo que en los asaltos no disparaba más que al aire o al suelo, estando seguro que en ningún caso mató a nadie.
Termina la guerra y los nacionales dictan una ley por la cual todo matrimonio celebrado en zona republicana no es válido. Imaginen la de despavoridos que hubo en ese momento. Pues bien, N se volvió a casar con mi abuela. A partir de ahí familia, veranos en su pueblo de origen y en el norte de España y una carrera en una multinacional dónde llegó a ser Director de Compras.


De esto último me enteré hace bien poco, pero en cuanto lo supe, llamé a mi amiga E, que es hoy en día directora de Compras de una multinacional y le dije "Oye, que mi abuelo también fue Head of Procurement".

viernes, 11 de junio de 2010

Onanismo televisivo

Discutía recientemente con una compañera de trabajo qué sería menester que desapareciera antes de la faz de la Tierra, por los muchos perjuicios causados en la vida cotidiana de sus usuarios: si la Televisión o Internet. Ella, que alardea de no ver Televisión, lo tiene claro, pero se pasa todo el tiempo colgada de la Red. Yo, que soy un apocalíptico de Internet de tomo y lomo, probablemente lo reduciría a lo que fuera el servicio Minitel en Francia, un teléfono con pantalla deslustrada.

Aunque, bien pensado, acabaría con ambos medios, si de mí dependiera, ahora que la Tele regurgita tanta bazofia, mientras Internet te aisla cada vez más de un mundo al que paradójicamente la operadora asegura que te conectas, a cambio de una cuota mensual. Sin embargo, ambos artefactos comunicativos participan de la misma esencia y naturaleza: su promiscuidad mediática a través de la interactividad con una pantalla.

Hablaba José Vidal-Beneyto, cuando no era el sectario del último trayecto de su vida, del "complejo de vedetización" de los profesionales televisivos, así como de la transmisión permanente del "testimonio de su propia conciencia", aunque no esgrimieran carné. No existe el menor rasgo de humildad en un medio tan aparatoso y tan fantasma, en el sentido petulante del término. El medio no es el mensaje: lo es el mensajero, como en los eficaces anuncios de tráfico de Rubalcaba. Una suerte de onanismo exhibicionista que nos convierte a todos en voyeurs, no de los contenidos, sino de los continentes. Ahora se prioriza sobre todo aquel consabido efecto de Lasswell consistente en la supervisión del entorno y "la correlación de las distintas partes de la sociedad, que se manifiestan". Las presentadoras (es una profesión muy femenina) deben lucir sus mejores galas (y gafas) informales, además de contonearse "ad hoc" mientras balancean las manos, en sus evoluciones de pasarela, como si fueran garras de aves de rapiña. Y mostrar optimismo contagioso, aunque estén en Haití cubriendo los efectos devastadores del terremoto, metidas en basura hasta las rodillas o exhibiendo cómo se matan los lugareños por un vasito de agua sucia. Siempre lo exótico atrajo a las élites encantadas de conocerse y sirvió para alimentar su hambriento ego de aventuras.

Hay casos flagrantes de obscena vanidad televisiva, como el de los hermanos Milá. Ella, mostrándose como la verdulera que es y haciendo de su denigrante programa Gran Hermano un "Tractatus" de Wittgenstein, mientras que su aristocrático hermano prosocialista se escucha a sí mismo, muy presuntuoso él, para disimular no haber podido figurar tan de nexo con Obama, como el designio de la presidencia española en la UE hubiera querido.

Pero a la obscenidad patológica de los auténticos protagonistas televisivos que son los locutores, le tenemos que añadir proactivamente la nuestra propia, porque como bien reconociera a principios de siglo la profesora americana Ellen Seiter "a medida que Internet se desarrolla desde un instrumento orientado a la investigación minoritaria hacia un medio comercial de masas, las semejanzas entre los sitios webs y la televisión se incrementarán". Eso nos convierte a todos en ególatras reconcomidos, obsesionados con interactuar para adquirir protagonismo y rendir culto a nuestra personalidad. Eso sí, en Internet desde un anonimato que nos permite no revelarnos a nosotros mismos como "fuente" al utilizar el precepto sagrado del periodismo y que no nos paguen por eso. Mientras en Televisión, el salto a la fama se produce a cara de perro, aunque sea para testificar cómo un torero intentó hacer perrerías con una de sus exnovias que, gracias a esa confesión impúdica, quiere dejar de estar a dos velas. Toda la televisión es un descomunal vientre alotrópico y chorreante.

Dicen los teóricos de la comunicación que la "hipertelevisión" actual es "fragmentada, ubicua y asincrónica". Se pierde definitivamente el sentido de lo comunitario, viendo televisión. El viejo mito del anciano contando fábulas alrededor del fuego pierde vigor, en favor de una atomización de la recepción, como pasa con la World Wide Web. Esa confluencia es la que propicia que la contemplación de la pantalla única, sea el mayor y mejor pretexto para reverdecer nuestra hipertrofiada vanidad. Todos interactuando como zombis engreídos en lo más oculto de la caverna, porque la calle se hizo inane.