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lunes, 2 de abril de 2012

En un lugar de la... biblioteca

Hace unas semanas mi hija pequeña me preguntó si teníamos un ejemplar de El Quijote. Pues claro, le respondí y rápidamente lo busqué en la biblioteca de casa. Hacía siglos que no lo abría, el  olor de sus viejas páginas, las frases que al vuelo recuperé...
¿Para qué lo quieres? pregunté
Tengo que leer unos capítulos para hacer un trabajo del cole, respondió Blanca.
Ahhh ya, me dije, así leímos todos El Quijote, a trozos durante los largos cursos de la EGB.

El caso es que esa anécdota despertó de nuevo mi interés por El Quijote y me pregunté por qué durante cuatro siglos no ha dejado de leerse, por qué se sigue leyendo hoy... Supongo que una respuesta fácil es porque El Quijote nos cuenta bellamente algo que nos interesa. Sin embargo, sospecho que esa respuesta no llega al fondo del asunto. ¿Qué es ese algo capaz de interesar ininterrrumpidamente a gentes de cuatros siglos y otros tantos continentes?

Se dice que ese "algo" ha variado con los tiempos. En el siglo XVII era la risa. El propio prólogo de la obra dice que con ella "el melancólico se mueve a risa y el risueño la acrecienta" y en esa misma dirección apuntan comentarios de Lope de Vega, Quevedo, Gracián, Moliére y otras grandes plumas europeas. Sin embargo, en el siglo XVIII la opinión dominante cambia. Para los ilustrados la fuerza de El Quijote radica en ser una crítica subversiva a la decadencia de la España de los Austrias. Obviamente los ilustrados querían tener a Don Quijote de su lado. Pero resulta que los románticos pretendían lo mismo en el siglo XIX. Para ellos Don Quijote es el héroe del idealismo elevado en punga con el bajo materialismo. Durante el XX, por lo que me cuentan, la risa ha vuelto a ganar terreno entre la crítica literaria experta. Por mi cuenta añadiría que los postmodernos no pueden ser insensibles a la ironía que elegantemente destila la obra.

¿Quién tiene razón o, al menos, más razón? Todos,  o si se prefiere ninguno. la clave de este aparente imposible es sencilla. Eso sí, siempre que se haga algo que pocas veces se hace:diferenciar entre información y significado; porque entre información y significado media, ni más ni menos, que una mente. La información que contiene El Quijote es la que puso en sus páginas Miguel de Cervantes; pero el significado que esa información toma en la mente del lector depende mucho de cómo está organizada la mente del lector.

En épocas y geografías diversas las mentes responden a culturas diversas. La variedad de significados que un mismo texto puede adquirir en culturas distintas se acrecienta todavía más cuando el texto consigue casar verosímilmente referencias contrapuestas. Y en ésto Don Quijote es un maestro... es capaz de resultar a un tiempo subversivo pero legítimo, profundo aunque absurdo y necesario pese a ridículo.

¿...Cuál será el significado de esta obra para esta generación del siglo XXI...?
¿Y por qué cuándo busco imágenes en google sobre El Quijote me aparecen fotos del Ché y de Castro? Este sí que es un buen enigma...

2 comentarios:

Nacho Vega dijo...

Buenos días Dª Tasmania:

La razón por la que siempre es una delicia leer libros como “El Quijote”, a mi entender, es simple: Son libros intemporales. Están tan bien escritos, tocan temas tan actuales, a pesar de que lleven publicados cientos de años, que nunca pasarán de moda. Y cada persona que lea uno cualquiera de esos libros inmortales, encontrará su propia razón, su propio significado, para leerlo. Y, pasado un tiempo, encontrará su razón para releerlo. La información que da el autor es variada y actual. A pesar del tiempo que lleva escrito. Y las razones del lector para leerlo, como usted dice en su entrada, serán varias. Cada uno somos un mundo.

Libros como Platero y yo, El Principito, o El Quijote siempre estarán vigentes. En el S. XXI, hasta el infinito y más allá.

En cuanto a lo que usted nos dice de la búsqueda de imágenes en la red de redes… Cualquiera cosa. Como Vuesa Merced sabe, en la Internet hay de todo, como en botica. Bueno, malo y mediopensionista.

Gracias por su entrada. Un placer leerla.

Un saludo.

Unknown dijo...

Pues, mira lo que son las cosas Tasmania, que yo tuve mi primer contacto con El Quijote a los 14 años por imposición de la profesora de literatura, que nos obligó a leer la mayoría de la obra con examen final acerca de la misma. Recuerdo que nos cayó el capítulo XVI: "De lo que sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo". Un capítulo muy adecuado al morbo adolescente porque en él se narra la "aventura amorosa" con Maritornes, entre otras cosas.
Aquel verano leí El Quijote entero (y a lo largo de mi vida lo he leído tres veces, incluído el de Avellaneda, que no me disgustó)y también LA APROXIMACIÓN AL QUIJOTE, de Matín de Riquer (obra muy recomendable del ilustre profesor, ya fallecido).
Pero...¿Qué tiene el Quijote para seguir siendo un libro tan leído en todos los tiempos y latitudes? Yo pienso que mucha verdad y también vida, con una nada despreciable cantidad de humor que, frecuentemente y a lo largo de su relato, te arranca una sonrisa o una carcajada: La magia de dos personajes arquetípicos, pero muy reales en su humanidad, que viven la misma realidad con percepciones distintas e intereses diferentes; que al final de su camino convergen en un mismo plano, transformados ambos. D. Quijote recobra su cordura sin perder su idealismo y Sancho se idealiza más (se Quijotiza), regresando a su pueblo totalmente renovado por la experiencia del camino.
Con un estilo descuidado en muchas ocasiones (recordemos los fallos que encierra la novela: el cálculo erroneo que hace D. Quijote acerca del salario del zagal Andrés, la desaparición del rucio de Sancho, los relatos intermedios del curioso impertinente, etc...)Cervantes logra un relato convincente y sincero de unos personajes intemporales que nos cuentan la vida tal y como es en esencia, independientemente de la época y el país que nos tocan vivir, en los que todos nos sentimos reflejados, incluídos los demás personajes de la obra.
Con tu post, Tasmania, me has hecho revivir la pasión por la lectura y por la vida.
Gracias por éllo, querida.