Ayer leía
en El País un artículo de Jordi Soler llamado “El reverso de la crisis” (http://elpais.com/elpais/2013/05/08/opinion/1368011372_041825.html) en el que Soler rememora a
Orwell para hablar de cómo en Gran Bretaña, ante la escasez producida por la
Segunda Guerra Mundial, los británicos acudían a nuevos (antiguos)
entretenimientos como el canto, la conversación o el deporte porque todo lo que
los últimos años habían aportado a la sociedad de ocio había, literalmente,
despararecido. El chocolate ya no era una golosina, era un antojo, los jardines
públicos se cedían para la creación de huertos y los británicos que no habían
sido movilizados cultivaban en vez de ir al pub. Las comunidades funcionaban y,
entre ellas, negociaban buscando dentro de lo posible un abastecimiento
razonable. De nuevo las naciones sajonas mostraban la vía de la generación de
comunidades para mejorar la sociedad.
El
punto de Soler en su artículo radica en que esas comunidades y ese tipo de
comportamiento económico surgen ahora en España con la crisis; trueque y bancos de tiempo que se sobreponen al dinero o
al mercantilismo oficial. Y concluye “La crisis, en suma, resucita cada día
valores que había sepultado la bonanza económica, valores como la solidaridad,
la compasión y el espíritu de sacrificio, que convendría conservar el día en
que la crisis se aleje y volvamos todos a ignorar al vecino, y a mirarnos
abismados el ombligo.”
Pero no
es suficiente. Es andar la mitad del camino o, como ha pasado mucho en España,
conformarse con el primer florecimiento. Yo tenía un profesor en la universidad
llamado Vicente Donoso que me enseñó que una crisis elimina capital innecesario
y obsoleto. Los británicos, tras la SGM, reconstruyeron su país yendo a
levantar escombros tras trabajar (al igual que los alemanes, por cierto).
Mientras rusos y americanos se disputaban la tecnología alemana para lanzar
cohetes, los ingleses la aprovecharon para hacer coches y tractores y
revolucionaron tanto la ingeniería como el diseño en las décadas de los 50 y 60.
Tanto que aún merece la pena darse la vuelta cuando pasa un Jaguar E por la
calle, por poner un ejemplo.
Querría
ver qué florece en España tras esta crisis, porque si no, volveremos a lo mismo
de siempre; a ser intermediarios y pegar los pelotazos más grandes en épocas de
bonanza y las depresiones más devastadoras en las épocas de crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario