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martes, 2 de julio de 2013

Relativismos entronizados

La muerte de Dios y el fin de la metafísica dejan un terreno abonado para la instauración de los diálogos que la democracia implica (o debiera implicar). La fragilidad está servida. Ni siquiera el ancestral concepto de "ser" al que el pensamiento occidental se venía agarrando resulta sostenible. El inevitable relativismo del pensamiento científico y filosófico tiene como traduccción en el ordenamiento político la configuración de mayorías y minorías propia de la democracia. Esta aceptación de relatividad no puede suponer una renuncia a la búsqueda de otros horizontes, porque entonces la dimensión de lo que falta, esencial en el hombre, se llena de falsos absolutos.

En este vacío se mueven los fundamentalismos identitarios que roen el corazón de una civilización que se entretiene con la adormidera del consumo y que se permite ser pastoreada con cuatro cuentos.

Más allá de lo histórico, la democracia es el único marco posible... ¿el único marco posible?

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