Ayer era
11 de septiembre. A lo mejor porque no soy catalán, aunque sí del Barça y porque no
oculto que el catalán es una lengua que me gusta intentar hablar. O porque (vamos a por
el topicazo, pero es lo que es) me encanta Gerona, la provincia entera, y
Barcelona; partes de la provincia y, por supuesto la ciudad; Bel y Cia; las
calles ortogonales que incitan a desorientarte por ser todos los cruces semejantes pero todas las calles distintas; Can Isidre; Vinçon; los nombres de las calles
como Consell de Cent, Pau Claris... y hasta un taxista pakistaní que me contó en una
ruta “de escapada” la historia política reciente de su país.
Nota al margen; puede
que leyendo esto piensen “freak”, pero Pakistán como realidad política es
apasionante y tienen armamento nuclear, lo que condiciona mucho las miradas
sobre su estabilidad.
Pero
para mí el 11 de septiembre tiene toda la implicación en el World Trade Center. “11 de septiembre”
está totalmente monopolizado por este hecho sin ningún tipo de calificativo
adecuado.
Pero
viendo las noticias de hoy todo es cadena humana, Diada, el líder de ERC
besando en el momento que pasa la cámara a, entiendo, su hijo en la estelada
que el niño lleva como capa (buen timing, sí señor), gente encantada, haciendo
la ola también cuando pasaba la cámara, gritando por la independencia, Artur Mas
pisando la bandera al subir al altar de una iglesia en Gerona… Por cierto, mal
gesto. Las banderas no se deben pisar ni usar como alfombras porque significa
desprecio a lo que representan o la creencia de que un territorio está a tus pies.
Y en cambio
ves en apenas diez segundos el Empire State iluminado de rojo, blanco y azul
con los dos haces de luz de la Zona Cero de fondo. Y me da por pensar que
mientras en un país se genera júbilo por la celebración de la separación en el
día que se celebra una derrota (¡una derrota!), otro país, 19 veces más extenso
que España y 300 veces más extenso que Cataluña se une en silencio en el recuerdo
de una tragedia.
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