La utilización del humor como instrumento propagandístico y arma política la encontramos, también, en tebeos y cómics, desde las historias del semanario infantil Flechas y Pelayos, durante la guerra civil española, hasta revistas como El Papus, Hermano Lobo o las historietas de Martínez, el facha, durante la transición.Pero sin duda, el mejor ejemplo del empleo del humor como arma corrosiva, fue la película El Gran Dictador, de Charlie Chaplin, en la que incluso referencias a los personajes del país imaginario de "Tomeinia" son muy similares a las de la realidad. Una pieza que abriría el camino hacia la utilización de la risa como herramienta contra el nazismo, presente luego en cintas como Ser o no ser, de Lubitsch o La vida es bella, de Benigni.
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