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domingo, 20 de marzo de 2011

De vuelta a casa

¿Cuándo se inicia el regreso? ¿En qué momento dejas de huir, de tratar de dejarlo todo atrás, de irte lo más lejos posible? ¿Por qué la luz, la brisa, el olor de la ciudad que te acompañaba en tu infancia, que te aportaban seguridad, que te entraba por ojos, boca, oídos...es olvidada, guardada en un inaccesible cajón de tu CPU mental como si nunca más desearas revivirla?

Volver a casa. Al lugar que te vió nacer, a la luz que iluminó tus días, a los brazos de quienes te amaron... Cuándo y por qué se regresa, qué es lo que olvidaste en el camino, qué circuito mental te dice: eh!!! Es hora de volver.

Mi padre me decía una y otra vez, no olvides hija, no olvides jamás que eres mediterránea.

9 comentarios:

Olivia dijo...

No es mi caso. Soy del norte, pero sólo considero mi casa el barrio en que jugué. También podría hablar de algunos bares, pero ya no existen.

Mi casa, si yo pudiera, ay, estaría en Londres.

Cumpliendo años, las cosas se van aclarando en mi cabeza. Mi lugar, porque me gusta y porque es posible, sería Cádiz, y lo intentaré. Luz, buen clima y personas con un trato muy fácil.
Todos esos sitios pueden ser mi casa. También Madrid, también Lisboa.

Pero del Norte, donde naci y viví hasta ahora, sólo considero mi casa la calle en la que crecí. Que ya no es mi calle, por cierto.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Artanis dijo...

Jamás he conseguido sentirme vinculado a una ciudad o a una región. Sí, a espacios concretos. Casas, emplazamientos, que quedan como pequeños "lugares preferidos".
Existe el recurso de sanitud mental -al parecer- de diseñarse en la mente, un espacio ideal- la casa de los sueños, el apartamento con vistas a la mejor calle o al más salvaje acantilado, la casa perdida en los bosques dónde ningún otro holla el suelo...-

Algo pasa cuándo esos lugares "ideales-pero-inexistentes" ocupan en tu mente rincones más acogedores que los reales.

Es feo decirlo en un periodo en que la gente rebusca en la basura, pero puedes tener techo y no sentirlo como un hogar. Lo bueno sería, ser capaz de convertir eso en una ventaja. Un no-necesitar.

Pero vaya un Aleluya por los que han conseguido crear el mundo de sus sueños, en la realidad. Hipoteca incluída.

Flops!!! dijo...

En alguna etapa de nuestra vida nos adocenamos sin saber con precisión en qué momento ocurrió. Miramos atrás y una pregunta nos asalta: ¿Cuando ha sido?
Es posible que impelidos por esto, salgamos corriendo de manera instintiva; pero cuando paramos en nuestra loca huída, y volvemos la mirada atrás, es muy reconfortante saber que tenemos a donde regresar...y lo deseamos. 
¡Que coño! A veces hay que ser corredor olímpico, aunque sólo sea por un día.

Olivia dijo...

Eso sí. Cuando me muera volveré al norte, donde estarán mis padres.
Quizás es una tontería, pero querría estar con ellos, aunque sea en la Nada.

Louella Parsons dijo...

Querida Tasmania, yo regreso continuamente al lugar de mi infancia, un confortable colchón donde las preocupaciones se mitigan y las inseguridades desaparecen, porque no puedo controlar la terca necesidad de ir a buscar el sosiego y la despreocupación que me proporciona ese hogar calentito que empiezo a disfrutar desde el momento en que me dispongo a hacer la maleta, sí, querida, yo siempre vuelvo, continuamente, quizás demasiado, quizas sea un acusado aldeanismo o una incapacidad de adaptación lo que me impide encontrar otro lugar que no sea ese pequeño mundo mío que siempre me espera y en el que más feliz he sido.

Louella Parsons dijo...

Y con el título de la entrada de hoy, no puedo evitar acordarme de la película El camino a casa de Zhang Yimou. Una obra de arte.

Jujope dijo...

¿Está segura de que la gente de Cádiz es de "un trato muy fácil", mi querida amiga Olivia?

Mi abuela me contaba que "en todas partes cuecen habas y en mi casa exportadas..."

Yo soy de una de las hiperciudades rurales y otrora con cierta proyección industrial de la provincia de Cádiz. Cierto es lo de la luz. La Luz de Cádiz -sobre todo el efecto mágico que hace en la isla de San Fernando- es impresionante. No hay otra igual en el mundo, ni la de Marruecos. Eso se lo concedo. Es una luz que te resarce de casi todo.

Pero el clima... levante, humedad, humedad y levante pa' regalar.

Y la gente, pues ¿qué quiere que le diga? He vivido en Granada, Madrid, Barcelona, Sevilla, Palma de Mallorca y Cáceres. La gente más complicada y difícil del mundo es la de Cádiz, con avaricia, con diferencia, tela marinera.

No obstante, cada sitio tiene lo suyo. Mi mejor amigo actual es de León y no se parece nada a José Luis. Y la tipa más salvajemente execrable que se ha cruzado en mi vida es de Mazarrón.

Pero los míos, ay, amiga, qué dificilitos que son los míos. Aunque cada uno cuente la feria como le va, me dirá con razón. La feria: esa cosa tan cacique y tormentosamente ruidosa, donde todo es un bluff que no llega a la semana y de cuyos suspiros polvorientos viven mis paisanos todo el año. ¡Ojo, que eso lo inventaron los sevillanos!

Un cordial saludo.

Unknown dijo...

Gracias, D.ña Tasmania, por su pensamiento poético, de verdad se lo digo.
La huída es una engañifa, un creer que con ello vas a encontrar lo que no tienes y buscas desesperadamente en otros lugares geográficos.
Como decía Séneca (no es cita textual):
"De nada sirve cambiar de ciudad o continente porque con nuestro equipaje irán nuestros problemas"
Huir es trasladar de sitio nuestros problemas, sin solucionarlos, aunque en la decisión de cambiar-de lugar- estamos afrontando el problema y la decisión de solucionarlo, por empezar a reconocerlo.
Volver es reconfortante, es el reencuentro con el origen de la existencia que nos dieron y es, sin necesidad de palabras, la confirmación de lo que nos importa, de lo que hemos querido y seguimos queriendo.
VOLVAMOS, DÑA TASMANIA, Y VEREMOS QUÉ PASA
Un beso y abrazo.