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sábado, 12 de marzo de 2011

Secretos, magia y fantasías


He conocido a un tipo genial. Un hombre del campo, conocedor de historias fantásticas, de esas que nadie escribe y que se propagan de boca a oreja. Me ha hablado de la Galicia mágica, de cuentos antiguos y metáforas imposibles, del significado de las piedras, del uso de las plantas y de enfermedades imaginarias. Me ha hablado de tradiciones centenarias, de romerías olvidadas y del sabor del buen vino gallego. Es un tipo increíble y podría pasarme la vida escuchándole, preguntándole, escudriñándole...

Durante nuestra conversación tomé algunas notas con su permiso. Hoy, revisándolas, he pensado en compartir alguna de sus historias con ustedes.

¿Han oído hablar alguna vez de la caída de la espiñela? Al parecer es una enfermedad imaginaria muy común en la Galicia mágica. Hay otras, la caída de la paletilla, del calleiro y de las asaduras. Las dos primeras se fundan en la supuesta existencia de dos pequeños huesos, con capacidad de "caída" y que se llaman espiñela y paletilla y que se encuentran al final del esternón, aunque en algunas zonas se supone que la paletilla se encuentra situada en la espalda, en el punto medio de la distancia entre los hombros. El calleiro es la enfermedad por la cual el estómago "cae" mientras que las asaduras implican la "caída" del hígado y otras vísceras.

Los síntomas de estas enfermedades son falta de apetito, fatiga, cansancio, opresión en el pecho o sudores fríos. Mi amigo me asegura que muchas personas han fallecido a lo largo del tiempo de estas enfermedades, en particular mujeres.

Les contaré cómo se detectan. El paciente se acuesta en el suelo, estira los brazos y junta las palmas de sus manos. Así, se realizan una serie de mediciones -brazos, dedos, costados...- y si no coinciden exactamente se diagnostica "caída de espiñela" o la "caída" que proceda.

Existen muchos remedios, la mezcla de huevos con miel, con incienso... o la ingesta, el día de San Juan, de dos erizos jóvenes de castaño con miel. Cataplasmas, monedas, sangrados... Mi amigo conoció varios casos de "caídas" a lo largo de su vida. Algunos de sus conocidos no sobrevivieron.

Otro día les hablaré de brujas, meigas y trasnos, de deidades celtas y de la Santa Compaña. Hoy llueve, hace un día perfecto para visitar a mi amigo. Le llevaré una botella de blanco del que me trae Ángeles, a ver qué le parece.

16 comentarios:

Louella Parsons dijo...

A saber de qué murieron esos pobriños conocidos de tu amigo, querida Tasmania.

En los pueblos hay historias asombrosas!!
En el mío hay una de ovnis, otra de una cueva con espíritus.
Del lobo también hay leyendas estremecedoras pero la que más miedo me daba de pequeña era una que me contaba mi padre sobre una pequeña iglesia de una aldea abandonada cercana a la nuestra. Un día alguien entró por la noche y se encontró el suelo lleno de lucecitas y pequeños resplandores. La explicación fue que bajo las maderas del suelo, comidas por la polilla y la humedad, había cadáveres enterrados y lo que brillaba era el fósforo de los huesos.

En mi pueblo, cuando los niños se ponían malitos se les daba anisinos, una infusión de bolitas de anis calentita que curaba todos los males.

Artanis dijo...

Buenos días...

Yo aporto -en lo que en los predios tasmánicos llaman "territorio turco", o sea, Coruña... urbe, finales de los cincuenta- el caldo producido en la cocción de crías de rata recién paridas, para combatir la otitis.

Pero me temo que con estas atrocidades, erosionamos el romanticismo que impregna su entrada de hoy, que merece ser contemplada de otra manera...

Artanis dijo...

Ejem...

El caldo resultante se vertía en la cavidad auricular, claro... no se ingería...

Turcos, pero no tanto...

Noumenadas dijo...

Eso, eso, porque haberlas -según tengo entendido- haylas.

Tasmania dijo...

Haylas, haylas....no le quepa duda Juante... Sin embargo, son mujeres que se han olvidado de sí mismas, son imitadoras, no conocen su camino ni son capaces de encontrarlo. Sé de algunas, sufren, padecen la enfermedad de sus miserias y, aunque lo saben, no se reconocen.

Noumenadas dijo...

Una descripción maravillosa, querida Tasmania. Coincide en cierta forma con lo que me comentó el otro día una amiga, antigua amiga de una atrapada en su propia huida. Pero la suya me gusta más: está expresada con las palabras justas.

Noumenadas dijo...

He querido decir la "tuya", evidentemente, Tasmania.

Olivia dijo...

Pocas cosas -entre ellas los demonios de Tasmania- me dan tanto miedo como las historias de la Santa Compaña. Como me encanta pasar miedo, espero por esas historias....

Artanis dijo...

"Sin embargo, son mujeres que se han olvidado de sí mismas, son imitadoras, no conocen su camino ni son capaces de encontrarlo. Sé de algunas, sufren, padecen la enfermedad de sus miserias y, aunque lo saben, no se reconocen."

La bruja que no se reconoce, confunde su escoba con un sillín de bicicleta. La bruja que no se reconoce fuma con filtro, aunque sea como beber café descafeinado a través de un velo. La bruja que no se reconoce confunde la sonrisa con la hiena. La bruja que no se reconoce pinta picassos con plastidecor. La bruja que no se reconoce se olvida de que sabe bailar en el filo de un sable. La bruja que no se reconoce va a movimiento de caballo en el tablero, cuando lo suyo es ser unicornio rampante. La bruja que no se reconoce... se reconoce.

Vaya si se reconoce... incluso se conoce.

Noumenadas dijo...

Son como las femmes fatales (y "fulanes", que diría mi amiga francesa Reme): en su condición de ególatras superlativas que saben muy bien como son y lo que son (lo expresa magistralmente Tasmania), va incluído el insufrible cinismo de aparentar ante la galería que son un remedo inocente de Alicia en el país de las maravillas. No encuentro contradicción alguna en que una bruja se conozca, pero no se reconozca. Sino todo lo contrario, suma coherencia de bruja. Incluso conozco una que se ha comprado un libro sobre bipolaridad, para reconocerse, reconocido por ella misma.

Para mí, las brujas son auténticas psicópatas.

Unknown dijo...

Ay, Dña. Tasmania ¿su amigo gurú no le habló de la histeria (HISTERION: útero)principalmente padecido por mujeres, pero más demoledor en hombres, por más contumaz?.
Cuando los medios diagnósticos evolucionan hasta la posibilidad de descartar un mal físico, surge la histeria (o síndrome conversivo, más fino que el término freudiano), y aflora en la patología del siglo XX-XXI la fibromialgia/fribrositis generalizada, el síndrome de fatiga crónica y otras lindezas que vuelven locos a los médicos y a los empresarios que soportan las continuas bajas laborales por esos conceptos.
A ver si su curandero puede aportar un remedio a tanta confusión.

Artanis dijo...

¡Qué difícil es ser psicópata!

En cuanto nos despistamos, nos salen los sentimientos hasta por las uñas de los pies...

Y el psicópata se difumina...

Eso nos chafa el autorretrato... pero tener sentimientos es como ducharse por dentro...

Noumenadas dijo...

Sí que es difícil ser psicópata, sí. Tanto que se nos antoja inconcebible, salvo en quien divaga errática y obscenamente, sin reconocer la insufrible indigencia que todos le presienten con justeza.

Anónimo dijo...

...Y no se olviden de los embaucadores y sátiros charlatanes, veces engañan hasta a las "brujas".

Noumenadas dijo...

Lo que resulta pasmoso y aterrador es que tanta "originalidad aparente" (Tasmania con mucho acierto lo llama "miserias") esté tan perfectamente tabulado y tipificado. Lean, si les apetece. Y alucinen, si han tenido ocasión -como Taz y servidor- de encontrar a una de esas brujas que se parecen a Heidi:

Características clínicas de la psicopatía

Noumenadas dijo...

De acuerdo total con Anónimo. Sólo un gurú embaucador (más si es porteño y vago) columpia a la bruja artera.