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lunes, 10 de mayo de 2010

De la Libertad a la Ley

Partamos de la libertad. Ser libre es hacer lo que a uno le de la gana. Si en lugar de hacer lo que me da la gana hago lo que manda un amo, un rey, un tirano, alquien que puede dominarme por la fuerza entonces, no soy libre. Soy un esclavo. Hago lo que me da la gana cuando mis actos no dependen de nada. Ahora bien, si porque soy gallego me comporto como gallego, mis actos dependen entonces de todas aquellas cosas en las que consiste ser gallego.

Muchas veces, ser gallego es como cocinar la propia vida a la gallega, ser siervo de mil recetas, de mil servidumbres, de mil prejuicios. Si, por ejemplo, porque soy mujer me comporto como corresponde comportarse a las mujeres, es fácil caer en al cuenta de que seguro me está haciendo sierva de un sinfín de prejuicios y costumbres que se han instituído a lo largo de los años mediante mil servidumbres y mil microscópicas tiranías, que lo propio de ser mujer es hacer esto o lo otro. Vaya usted a saber.

No soy libre cuando me limito a seguir el papel que me ha tocado en la vida, lo mismo que al mejicano de la película del oeste le tocaba hacer de mejicano, al párroco de párroco, al campesino de campesino, a la camarera de camarera. En realidad, para que mis actos, verdaderamente, no dependan de nada, conviene que tamoco me fíe mucho de mis ganas. Hacer lo que a uno le da la gana parece que tiene que ver con la libertad pero también es fácil caer en la cuenta de que no es así si nos fijamos en la vida de un neurótico, es decir, de un esclavo de sus ganas.


Jack Nicholson, por ejemplo, en aquella película "Mejor imposible" era un neurótico infernal. Cada vez que tocaba algo que no estuviera esterilizado tenía que lavarse las manos y siempre con una pastilla de jabón recién estrenada; no podía pisar las cruces de las baldosas del suelo y muchas veces tenía que andar de puntillas. Hacía, desde luego, lo que le daba la gana pero sería absurdo pretender que era libre.

La ley nunca me dice que haga esto o lo otro o lo de más allá. Me dice más bien que haga lo que quiera pero de verdad, es decir, que obedezca yo también a la ley que de verdad quiero que rija. Me permite, pues, hacer lo que quiera, sí, pero sin trucos: o sea, que haga en el mundo efectivamente lo que de verdad quiero que ocurra en el mundo.


O lo que es lo mismo, la ley me dice: actúa de tal modo que puedas estar seguro de que tu acto no es incompatible con la forma de ley; que puedas estar seguro de que no te repugnaría ver tus actos convertidos en una pauta que cualquiera tiene derecho a seguir; que puedas estar seguro de que haces lo que quieres de verdad, es decir, que puedas estar seguro de que protagonizas las acciones que de verdad quieres ver realizadas en el mundo.

Actúa de tal forma que tu acto no dependa de nada de lo que tú en concreto eres, que no dependa de que seas blanco o negro, valiente o cobarde, tacaño o generoso, rico o pobre, espartano, ateniense o persa, hombre o mujer, cristiano o musulmán. Aquello a lo que obliga la ley es, por consiguiente, a tratarse a uno mismo como a uno cualquiera, y precisamente en ese sentido, a ser libre.

9 comentarios:

Jujope dijo...

Esta es una simple cuestión que no suelen entender los progres. La dispersión, la volubilidad, no hacen más libre a la persona, sino todo lo contrario, más esclava por no poder adquirir compromiso.

"La verdad os hará libres", pero hay quien no es consciente de ser engañado por esos chamanes disfrazados de iluminados redentores, que tanto proliferan hoy en día, al socaire de las partitocracias corruptas, que son prácticamente todas. No sólo me estoy refiriendo a esas novias o viudas negras occidentales que se autoinmolan en atentados masivos, tras ser convenientemente lobotomizadas por un barbudo sin escrúpulos sexuales. No; veo y sufro (desgraciadamente) gente así, en el curre y hasta en el ascensor. Y en lo que hay en medio. Y me siento libre en mi verdad, pero la fatua (y muchas veces dañina) verdad de ellos atenta contra mi libertad.

Gracias, Tasmania, por tan sensible y hermoso texto.

Mesala Gongo dijo...

Es de agradecer un aire fresco y puro sobre el significado de determinadas palabras, pero len especial la LIBERTAD.

Para los actuales progresistas, su libertad, comienza donde termina la de los otros que no piensan como ellos.

La libertad, para ellos, es como la voz del clérigo en el guiñol, imitando la voz de la virgen, aguda,chillona y falsa.

Es así, también utilizada por los personajes malvados,con voz firme pero falsa.

Los idiotas querida Tasmania,
sabemos lo que es y significa LIBERTAD.

Los progres la desean tanto, que de tanto pronunciarla, ya no saben lo que significa

Nrq dijo...

Yo creo en el no intervencionismo de los gobiernos. Por eso no me gustan los "so called" progresismos; porque llenan de reglas, disposiciones y excepciones el mundo.

Lo cierto es que también creo en la educación y creo que una nación suficientemente educada es una nación competitiva (Gary Becker, neoliberal de la Univ de Chicago, lo dice bien claro).

Si los gobiernos progresistas se esfuerzan en bajar el nivel educativo, entonces la necesidad de intervención es mayor, porque cosas que antes no se hacían por educación, ahora han de ser penadas por falta de ella.

Se complica un poco si se profundiza, pero se ve la línea general, ¿no?

Tasmania dijo...

Gracias D. Juante por traernos la sabiduría en esencia: "La verdad os hará libres"

Creo que no es la primera vez que me habrán escuchado eso de que lo más sencillo es siempre lo más brillante.

Mi adorado NRQ... tampoco yo estoy de acuerdo con el intervencionismo que nos acogota. Poco falta para que se permitan vigilarnos por la mirilla, o a través de la puerta entreabierta del dormitorio... tipo Ley de patada en la puerta de otros socialistas...

Sin embargo, no van los tiros por ahí, querido. La libertad es un valor individual que nos obliga a saber hasta dónde ser libre no esclaviza a otro y que bajo el imperio de la ley, de la buena ley si me permite, todos estamos a salvo... incluido Garzón (aunque el no lo sepa)

Jujope dijo...

De nada, querida Tasmania. Quizás, de una forma mucho más sucinta, he querido decir lo mismo, pero al revés.

El compromiso -ese "palabro" tan odioso- lo debemos adoptar, no sólo respetando una señal de tráfico o siendo puntuales para empezar el trabajo -lo que, sin duda, nos hace iguales ante leyes que subrayan nuestra libertad de actuación y no el caos, que sería otra cuestión-, sino cumpliendo con lealtad esas leyes no escritas a las que llamamos "moral". Me obsesiona este último tema, el de la moral o la ética, la clave de esa tan olvidada como denostada filosofía que históricamente nos ha recorrido hasta hace poco.

A eso me refería con lo de compromiso, no a la acepción más frívola del término, sino al respeto máximo por las decisiones asentadas en el pacto tácito de trato recíproco semejante, como única posibilidad de actuar en libertad, sin vernos cercenados por veleidades, casuísticas inesperadas o entropías indeseables que infectan a interlocutores arteros y lábiles.

Y mi alusión al talibanismo, no era sino una alegoría de lo que hoy me encuentro en cantidades industriales entre esa progresía a la que se le llena la boca hablando de "libertad", sin tener triste idea de lo que es y que, por desgracia, merodea por mi entorno y me imagino que por muchos más.

Perdón por el rollete nocturno, pero se trata de un tema recurrente incluso para quienes confunden ser poliédricos con libres. Saludos.

Tasmania dijo...

D. Juante, observo inquietudes que le palpitan y se hacen palabras en sus labios (o en sus dedos, si lo prefiere)

Quisiera animarle a introduir su propio post... compromiso, ética y moral... esas palabras a las que se refería construirían una hermosa entrada.

Anímese. A mí me encantaría comentarle.

Jujope dijo...

Muchas gracias por el ofrecimiento, querida Tasmania. Acepto muy gustoso el desafío. Eso sí, mañana vuelvo a tener taller, estoy estos días a matacaballo y, siendo verdad lo que me dice -¡hay que ver qué capacidad de intuición-observación!- que hay especialmente un asunto que me parte el alma, no dude que haré algo para el blog.

Saludos.

churruca dijo...

De la libertad a la ley. No, querida Tasmania: de la ley a la libertad. Decían los romanos, que de tontos tenían lo justo, que “la libertad es la facultad de hacer aquello que el derecho permite”. No hay libertad sin ley. No para todos. Que de eso se trata, en realidad: que todos gocemos de la misma libertad.

Tasmania dijo...

En efecto querido Churruca. De la ley a la libertad... de eso se trata. Empezar el cuento al revés, darle la vuelta a la tortilla... es sólo una pieza retórica más.

La propiedad conmutativa. Isabel y Fernando... ya sabe.