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viernes, 7 de mayo de 2010

La Guardia Suiza

Pues bien; Ms Parsons me pidió escribir y, francamente, esta dama de manors, cuadras y descapotables morgan tiene cualquier privilegio (verdad Taz?).


Pospongo unas horas de nada, por tanto, un tema del que les quería hablar. Acaba el jueves 6 de mayo y hoy, un grupo de motivados jóvenes y no tan jóvenes han jurado lealtad al Papa y a la ciudad del vaticano. "Ich schwöre, all das zu beobachten, was die Ehre meines Standes von mir verlangt". O acaso "Lo juro y que Dios y los Santos Patronos me ayuden".


La guardia suiza, fundada el 21 de enero de 1506 por Julio II, el Papa Soldado, capaz de aguantar, pausar, torear y enervar al Miguel Ángel y que le encargó pintar los techos de la Capilla Sixtina. Aquél que, si han visto o leído "La agonía y el éxtasis" preguntaba al de Caprese '¿cuándo terminarás?' y éste le contestaba 'Cuando acabe'.
Pues este Papa, que si lo miramos desde la piedad cristiana era austero y si lo miramos desde el materialismo era un avaro, tenía las arcas vaticanas llenas y, gracias a ello, decidió contratar a jóvenes de los cantones germanos de Suiza a cambio de varias prebendas. Principalmente carne salada y plata (los lansquenetes de Carlos V cobraban en cobre, claro, y comían verdura).


El 6 de mayo de 1527, a costa de una orden del emperador para tranquilizar a sus mercenarios alemanes, las tropas imperiales entran en Roma con el fin de adueñarse de todo lo que puedan alcanzar; El Saqueo.
Bajo el juramento arriba referido, La Guardia protege la vida de Clemente VII hasta tenerlo a salvo en Sant' Angelo, pero 147 hombres de más o menos 200 pierden la vida en la defensa Vaticana. La leyenda, desconozco si es cierta, habla de que se defendieron hasta en el mismo altar de San Pedro. No estaba aún el baldaquino, pero los que hayan visitado la Basílica, se pueden imaginar la dimensión de la lucha y, por tanto, la dimensión de su fidelidad.


147 hombres, a espada, quisieron engañar a una horda para proteger la vida de una persona por un juramento, ya que por carne y plata, francamente, no das la vida.


Miro a mi alrededor y evalúo mis lealtades. No voy a teorizar sobre ellas. Sólo que miro y evalúo mis lealtades. Y cuando vuelvo la mirada y miro a la Guardia Suiza, veo que ahora son soldados con lanzas en el siglo XXI. Soldados fotografiados por los turistas. Guardias de la puerta de Santa Ana. Parece que la defensa del suelo Vaticano ya es cosa romántica y testimonial. Pero se les entrena para saltar delante del Papa en caso de un atentado interceptando la bala. Lo mismo ocurre con otro tantos servicios secretos y ninguno pensamos que haya dinero que lo valga porque, si ocurre, el dinero ya no vale nada.


No se engañen por el mito. La lealtad no es sólo dar la vida por alguien. Ni siquiera tiene que ser dar la vida por alguien.
La lealtad es saber que tienes a alguien al lado que responde a tu estímulo igual que tú respondes al suyo. No hay lealtad sin entrega. Lo demás, es mercado. Y yo soy un defensor acérrimo del libre mercado, pero guardo algunos de mis tesoros lejos del mostrador.

11 comentarios:

Jujope dijo...

Apuntes históricos impagables, sin duda alguna. La anécdota bien vale una somera y sincera reflexión sobre lealtad y fidelidad.

Creo que la lealtad (o el grado de ella) es una simple (no por lo simple) demanda personal. No se puede hacer tabla rasa de la "lealtad" como valor universal que afecte a todo el mundo por igual, en la misma medida en que nadie es igualmente pasional.

Lealtad es dignidad. Pero no puede ser ni fragmentaria, ni voluble, ni esquiva, ni caprichosa, por definición y porque no es negociable en ningún caso, con ningún pretexto, el "tipo" de lealtad que se asigne en el toma y daca que le da sentido.

Parodiando la canción, corren malos tiempos para la lealtad. Porque, muy al contrario de lo que se suele sostener hipócritamente, la lealtad requiere fidelidad máxima para alcanzar su justo punto de verdad, es decir: posesión, exclusión de todo elemento espurio, en el espacio y, sobre todo, en el tiempo. Difícil de conseguir, sostener y no enmendar (enmierdar), en estos tiempos difíciles de vanidades caleidoscópicas (perdón por la cursilería) teledirigidas y comandadas por iluminados sin luces.

Una quimera, la mejor prueba de trascendentalidad. No sólo en el plano de la religión, aunque sea ese el único marco leal que ya nos quede "invicto". Me refiero incluso a la veneración recíproca de la persona amada, como Religión con mayúsculas. Modestia aparte, siempre he querido, exigido y tenido lealtad, aunque no sea a un equipo de fútbol precisamente, que es donde empiezan y acaban todas las lealtades fatuas de estos infaustos momentos.

(La filmografía de Andrzej Zulawski, "La fidelidad", "La posesión", sirve de ejemplo.)

Tasmania dijo...

Don Juante
A mí también me ha impresionado la referencia de mi querido N a la lealtad. En mi humilde opinión el hilo de su discurso es excelente.

Cuántas cosas podemos comprender hoy conociendo nuestra historia (no la reescrita, naturalmente)

Aristóteles, Tomás de Aquino, Maimónides... tantos pensadores que nos describieron las diferencias entre valor y virtud.

El valor de la lealtad. A tantos se les llena la boca con tan noble palabra. Pero ¿tienen la virtud necesaria para SER leales?

Ayer, mientras conducía entre Santiago y Pontevedra pensaba... Sí, debería haber algo en el alma de cada uno de los hombres por lo que matar o morir..

....entonces el valor de la lealtad sería auténtico porque existiria la virtud de SER leal.

Unknown dijo...

Lo hay, Doña Tasmania, lo hay.

En el alma de algunos hombres. No de todos.

El post de hoy de D. SG es un homenaje auténtico a ello. Y a ellos.

A quienes fueron leales a sus principios y convicciones más íntimos (en definitiva, a sí mismos) y perdieron la vida por ello.

Un fuerte abrazo a todos Uds.

Jujope dijo...

No puedo estar más de acuerdo, doña Tasmania.

Lo que se considera "políticamente incorrecto" resulta SER siempre lo más adecuado... cuando hablamos de LEALTAD.

Saludos cordiales.

Louella Parsons dijo...

Magnífica lección de Historia y reflexión sobre la lealtad, don Nrq

Mi amiga J, concejal del PP en el PV (con escoltas desde hace más de quince años) me decía un día, durante el famoso proceso de paz, que ella nunca se había cuestionado si merecía la pena arriesgar su vida por defender sus principios. Sólo valoraba las consecuencias que eso tendría en sus hijos, en su familia……

Durante el “famoso” proceso de paz, muchos comprobamos cómo la comodidad intelectual llevó a la mayoría de los ciudadanos a creer que la negociación era buena porque salvaría la vida de los amenazados y traería la “paz”.

Entonces J decía que ahora (entonces) tendría que dar consistencia intelectual a una postura instintiva de Civilización, a un impulso cívico, porque si no lo hacía, si no desarrollaba un discurso que justificara su compromiso vital, quedaría encima como una idiota, como una desagradecida.

Me dijo:
Nada merece la pena morir por ello. Pero sí creo que hay algunas cosas por las que merece la pena vivir. Yo no muero por enfrentarme al totalitarismo; yo vivo para enfrentarme al totalitarismo

Neo... dijo...

La palabra lealtad es difícil de pronunciar hasta que no se han consumado los hechos.
Solamente podremos catalogar a alguien de leal hasta que sus obras nos lo demuestren.
El ser leal conlleva otros valores, como la valentía, la generosidad, el amor. ¿Se puede ser leal hasta la muerte? Creo que sí. Hay casos concretos de ello. ¿Pero, yo puedo llegar a ser leal hasta la muerte? No lo sé. Soy tan cobarde que prefiero que mi lealtad no llegue a ser probada hasta ese extremo.
Un saludo.

Nrq dijo...

Mr Neo;

el último párrafo habla de que no es necesario un escenario límite para mostrar lealtad. La lealtad es entrega que a priori no exige contraprestración. Es el querer no fallar a quién no te falla lo que le da ese carácter, que, por otra parte, es el más tranquilizador y el más ansiado.

Louella Parsons dijo...

La lealtad es entrega que a priori no exige contraprestración, dice Nrq.

Y es cierto. No exige contraprestación pero en el fondo esperamos una respuesta igual y la experiencia te demuestra que nos decepcionaremos muchas veces. Pretendemos proyectar nuestros deseos de lealtad en la otra parte, esperamos que sea como nosotros, no lo imaginamos de otra manera, bien sea por nuestra ingenuidad o por nuestro deseo y necesidad de apoyo y al final llega la decepción.
Esto nos lleva irremediablemente a ser más cautos y desconfiados. Perderemos la candidez y la inocencia pero nuestra esperanza será que a pesar de todo, seguiremos buscando ser leales sin condiciones.
No podríamos ser felices si no fuera así.

Tasmania dijo...

Vaya, menuda nochecita....
Valores y virtudes... en efecto. Dña. Louella su último post me ha... impresionado. Gracias.

N, cómo no. Mrs Parsons tiene entrada y salida libre... el privilegio es nuestro

Louella Parsons dijo...

Pero mi querida Tasmania, privilegiada yo de poder disfrutar de este espacio con todos ustedes.
Un lujazo.

Unknown dijo...

No se engañen por el mito. La lealtad no es sólo dar la vida por alguien. Ni siquiera tiene que ser dar la vida por alguien.
La lealtad es saber que tienes a alguien al lado que responde a tu estímulo igual que tú respondes al suyo. No hay lealtad sin entrega. Lo demás, es mercado.


Escojo esta frase del espléndido texto de D. Nrq para centrar mi reflexión sobre el tema en su aspecto más cotidiano, más cercano a todos nosotros, al día a día ‘común y corriente’. Las grandes gestas épicas quedaron atrás, pero nos legaron en el inconsciente un concepto mítico, casi diría mitológico, de la lealtad. Sin embargo, ¿Cómo se demuestra hoy día?

Vivimos en un tiempo en que la lealtad, tal como la aprendí, tal como me la enseñaron, no existe. Recuerden aquellas películas de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, en la que las personas se jugaban la vida por sus ideales, por salvar al compañero en la trinchera, por esconder a perfectos desconocidos en sus propias casas. Fidelidad absoluta a un ideal, a una convicción o a uno mismo.

Todo eso se ha perdido (al menos en esta España nuestra de primer mundo civilizado). La Lealtad es otro de esos conceptos que ha sido desprovisto de su verdadero significado y de su inmenso valor, como les sucede también al Esfuerzo o a la Constancia. Y siendo estos últimos casos graves (un día tenemos que hablar de la Educación), no lo son tanto como el de la Lealtad, porque los primeros atañen fundamentalmente a la dimensión individual, mientras que la lealtad habla de nuestra relación con el otro. Ser humano frente a ser humano.

Decía G.K. Chesterton que “Es difícil dar una definición de la lealtad, pero quizás nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida.” En realidad, no hay obligación para con el otro. Es uno mismo quien se obliga. Es dar sin pedir nada a cambio (aunque muchas veces lo esperemos; Doña Louella tiene razón). Es entrega. Es sentir en lo más profundo de tu ser que ‘eso es lo que hay que hacer’. Es, en palabras llanas, ‘estar siempre ahí’.

¿Son lealtad y compromiso una misma cosa? La lealtad lleva aparejado el compromiso, pero mientras de éste último puede haber distintos grados (con el trabajo, con la amistad, con la familia) la lealtad me parece un concepto binario: 0 ó 1. Se tiene o no se tiene. Se siente o no se siente. Se es o no se es.

Y yo me pregunto: ¿con quién estoy realmente comprometida? ¿quiénes tienen mi lealtad? ¿la merecen o la regalo? Y (hecho el ejercicio a conciencia, desde que leí el texto de D. Nrq el viernes de madrugada) me sobran dedos de una mano para contar mis lealtades, aun siendo una persona comprometida con distintas personas y cosas. ¿Triste? No estoy segura, pero creo que no. Quizá tengo que seguir reflexionando.

Me tranquiliza saber que aquellos que tienen mi lealtad lo saben. No sólo por mis palabras sino, fundamentalmente, por mis hechos, en nada heroicos o grandilocuentes.

Estar siempre ahí. Tan sencillo como eso.