lunes, 17 de mayo de 2010
Insolencia
Cuando el ejército de Jerjes I se enfrenta a Leónidas y sus 300 en la entrada de las Termópilas, la clásica misericordia que suelen mostrar los grandes emperadores, reyes-dioses o demás postulantes a la historia, hizo adelantarse a un general aqueménida que les propuso abandonar las armas; "Μολὼν λαβέ", contestó Leónidas en lo que pasaría a ser el clásico ejemplo del laconismo. "Venid a buscarlas".
Aunque el laconismo lo identifiquemos principalmente con la brevedad en realidad, o al menos en la realidad clásica, significa ser breve. Breve, sí, pero con ingenio y toques de insolencia. Cuando los lacedemonios se apostaron a la entrada del desfiladero sabían que iban a morir en esa batalla. Su única esperanza estaba en que el resto de Grecia se levantara en armas, como ocurrió cerca de un año más tarde, pero no contaban realmente con ello. Las Termópilas sería su tumba pero harían honor a la tierra que iban a defender. Si el primer paso fue llegar, el segundo fue provocar al enemigo.
Leónidas no sólo se mostró insolente, sino que se posicionó en un lugar en el que daba igual que les atacaran 10, 100, 1000 o 10.000 porque, al ser el paso angosto, no podían maniobrar más que los hombres que los espartanos podían contener; sabían a dónde iban, cuánta gente necesitaban para esos días y ese número acudieron, dejando Esparta protegida con otra dotación. Y el rey al frente de la tropa.
Permítanse unos segundos e imaginen todo lo que he contado hasta ahora; un rey al frente de 300 hombres taponando la entrada a un desfiladero y provocando a un ejército que rondaba los 200.000 hombres.
Pese a que deberíamos haber aprendido de esto ya hace mucho tiempo, los israelíes nos proporcionan su propio laconismo denominado Chutzpah (חֻצְפָּה) que camina por la insolencia; "por qué tú eres comandante y yo no?". El que practica la chutzpah sabe perfectamente que sobrepasa los límites, pero porque sabe que puede vencer al que tiene enfrente.
Posiblemente este posicionamiento tan agresivo cale negativamente en la cabeza de muchos que no estamos acostumbrados a ello, pero quiero recordar que Israel es un país nacido en 1948 y que, ahora mismo y desde hace ya unas cuántas décadas, es capaz de protegerse y vigilar occidente con una población limitada que aprende desde pequeña a hacer de todo. Además tienen un nido de innovación y desarrollo industrializado que ya querríamos en la España del 2010. Y esto se ha conseguido en base a insolencia y adaptabilidad. Cuestionando a Europa, a Oriente, incluso a los USA, y haciendo que todo el país trabaje en lo que el país necesita.
El modelo empapa dentro de las empresas y el caso más claro es el gobierno; quién hoy es primer ministro, mañana puede ser ministro de cultura o secretario de pesca… y todo sigue hacia delante.
Pero aquí no. Aquí adolecemos de laconismo (no hablemos de chutzpah), porque nos perdemos en palabras que no dicen nada y evitan tomar una dirección o dar malas noticias. Aquí nos ponemos todos como directores generales y nadie baja a apretar los remaches que mantienen la obra muerta estanca para que no entre agua. Aquí seguimos creyendo que tener un año un crecimiento por encima de Italia hace que nos riamos de los italianos (¡que tienen hasta una decena marcas de automación propias!) y que nos veamos entre los países más desarrollados, cuando, en realidad, estamos entre los países más basculantes.
Y sobre todo, damos pocas oportunidades porque bajo una máscara de "nadie está a mi nivel" se esconde un espíritu de "me puede quitar el puesto". Un buen líder no es el que más sabe. Es aquel que sabe gestionar el genio que tiene a su cargo.
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8 comentarios:
Creo en la idiosincracia de un pueblo, de un colectivo con argamasa genética e inconfundible trayectoria antropológica.
Los franceses tienen fama de chovinistas. Lo son, porque lo pueden ser. Sólo la colonia justifica esa actitud global. Los ingleses, soberbios, altaneros y prepotentes. Los argentinos, parlanchines que se creen seductores pero que, como el negocio del siglo, si se venden por lo que aparentan, nos hacemos millonarios. Los portugueses, gozosamente tristes. Los italianos, por supuesto, los grandes diseñadores, se diga lo que se diga. No sólo de los colores de la pasta y de festivales gloriosos de música para que los dirija su Claudio Abbado, sino que, cuando idean un simple vaso para beber agua, hay que tirarse de cabeza a cogerlo. Para qué hablar de Ferrari, Lamborghini o Maserati, la excelsa marca del tridente.
Ahora bien... ¿y los apañoles? ¡Ah, amigo, los apañoles!! Eso es punto y aparte: como en los chistes de países, somos los más ¡fanfarrones! y faroleros del Planeta. No somos capaces de diseñar el capuchón de un bolígrafo "comme il faut". Pero hacer creer al mundo (y creernos a nosotros mismos, con más fe que el alcoyano) que inventamos los capuchones, of course.
Y lo de Israel. Esto me duele personalmente, porque es lo que se interpone en mi historia secreta. Sí, lacónicos, pero insoportablemente petulantes, porque, desde su religión terriblemente beligerante contra el cristianismo, incluso los menos ortodoxos justifican lo divino y lo humano, a criterio de rabinos iluminados que funcionan sectariamente. El capitalismo lobby a ultranza y el divorcio a ultranza son, para los judíos moneda de cambio. Pero esa insoportable jactancia que tienen en creerse los futuros amos del mundo (lo creen de verdad y están trabajando para ello, en silencio), no sólo es insolente, sino un insulto a la inteligencia, de la que tanto presumen (agraviando al resto). ¡Ojito con Israel, aunque el zapaterismo lerdo lo mantenga entreverado, por la demagogia de abrazar a los palestinos!
Gran entrada la de hoy, D. NRQ.
Primero y principal, Gracias Mr JuanTe.
Yo soy blanco fácil para su teclado, porque siempre he sido muy proSemita. Reconozco que Israel es un país al que admiro precisamente por todo lo expuesto en la entrada de hoy. De pequeño, de más pequeño, recuerdo temer las amenazas del que avanzaba más rápido y por vías laterales algo heterodoxas; no ilegales, no inmorales, sólo gente con recursos más efectivos.
De mayor he entendido que cierta heterodoxia e irreverencia agudizan el ingenio al igual que la necesidad e Israel tiene muy bien controladas todas ellas.
Insolente, insolente.. es un adjetivo muy propio... Israel es insolente. Se enfrenta a quién o qué haga falta. Lo tiene claro. Con razón o sin ella -que no voy a entrar ahí N, no, no lo voy a hacer-
La insolencia es, para mí, una virtud... hasta la propia palabra suena adorable. Sí. Si lo sabes, si lo sabes, de verdad, sé insolente, demuestra que crees en lo que dices. Dilo de verdad.
De nada, D. Nrq.
Mis queridos amigos. Han citado Vds., por separado, las dos palabras que hoy me han tenido atareado: necesidad y virtud. Parece que es lo que se lleva hoy en día: hacer de la necesidad virtud.
Curiosamente, yo, que me declaro acérrimo defensor de Daniel Barenboim (recuerdo cuando interpretó Wagner en Jerusalem, que armó la de Dios es Cristo), he llegado a sentir antipatía por Israel, no por cómo algunos invocan la memoria de la shoah -como alguien despistado podría creer- sino porque una mujer apóstata me ha enseñado, en los últimos cuatro años, el lado más intransigente y grisáceso de la ortodoxia judía. Con la cual -todo hay que decirlo- no están de acuerdo muchísimos habitantes de Israel. Pero tampoco yo. Y eso es lo que ocurre cuando descubres el otro lado de la postal, sin quererlo, sólo pretendiendo el mismo entendimiento que pasea por el mundo el genial músico argentino-español-israelí, que ensaya con su orquesta Diván en los naranjales de Sevilla (la ultracatólica.)
No obstante, haciendo abstracción de mi desgraciado escarceo reciente, me parece mucho mejor un Israel nación -con sus inteligencias y miserias- que no un pueblo sin patria.
Reconozco que es casi imposible llegar al Nivel, de incompetencia, de Zapatero.
Llegado a ese Nivel,dificil de superar,Zapatero cree que como a todo hay quien gane,tiene que ponerse manos a la obra e impedir que nadie le saque el Puesto.
Ya ha enviado el primer mensaje al Bonogante.
Zapatero es mejor líder,pues no es el que más sabe, lo demuestra día a día,pero es el que mejor sabe gestionar la incompetencia a cada cual mayor de todos sus ministros y ministras.
Hasta tal punto que cree ser el Inventor del Agua Tibia.
Siendo de todos conocido que ese invento es Sueco.
Imponente entrada la que nos obsequia hoy, D. Nrq.
Que nos habla de insolencia, sí. Incluso de petulancia, como indica D. Juante. Pero también (y es donde quiero centrarme) de preparación. De esfuerzo. De aprendizaje. “Un país en el que todo el mundo aprende a hacer de todo” (¿Uds. se imaginan?), en el que “todo el mundo trabaja en lo que el país necesita” (¿Uds. se imaginan? bis).
Y todo ello en un país de nuevo cuño, recién creado, que da forma jurídica a una nación milenaria sólidamente fundada en la religión que comparten (y que no entro a valorar).
¡Qué quieren que les diga! En muchos sentidos, me dan envidia. Envidia por esa capacidad de estudio y adiestramiento de que hacen gala. Envidia porque caminan al unísono persiguiendo de verdad el interés común, aquel que a todos beneficia. Envidia por esa seguridad en sí mismos que les acredita, fuertemente enraizada en la educación y en la constancia en el empeño. Para mí, hija y nieta de maestros (nunca les gustó el término ‘profesores’) el esfuerzo, la dedicación, la perseverancia, son valores en sí mismos, y hace mucho que no los veo en mi entorno, por no hablar del denodado ahínco con el que los están haciendo desaparecer de nuestras instituciones (educativas y de otro tipo).
En mi experiencia profesional en la empresa privada, convenientemente aderezada con fusiones y adquisiciones diversas, una de las cosas que más me ha costado aprender (mejor dicho, aceptar) es que “los mejores no son los que llegan más arriba”. De hecho, no suelen –salvo honrosas excepciones- ser los que ‘están’ más arriba. Infinidad de motivos políticos, sociológicos o incluso puramente emocionales son los que determinan la designación de muchos puestos de responsabilidad, muy por encima de la preparación o la capacidad del sujeto. De hecho, en numerosas ocasiones estos últimos juegan en su contra, porque ¿quién en este país nuestro está dispuesto a rodearse de profesionales más brillantes que uno mismo? Ya, ya,… ya les estoy oyendo.
“En el país de los tuertos, el ciego es el rey”.
Creo que a eso que apunta Doña Patricia lo llaman "el principio de Peter". Está muy estipulado y consagrado. Y de un país de peterpanes como el nuestro, qué se podría esperar.
Chutzpah.
No me resisto a contarles lo vivido esta semana en primera persona a este respecto.
Un jefe inseguro y nuevo en el cargo, ‘liderando’ (un suponer) a un equipo con una experiencia en la materia de más de 10 años, que –al quedarse sin cabeza- pensó que alguno de sus miembros sería designado para el puesto, en virtud la susodicha experiencia (y conocimiento, añado).
Nada de eso sucedió, como Uds. ya han averiguado. Y quien llegó de fuera a hacerse cargo no sólo no aprovechó el talento que tenía debajo, clave sin duda para el logro de sus resultados (¿qué otra cosa es liderar, sino conducir a otros al objetivo?), sino que se limita a contemplar a quien tiene arriba, garante evidente de la conservación de su propia silla, mientras el trabajo del día a día sale por sí solo (el equipo lo sostiene) y mira para otro lado ante las disensiones internas producidas por la llegada de su nuevo ayudante, compañero de fatigas (¿?) en otras plazas (como Uds. ya habían averiguado seguramente también).
Y yo me pregunto, ¿es eso un jefe? ¿es eso un líder? ¿puede la propia inseguridad volvernos tan ciegos como para no ver los recursos con los que contamos? ¿por qué nos sentimos cuestionados –incluso amenazados- cuando alguien que trabaja para nosotros nos aporta ‘más y mejor’ de lo que estrictamente habíamos pedido?
“Si es que a veces pareces la becaria, de puro inocente”, me dice mi compañero de mesa.
(Y no, no se crean que respiro por la herida. Yo sólo estoy aquí de paso…)
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