Para una máquina del pensamiento pensante es indiferente que un problmea se exprese en términos negativos o positivos. Cuando un ser humano cae por el tobogán, sucede lo mismo. O casi. La máquina no conoce el pesar, ni el remordimiento, ni la culpabilidad. Da señales de conmoción sólo cuando no se la ha alimentado adecuadamente.
Pero a un ser humano dotado con la terrible máquina mental no se le da cuartel.
Nunca, por insoportable que sea la situación puede darse por vencido. Mientras le quede una chispa de vida, se ofrecerá como víctima al demonio que quiera poseerlo. Y si no hay nada, nadie, para atormentarlo, denunciarlo, degradarlo o destruirlo, se atormentará, traicionará, degradará y destruirá a sí mismo.
Vivir en el vacío de la inteligencia es vivir "a este lado del Paraíso" pero de modo tan total, tan completo, que hasta el rigor de la muerte parece un Baile de San Vito. Por deprimente y trillada que sea la vida cotidiana, nunca se acerca a esa clase de aflicción del vacío interminable por el que flotamos y nos deslizamos a la deriva con conciencia plena.
En la tranquilidad existe el sol y también la luna, el capullo y también la hoja muerta, el sueño y también la vigilia, el ensueño y también la pesadilla. Pero en el vacío de la mente sólo hay un caballo muerto que corre con patas inmóviles, un espectro que se agarra a una nada insondable.
Y así, como un caballo muerto cuyo amo nunca se cansa de azotarlo, seguí en mi sueño galopando hasta los extremos del universo sin encontrar en ninguna parte paz ni consuelo ni descanso. ¡Extraños fantasmas encontré en esas carreras precipitadas! Monstruosas eran las semejanzas que presentábamos y, sin embargo, nunca la menor concordancia.
La fina membrana de la piel que nos separaba servía de armadura magnética a través de la cual no podía pasar la corriente más potente.
domingo, 23 de mayo de 2010
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3 comentarios:
"Deslizarse a la deriva con conciencia plena" es la manera más concisa y elocuente de definir la trama de todo sueño, casi siempre pesadilla inesperada y compiladora de nuestros miedos más recónditos. Pero soñamos imágenes oscuras también despiertos, no pudiendo, por mucho que nos lo propongamos, hacernos cargo de las discrepancias y forcejeos de nuestra conciencia con nosotros mismos, para huir a todo trapo de una realidad tan anodina y surrealista a la vez, que nos sobrepasa y descoloca casi siempre.
La ficción descontrolada y no solicitada es deudora de esa realidad tan excesivamente soñada en la que intentamos movernos libremente y en la que -como en un mal sueño- nos conducen fuerzas ocultas por un reducto infinito de incómodos entresijos.
Menos mal que los findes nos proporcionan remansos de paz y reflexión, antes de los prosaicos días laborales. Inquietante pero bello texto, amiga Tasmania.
"Como un mal sueño...."
Sí Juante, tal cual, un sueño pesado, denso, inquietante... pero que no me impidió pasar un delicioso domingo de paz y reflexión, como tu mismo me recordaste.
A mí me ha pasado a veces lo mismo, Tasmania. Me alegro de ese domingo reparador. Estuve en lo mismo.
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