“Hoy tengo la moral laxa”, me soltó una buena mañana aquella médica que conocí en un atropello y que se jactaba de votar siempre al PSOE, al tiempo que me invitaba a comer en el mejor restaurante de la zona.
Era la justificación pintiparada de la tropelía que iba a cometer, si por ello se puede entender engañar a quien la engañaba sistemáticamente. Y era toda una declaración de intenciones con la que, al menos, no pretendía mentir, porque, si algo tiene toda idea de moral preconcebida es su calidad de maleable, regulada a voluntad y nunca sometida a cuestión por código escrito, negro sobre blanco, que no sea mandamiento religioso. Entre la bondad y la malicia –nos dice muy bien el DRAE- hay que contar toda moralidad o conjunto de normas “que no concierne al orden jurídico, sino al fuero interno y al respeto humano”.
Siempre he sostenido que la moral precede a la religión y que, por eso mismo, se hace necesaria la segunda, con un cuerpo doctrinal ético y estético, inocuo en principio, pero bienintencionado en todo caso, por proclamar “el camino recto” a seguir en este valle de lágrimas. Conocida es la gran máxima de Dostoievski: “Si Dios no existe, todo está permitido”. La diferencia entre ser buenos o malos es lo que nos hace humanos, dignos, honestos, correctos, frente a comportamientos que identificamos rápidamente como execrables y reprochables, siempre que no se entre directamente en el terreno del delito, donde la moral de la maldad debe ser repudiada colectivamente con algo más que un lamento.
Sin embargo, hoy en día estamos tan habituados a la mala praxis de la moral –sea colectiva o particular- que permanecemos impasibles e indiferentes, sin cargo de conciencia. Nos parece inmoral –y lo es, aunque no para el Gobierno laxo de Zp- que un sindicalista coma en El Bulli, o que en una clínica andaluza practiquen abortos con descuentos de tarjeta joven. Sabemos que la especulación inmobiliaria se ha basado en una profunda inmoralidad y que no es muy moral que digamos la vidorra de muchos politicastros. Por no hablar de la Televisión tan inmoral que soportamos, unos con estoicismo, otros epicúreamente.
“Vicios privados, públicas virtudes”. Nada en lo moral, como nuestras historietas personales, con las que empatizamos en la ficción. Desde la doble moral de Angela Molina en “Ese oscuro objeto del deseo”, de Luis Buñuel, donde aparecía en pelota picada bailando sevillanas para japoneses, mientras le negaba el pan y la sal del sexo a Fernando Rey, hasta la obra completa de Fassbinder, incrédulo absoluto en la materia, el Cine es un gigantesco tratado de moralidad. Volvamos a ver “Dog City”, si es que tenemos estómago. Nuestra vergonzosa indulgencia para lo público se rompe cuando nos tocan la fibra. Aunque pocos sean luego los que muestren coherencia entre lo que dicen y lo que hacen, porque pocos son los de moral inquebrantable, al fin y al cabo.
Por el momento, en esta Primavera revuelta tengo la moral por los suelos, en lo personal y lo público, a veces tan impúdico. Y como es largo de contar, lo dejo para otro capítulo de este generoso blog.
10 comentarios:
Uy Juante... menudo temazo. Me ha puesto usted como una moto.
Verá, el otro día divagaba también yo sobre la libertad y la ley, sobre los valores y las virtudes... es un tema recurrente en mí, me gusta barrenarme y ser capaz (si puedo) de determinar dónde está, exactamente, el filo de la navaja en este u otro asunto. Qué pasa si caes de un lado o del otro...
Pensemos en que sea lo que sea, incluso si se trata de un tema político, donde todo parece más discutible que en ningún otro sitio, tenemos la sensación de que alguien está razonando cuando nos da la impresión de que está diciendo las cosas independientemente de sus intereses.
Precisamente, uno de los síntomas de que alguien nos está dando gato por liebre es que haya motivos para decirle algo así como que "ya, eso lo dices porque ya sabemos dónde tienes invertidas tus acciones, eso lo dices porque eres rico y tienes determinados intereses, eso lo dices porque eres tal y tal... si en lugar de eso fueses tal o cual, ya veríamos lo que dirías"
En definitiva, "que se te que el plumero tío"
Sea en matemáticas, sea en otras ciencias, o sea con respecto a cualquier cosa, una persona que razona es una persona que está en condiciones de decir "lo que yo estoy diciendo lo diría igual si yo fuese otro"
Y por otro, ya te digo, incluyo aquí también a los marcianos, a los ángeles... a cualquier ser que sea racional.
Cuando la moral se relaja, la razón lo hace también, más si cabe.
Mi querida y encantadora Tasmania de las tierras norteñas:
No sabe qué subidón me da a mí ponerla como una moto, presunción aparte.
Sus observaciones siempre son de mucho calado. La razón se nubla, se convierte incluso en sinrazón, cuando la moral se tambalea. A mí también me obsesiona ese juego perverso y muchas veces maléfico, imposible de controlar y de efectos imprevisibles. Hay que cultivar a las personas consecuentes con sus actos como si fueran gemas difíciles de hallar. Y tener la prevención de alejarse de las otras. Pero es difícil, sí, a veces imposible, este segundo supuesto.
En cuanto al caso político, me ha venido a la mente el reciente "renuncio" de Gordon Brown, cuando lo pillaron in fraganti diciendo pestes de la señora a la que "amablemente" había contestado poco antes. Está bien que pasara factura por ello, lo que me temo que en esta "Apaña" tan laxa se perdonaría siempre. Por algo tenemos fama por aquí de ser tan "dejados" con la "res" pública.
Buen día, amiga Tasmania y a todos los demás.
Lo malo de la razón es su potencial de ser afectada por la emoción. Y la reacción en cadena de la combinación nefasta de ambas.
En la vida y en las ideas, unas veces se acierta y otras nos equivocamos.
Desde luego su reflexión de hoy es plenamente acertada.
Acertada y oportuna. Como Dios existe,es por eso que no todo está permitido,y es por ello que la Moralidad es un concepto en desuso sobre todo para los que no creen y por supusto no practican la religión.
Aquellos que sólo dicen ser religiosos,no saben que previamentehay que tener moral.
Se debe decir que bono es un DOBLE AMORAL.
Zapatero, Garzón,Chaves,Pajín, etc.etc.etc.etc,sÓlo son AMORALES
ya que siempre presumieron de ser agnósticos.
Creo fervientemente que la moral como parte de la ética nacen necesariamente de la existencia del otro.
El respeto de lo ajeno y el esfuerzo de obrar bien es lo que conduce a las sociedades a poder vivir de forma conjunta.
La afirmación de una moral laxa es como la declaración de ateísmo. Una persona medianamente seria para negar la existencia de Dios, primero se lo ha de cuestionar y, por tanto, lo ha tenido que plantear con anterioridad. Una persona que dice que no cree en Dios, pero como gag, porque nunca lo haya cuestionado es, en el mejor de los casos un indolente. En el peor un farsante metido a intelectual.
El Dios judeo-cristiano, como conciencia, no le es ajeno a nadie. Al menos no en Occidente (extensible a otras creencias y sus objetos místicos). creyente, no creyente o indolente. Lo mismo ocurre con la moral. La existencia del semejante obliga al conocimiento de la moral. Cuando la moral no se cumple aparece la ley (me repito, pero me gusta ser consciente que la ley es un fenómeto a posteriori, que aparece cuando el autocontrol no sigue los preceptos de la convivencia) y revisar las estanterías de Aranzadi puede darnos una idea de lo laxos de moral que hemos andado desde la época de los griegos.
Por tanto, ser inmoral es una cuestión de la que todos somos conscientes. Una línea que movemos en virtud de una circunstancia vital para justificarnos y permanecer dentro o que cruzamos y dejamos atrás a sabiendas.
Querido Juante,
"Nuestra vergonzosa indulgencia para lo público se rompe cuando nos tocan la fibra. Aunque pocos sean luego los que muestren coherencia entre lo que dicen y lo que hacen, porque pocos son los de moral inquebrantable, al fin y al cabo."
Le vengo leyendo hace tiempo y no me parece Ud. precisamente indulgente con la res publica o, mejor dicho, con la forma en que la res publica se sustancia en este país nuestro.
Pero sé (o creo entender) por qué lo dice. Y estoy con Ud.: la falta de 'limpieza ética' de que hacen gala nuestros políticos (los de hoy, los que fueron y los que vendrán) resulta desoladora para quien piensa (como Ud., como yo) que no sólo deberían serlo [honestos] sino parecerlo, como la mujer del César. Y es cierto, muchas veces se disculpan estos comportamientos, opinando gratuitamente y sin ser conscientes del daño moral (sí, moral) que supone, y partiendo de la misma filosofía que subyace en que 'lo público no es de nadie'.
Pues sí, señor. Lo público es de todos. Y precisamente por ello deberíamos (deberían quienes nos gobiernan) ser mucho, muchísimo más respetuosos con su tratamiento, su gestión y su claridad a la hora de dar (de darnos) cuentas sobre ello.
Con un símil doméstico: esto es como cuando nos prestan un coche, que vamos con mucho más cuidado y atenciones que si fuera nuestro.
Pues eso.
PD. Por cierto, me temo (aunque me gustaría creer lo contrario)que todos, puestos en la situación límite correspondiente, podríamos llegar a quebrar nuestra moral. Por ello, me conformaría con un poco de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Querido Nrq,
"El Dios judeo-cristiano, como conciencia, no le es ajeno a nadie. [...] Por tanto, ser inmoral es una cuestión de la que todos somos conscientes. Una línea que movemos en virtud de una circunstancia vital para justificarnos y permanecer dentro o que cruzamos y dejamos atrás a sabiendas."
No puedo estar más de acuerdo.
En el fondo, lo sabemos. A veces, también en la superficie. Otra cosa es no querer mirar. A nadie le gusta avergonzarse de sí mismo.
No digamos ya reconocerlo frente a otros.
Querida Patricia:
Días atrás, a propósito de los casos de pederastia, los curas han repetido en sus homilías aquello tan socorrido de "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".
Es verdad que resulta muy difícil no cruzar esa raya autoimpuesta, cuando nos interesa. Pero, siguiendo con los símiles religiosos, yo establezco diferencias rotundas y pragmáticas entre lo "venial" y lo "capital". Tanto en la res pública como en la privada.
Me parece que lo de estos días con Zapatero -verbigracia- es un ejemplo más de inmoralidad descomunal, pantagruélica, largamente intuido, por otro lado. Sería suficiente como para que la gente reaccionara pasándole factura, por sumar su mal ejemplo a la larga lista de los que convierten a la izquierda actual en una insostenible y obscena mentira. Pero mucho me temo que no caerá la breva. Porque hay algo más que el reconocimiento de una perversión moral: una simpatía colectiva "amoral" por la misma, como la adoración al diablo en la película de Polanski.
De la misma manera -no me quiero extender- acabo de sufrir un caso en lo personal, con el desgarro ¿impune? que produce. ¿Alguien que alardea de no tolerar tan siquiera una mentira piadosa, puede ser lo más inmoral que se despacha a la hora de decir "digo" donde dijera "Diego"?
Estos días nos está percutiendo de manera virulenta el tema de la moral. Sin embargo, ayer tarde, en Carrefour, todo el mundo estaba que tiraba cohetes... de euforia. ¿Será la Primavera?
"Hay que cultivar a las personas consecuentes con sus actos como si fueran gemas difíciles de hallar. Y tener la prevención de alejarse de las otras. Pero es difícil, sí, a veces imposible, este segundo supuesto."
Sólo decirle que, una semana después, sigo dándole vueltas a esta frase suya, querido Juante.
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