La red es un territorio virgen, selvático, lleno de sorpresas. Por ejemplo, es un terreno en el que los delincuentes, animadors por el carácter anónimo del ciberespacio, dejan huellas abundantes de su actividad. Unos presuntos etarras detenidos habían subido una foto suya a Facebook con las camisetas de la selección española de fútbol. La red propicia el erostratismo.
El cahaval que cuelga en Youtube un vídeo de sí mismo anunciando de modo más o menos críptico la matanza que va a perpetrar mañana, en realidad está sobreviviéndose ya que normalmente, después de la carnicería, él se suicida. Al día siguiente el mundo entero ve y escucha los últimos desvaríos de un asesino. Y esto si solamente se tienen en cuenta las consecuencias de las actividades planeadas. Pero la red es también un lugar en el que se obtienen resultados óptimos por las innumerables huellas que, en una socieadd hipervigilada, dejan las actividades de las gentes, incluso las más inocentes y cotidianas.
Recordarán este hecho. A raíz de la detención en 2010 de unos etarras en Portugal en donde pretendían establecer una base de operaciones, pudo comprobarse que las cámaras de vídeo de un supermercado cercano al lugar de la detención habían grabado a dichos terroristas en una compra que habían hecho un par de días antes. A la policiá le faltó tiempo para subir esas grabaciones a la red y distribuirlas entre los medios digitales para que actuaran como bandos de "busca y captura" en el caso de que alguno de los terroristas hubieran escapado a la acción policial. Tan rápidamente actuó que acabó distribuyendo las imágenes de cinco apacibles bomberos catalanes que estaban de vacaciones.
No hay aspecto de los sistemas políticos avanzados que esté libre del impacto de internet. Todo ha de redefinirse, desde el concepto mismo del "demos" pasando por las vías e instituciones de participación política hasta la articulación de los objetivos últimos de la acción.
martes, 15 de febrero de 2011
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5 comentarios:
En realidad, aquí el único que vaticinó con claridad lo que iba a ocurrir fue Marshall McLuhan, con su conocido (pero no pensado) aforismo: "El medio es el mensaje".
Apúntense un nuevo libro para su buchaca: "Superficiales: ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?", de Nicholas Carr, editorial Taurus.
Menos mal. Comienzan a aparecer muchos estudios sesudos y serios que me dan la razón: Internet es un "divide y vencerás", aunque homologue a ciertas conciencias espurias en una suerte de superficialidad boba y malévola a la vez (¿quizás sean lo mismo?)
No sé si ya lo vaticinó McLuhan pero internet es una herramienta más de las nuevas tecnologías que nos permiten una comunicación global y en tiempo real, como la telefonía celular, el GPS...
Tecnologías que se desarrollan en tiempo record para la vida de una persona, que te proponen una carrera a contra reloj a la que es difícil de adaptarse, pero nos engancha por ese toque de narcisismo que todos llevamos dentro y deseamos volcar, ad infinitum, en una sociedad cada vez más conflictiva e individualista. Curiosamente nos comunicamos menos y con más crispación con nuestros vecinos, mientras que nos esforzamos por comunicarnos virtualmente con todo el mundo anónimo através de internet y sus redes sociales, blogs, chats... Con la impunidad que éllo conlleva, caldo de cultivo de la ciberdelincuencia en el sentido más relativo del término (robar através de internet sería condenado por la mayoría de las personas; transmitir ideas sería reprobable por un régimen político que no contempla la libertad y la diversidad de pareceres; utilizar los teléfonos celulares-hasta hace poco tiempo anónimos- como detonante de una bomba terrorista, no es compartido por la mayoría de las personas). Y es esta dualidad la que nos hace dudar y la que sirve a los poderes en bandeja la posibilidad de intervenir, de poner barreras al mar en un empeño, la mayoría de las veces, interesado e intervencionista que nos vende la burra por nuestro bien. La paradoja de los nuevos medios y demás tecnología es que nos hace más libres para comunicarnos e intercambiar información, pero nos hace más vulnerables en nuestra intimidad, cada vez más amenazada por peligros desconocidos y por el propio Estado.
"El medio es el mensaje y el mensaje es cada vez más sutilmente peligroso"
Creo que Internet tiene unos efectos altamente perniciosos. Nicholas Carr estudia la dispersión de la mente y la posibilidad cierta de que, en el futuro, ciertas zonas cerebrales se atrofien en beneficio de un conocimiento disperso y tontamente superficial.
Pero particularmente me interesa el devastador efecto que va a tener en la incomunicación de las personas y en sus malas relaciones. Por ejemplo, yo ya lo estoy viviendo: en mi grupo de trabajo se nota el recelo a la hora de coincidir en reuniones, por pasillos o cafés. ¿Qué puede decir este de mí esta noche en su facebook, qué foto colgará la otra para vacilar con este gilipollas, qué riesgo tengo de que usen mi imagen personal sin mi permiso, ante las miradas morbosas de mis enemigos o de quienes me envidian, etc...? Son cuestiones ya latentes en el colectivo, que impiden un trato más natural, como antaño, aunque imperara el "ojo que no ve, corazón que no siente". Lo de ahora, con el "todo vale" de la tecnología y sus nefastos y aleatorios efectos cruzados, es infinitamente peor.
Otro ejemplo más hiriente: me contaron que uno había estado chateando con una antigua amiga con derecho a roce, por así decir, de tiempo atrás. Pues bien, cuando el tal quedó para verla "in situ", la tipa se negó a que la mirara a los ojos: ¡extrañaba la webcam!
En realidad sólo quiero Internet para esto: el otro día encontré en la FNAC el bluray del Concierto de Oxford de Barenboim y Alisa Weilerstein, por 37 euros. Bien; me quedé con las ganas de comprarlo, porque ni llevaba el dinero ni me parecía su justiprecio. Sin embargo, como me piqué, lo he encontrado en la red, en formato mkv y sin dts, sólo en 2.0. Suficiente para mí. Vale, es muy guay que la tecnología permita lo que la ley Sinde y los políticos, cínicamente no quieren permitir, aunque saben que sus Movistars y empresas de hardware asociadas dependen de ello en gran parte. Pero la cuestión sería que, si el producto estuviera a unos 12 euros (y me paso), no necesitaría recurrir a una descarga ni leches en vinagre, lo que es pesado y coñazo y me impide contemplar una bonita puesta de sol o simplemente hablar con alguien tomándome una cerveza. Por otro lado, sigue ganando Internet, ya que mi cuota mensual de cerca de 50 euros supera a los 37 del disco.
En definitiva: vivimos tiempos interesantes. Justo lo que nos desea la maldición china.
Tiempos difíciles, en los que la barrera entre libertad y seguridad es cada vez más estrecha.
Dejo este enlace, que me parece interesante y viene a colación:
Daños colaterales de las nuevas tecnologías
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