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domingo, 22 de mayo de 2011

Relax

Soy persona de campo. Ya no concibo despertarme con la descarga de una cisterna, un taconeo sobre mi cabeza o el ascensor del rellano; sin embargo las artes plásticas forman parte de los placeres de mi vida. En todas sus expresiones: literatura, música, fotografía, escultura, cine etc. siendo la pintura y la arquitectura aquellas por las que más atraído me siento.

No quisiera que este párrafo les confunda, no tengo nada que ver con ese mundo, sin embargo siempre he perseguido incluso de manera inconsciente, la pureza de líneas, la armonía musical o el equilibrio de matices. No sé de arte, tal vez por eso carezco de todo prejuicio a la hora de pronunciarme sobre una pieza que tengo delante. No me gustaba Picasso como artista, y mucho menos como gachó.

Está claro que ser “un gran cabrón” no es incompatible con la capacidad creativa o la precisión con el trazo y la paleta de colores.

Los reflejos dorados de Klimt, las flacas de Modigliani, las nativas de Gauguin o los personajes de taberna de Velázquez han tenido siempre un nexo común: la capacidad de transportarme a no sé qué dimensión o a qué esquina recóndita del espíritu; y es algo grato, excitante y muy placentero...Pero no me gustaba Picasso.

Fue en Nueva York donde lo descubrí, llegaba de Luna de miel (esto siempre antes de la boda, por si acaso); algo abrumado por la grandeza y desmesura de la ciudad, pero sólido como Tarzán conduciendo a Jane por la jungla -el lastre de ser español-. Apoyas tu pie en su suelo y vas percibiendo la influencia que el cine ha ejercido sobre ti durante años; en tus tardes de adolescencia viendo a Bogart, Bacall, Welles o Gardner. Se diría que tu barrio aparecerá a la vuelta de la esquina, y tu madre -cómo no- con el bocadillo ¡Niño, la merienda!

Pateábamos por Madison Ave. hasta la 53 (¿?) para iniciar la primera visita inexcusable, el MOMA, donde comenzó la inmersión a pulmón libre. Cezanne, Van Gogh, Kandinsky, Lichtenstein, Gris, Kahlo, Bacon y un sinfín de figuras internacionales. Accedimos a una sala cuya luz cenital mordía una urna de cristal blindado, en su interior y prisionero de un enorme marco, un pequeño boceto del Minotauro. ¡Era Picasso! ¿No decías que no te gustaba? Aclárate.

El primer impacto recibido, no fue ni muchos menos parecido a la bofetada que encajaría en el espacio siguiente. Allí estaban, con todo su esplendor. Impúdicas, sensuales, desafiantes. No era la luz de la estancia la que iluminaba el cuadro, era el resplandor del propio lienzo el que nos cegaba...eran “Las señoritas de Avignon”

¡Es Picasso!, ¡Inmortal Picasso!

Publicado por The Toxic Avenger

4 comentarios:

Louella Parsons dijo...

Genial descripción la de su primera impresión de Nueva York.
A mi me hizo mucha gracia lo que dijo un amigo mío que no quería reconocer que le había gustado NY y dijo que la 5ª Av y todo eso estaba muy bien pero que el resto era como la calle Bravo Murillo.

La primera vez que fui a Nueva York tenia 15 años. Había pasado el verano en una familia de Boston y el último día, la organización nos llevó a NY. La obsesión de todo el grupo era ir al MOMA (que yo no sabía lo que era) a ver el Guernica (que sabía del cuadro de refilón) de Picasso (que éste sí sabía quién era).
Cuando lo vi me pareció un horror aunque hacía que me gustaba para no quedar mal con aquella gente que sólo decía "qué maravilla, qué maravilla".

Me gusta mucho Picasso pero no he conseguido ver el Guernica de otra forma que no sea la del recuerdo de la primera vez que lo vi unido al prejuicio de saber que los nacionalistas llevan años reclamándolo para seguir haciendo propaganda de la "masacre" del bombardeo de Guernica.

Tasmania dijo...

Manhattan, un barrio que uno podría patear después de ver muchas pelis.

San Patricio, las cuevas de Central Park, Madison avenue... el MOMA, el aeropuerto JFK, el puente de Brooklyn...

Uno no sabe hasta qué punto conoce NY hasta que no lo visita y se reconoce en mil lugares y mil situaciones.

Artanis dijo...

Un placer, leerle en este Domingo, Mr. Toxic. Y una envidia por sus viajes. Pronto habrá que sustituir el archisabido "más kilómetros que la maleta del Fugitivo" por "...que las páginas del pasaporte de Mr. Toxie."

Pequeñas gemas (como lo de "el lastre de ser español") enmarcan ese enfrentamiento brutal al que nos autosometemos cuando un principio que creíamos inamovible, se nos tambalea. Que un lugar, un tiempo y -sobre todo- alguien...
...alguien...
...alguien que no nos gusta, que nos desagrada, llegue a incitarnos, conmovernos, motivarnos. La duda cabrona. El autocuestionarnos.

Enhrabuena.

Eso sí, me ha encantado lo de la Luna de Miel antes de la boda. Eso es marketing y no lo de "le devolvemos su dinero."

A la espera de más narraciones de sus páginas. Como todos, estoy convencido.

Flops!!! dijo...

Cierto Mr Artanis, hay momentos (o situaciones) que nos colocan ante unas emociones que, por desconocidas, nos asustan. Y este es el caso descrito. La ciudad enorme y mi precario nivel de inglés me produjeron un cierto vértigo, si bien es verdad que duró lo que duró, porque la familiaridad lo invade a uno casi de inmediato.

Tampoco a mí me impresionó el Guernica Ms Louella, otros me han emocionado mucho más.