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jueves, 2 de junio de 2011

Merceditas ha crecido... un poco

Se ríe espectacularmente. Sus carcajadas le sacuden el cuerpo como cuando estornuda.

Papá, dice, cuando yo intentaba realizar algo que te desagradaba, me apuntabas con el dedo y con voz de oráculo me asegurabas: te caerás. La piedra, el trompicón y el porrazo. Siempre acertabas. ¿Qué pajarito te lo dirá?, me preguntaba mosca.

Tu mismo presagio me tornaba indecisa y desconfiada del éxito; tu mirada burlona, firme, me ponía nerviosa hasta que mordía el polvo.

Consecuencias desastrosas: después de veinte años de paz, tengo que recurrir a ti para que me saques de dudas y me reafirmes en lo acertado y desacertado, que si no, ando a ciegas.

2 comentarios:

Flops!!! dijo...

Caerse y levantarse; qué familiar resulta ¿no? Esos primeros trompazos no tienen otro fin que la preparación para los castañazos futuros.

El compañero de parque, el vecino o el colega se caen, pero hasta que no sintamos el propio dolor no servirá como aprendizaje.

Papá dice; pero Papá es el enemigo, quiere esto decir que haremos lo contrario.

Papá no dice que años atrás tropezó con la piedra, dio un trompicón y se pegó un porrazo; tampoco dice que su progenitor bramaba: te caerás.

Louella Parsons dijo...

A algunos no nos dejaron que tropezáramos. La palabra era NO.
Las caídas llegaron luego, cuando éramos "libres" y sin que nadie nos hubiera advertido del riesgo.
Al final, se va aprendiendo y reconociendo, aunque tarde, que el padre ya no es el enemigo sino el apoyo.
En fin, benditos padres.