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domingo, 2 de enero de 2011

Vértigo

Trescientos mil kilómetros por segundo, ésa es la nueva frontera hacia la que caminan los diferentes componentes de producción social. Algunos, como el dinero, ya parecen estar en ella. El despliegue de la razón instrumental ha hecho posible que un descubrimiento lógico, la lógica binaria, se haya convertido en menos de un siglo en una tecnología universal que cambia todas las formas de producción social. Su motor de impulso, el mercado capitalista que rige el funcionamiento económico del mundo, ha sacado pronto la consecuencia. La competencia ya no es lucha, es carrera.

Competir es ante todo correr y, como el espermatozoide en la carrera de la vida, quien llega primero gana. Toda la producción social se ha acelerado hasta el desquiciamiento. Los bienes físicos transitan con las limitaciones de su estructura orgánica, que limita, por ahora, con la velocidad de la aviación. Casi nada se produce hoy en el lugar donde se consume (no ocurre así, afortunadamente, en la pequeña huerta de Milfontes) Cuatrocientos millones de turistas optan, cada año, por desplazarse hasta ellos. Los bienes culturales inmateriales, casi todos en códigos digitalizados, no tienen otro límite que la velocidad de la luz. Pero la velocidad es una relación de espacio y tiempo. El movimiento en el espacio llama al movimiento en el tiempo y en muchas esferas de producción social "adelantarse" es el paradigma del funcionamiento.

Adelantarse a la noticia es ley para los MMCC, adelantarse a la demanda es lo que buscan los fabricantes, adelantarse a otros centíficos ha forzado los plazos previstos para el conocimiento del genoma humano. La sensación resultante es simple: vértigo.

Pero verán, yo me he levantado ese año perezosa y no me apetece nada nada subirme a ese carro, al que me ha tocado vivir... me gustaría poder tomármelo con calma.

1 comentario:

Noumenadas dijo...

Pues ya somos dos, querida. Estoy de un perezoso subido. Acabo de ver a la gente (yo diría más bien "gentuza") ir en tromba a comprar al Corte. No sé qué, ni ellos parecen saber el qué, pero comprar, comprar lo que sea y como sea. Había un carajote acariciando un disco multimedia y mirando a ambos lados, no fuera a ser que se lo quitaran de las manos. Es como si la nube nuclear de Terminator hubiera asomado de pronto por el horizonte.

El contraste entre la quietud de ayer y la marabunta infrahumana de hoy es tan clamoroso, que uno sospecha lo peor de la gente (perdón: "gentuza" he querido decir.) Que, como bien arguyera el filósofo Agustín García Calvo, son nada más que "procesadores de mierda", a la velocidad de la luz (esto último lo aporto yo, ya puestos a comentar tan lúcida entrada de hoy.)