Todos los autores aseguran que no escriben para otras personas. Yo no les creo. Creo que escriben para el lector ideal.
La aventura de la lectura es una pasión a la que, una vez que te agarras, ya no te soltarás jamás. Arrancar esa curiosidad en los más pequeños es un trabajo que a algunos se les hace cuesta arriba pero, francamente, no ha sido tan difícil para mí.
Les contaré una anécdota. Siempre pregunto qué impresiones han quedado en el fondo de la memoria después de leer un buen libro. No quiero saber nada acerca de la historia, de la narración, ni trascendencia alguna sobre la moral o la moralina de algunos textos. No. quiero saber qué emociones, qué colores, qué formas quedan asociadas en el fondo de la mente a esa historia. A esa, y no a otra. A un personaje o a un paisaje, a un diálogo o a un capítulo...
La historia interminable, por ejemplo. Ende escribió la novela incluyendo como personaje a un lector y lo hizo en dos colores, verde para contar la historia y rosa cuando se refiere al lector.
Me ha costado un poco encontrar un ejemplo pero creo que me entenderán después de leer los siguientes párrafos:
Texto en color verde:
“ En aquel momento cambió el resplandor que irradiaban las páginas del libro, su color. Se hizo rojizo como los rasgos que ahora surgían bajo la pluma del viejo. También la cogulla y la capucha de éste tenían ahora el color del cobre. Y mientras escribía sonaba al mismo tiempo su voz profunda”
Texto en color rosa:
“También Bastián la escuchó claramente.
Sin embargo, las primeras palabras que dijo, el Viejo no las entendió. Eran algo así como “Nóisaco de sorbil rednaeroK darnoK iraK oirateipoP”.
-Es extraño-pensó Bastián-, ¿por qué habla de pronto el viejo en un idioma extranjero? ¿O será quizás un conjuro?
La voz del Viejo siguió sonando y Bastián tuvo que escucharla...”
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Es Viernes Santo y llueve a mares, el cielo, de color perlado, está completamente cubierto. Sé que hacia las tres de la tarde caerá una gran tormenta. Siempre ocurre así.
viernes, 22 de abril de 2011
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2 comentarios:
Incorporamos ciertos textos a nuestro baúl, bien por deber, bien por placer. En la segunda opción, se filtra, inconsciente, como el buen aroma que procede de una cocina, de una flor salvaje que brota en el jardín abonada por el costante ciclo de la vida (o de la muerte, que dirían los del vaso medio vacío) o de cualquier aroma prohibido, emane de dónde emane (escójanlo vds., aquel que les perturbe.
Así se filtra, se incorpora a nuestra psique y nos condiciona el aprendizaje y nuestra posterior respuesta.
Por eso cuando reaccionamos como Hamlet, Otelo, Romeo e icluso la viciosa niña Julieta, el Quijote, Marlowe, Raskólnikov... nos decimos, desencantados, que todo está ya escrito, porque nos sentimos prisioneros de guiones ajenos. Aceptemos que podemos escribir nuestro propio guiónrelatolibroenciclopedia
cada día...
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