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viernes, 3 de septiembre de 2010

Gattopardo color miel

El mito Lampedusa es el revés del mito Rimbaud: no el muchacho genial que escribe unos libros y que luego se dedica a negocios más productivos y exóticos, sino el señor mayor que, tras una vida dedicada a la lectura y al estudio, escribe, casi a las puertas de la muerte, un tratado de melancolía.

Giuseppe de Lampedusa fue el último eslabón de una principesca familia siciliana y el autor de una única novela... o mejor dicho, de una novela única: El Gatopardo, cuya existencia constituye uno de los más inquietantes enigmas de la literatura reciente. ¿Cómo pudo un noble arruinado y taciturno, envenenado de decadencia, allá en la lejana y aislada Sicilia, escribir una sola novela que acaba siendo una de las obras narrativas más hermosas y desoladoras de un siglo repleto de buenos y afamados novelistas? Y ¿Quién fue ese noble arruinado y taciturno? No fue Lampedusa un hombre de vida aventurera, ni un aristócrata tarumba, ni un escritor especialmente chiflado... su vida transcurrió por un cauce grisáceo, poco vistoso, como casi todas las vidas: una extraña e indisciplinada sucesión de alegrías y desdichas, de azares y de malentendidos con uno mismo y con el tiempo que le toca vivir.

Dice Lampedusa en el capítulo "octubre de 1860", uno de mis favoritos (lo que me ha costado encontrar el libro...)

La lluvia había llegado, la lluvia había vuelto a marcharse; y el sol se alzaba otra vez sobre su trono como un rey absoluto que las barricadas de sus súbditos han alejado durante una semana y luego regresa para seguir reinando, lleno de ira pero moderado por las normas constitucionales. El calor estimulaba sin quemar, la luz era violenta pero no mataba los colores, en la tierra brotaban tréboles y cautelosas mentas, en los rostros, inciertas esperanzas.

Soberbio.

3 comentarios:

Louella Parsons dijo...

¡El Gatopardo!, doña Tasmania, gracias por hacernos recordar esta novela tan profunda y tan maravillosamente escrita. Qué prosa tan increíble.

Un tratado de melancolía, qué buena definición. Y de decadencia.

Permítame querida, traer aquí otro párrafo que refleja de una forma descarnada la tristeza del príncipe.

Despertándose al filo del alba, inmerso en el sudor y el hedor, no había podido evitar comparar este viaje asqueroso a su propia vida, que se desarrolló primero en llanuras sonrientes, habíase encaramado luego por abruptas montañas y deslizado a través de amenazadoras gargantas, para desembocar después en interminables ondulaciones de un solo color desiertas como la desesperación.
Estas fantasías de las primeras horas de la mañana eran lo peor que podía suceder a un hombre de mediana edad, y aunque el príncipe supiera que estaban destinadas a desvanecerse con la actividad del día, sufría intensamente porque ya tenía la suficiente experiencias para comprender que le dejaban en el fondo del alma un sedimento de pena que, acumulándose día tras día, acabaría por ser la verdadera causa de la muerte.


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También fue un enigma el caso de Julio Verne que sin salir de París escribió emocionantes novelas de viajes. Y lo más increíble fue que en su ”De la Tierra a la Luna” la nave salió de la zona de Cabo Cañaveral y cuando regresó a la Tierra, cayó al Pacífico a donde tuvieron que ir a buscar a los tripulantes. Prácticamente calcado a como ocurrió después (excepto la escena del libro en la que los tripulantes estaban jugando a las damas cuando llegaron a rescatarles mientras flotaban en el Pacífico).

Tasmania dijo...

Se pone el sol Louella, y después de releer durante un rato algunos capítulos del Gatopardo me he preguntado cuál es el auténtico significado de ese título.

Curioso, indagando indagando... he sabido que la criatura evocada por Lampedusa no pertenece al mundo natural sino al estilizado campo de la heráldica.

Según parece, una nota a la primera edición de la novela recuerda que el blasón de la familia exhibía no un gattopardo, sino un leopardo... pero no un leopardo pasante, con la cara al frente, habitual en la heráldica, sino un un leopardo rampante, erguido sobre sus patas traseras, posición distinguida del león.

Pues bien, indagando indagando... pasamos del felino al gattopardo por una corrupción dialectal de la palabra leopardo en boca de los campesinos de Torretta y de Palma, feudos de Lampedusa.

Interesante ¿no creen?

Artanis dijo...

En 1962, Ernesto Ruffini, Cardenal de Palermo, dijo que esta novela era uno de los tres grandes factores que habían contribuido a la deshonra de Sicilia, siendo los otros dos, la Mafia y Danilo Dolci, sindicalista, sociólogo, educador y activista de la no violencia.

Por lo que he leído, Tomasi escribió su novela en cafés, principalmente en una magnífica heladería de Palermo, lejos de su ruinoso palacio de La Marina. La novela fue rechazada y su autor falleció antes de poder ver su inmenso éxito. O de oir las críticas del Cardenal.