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sábado, 8 de enero de 2011

El terror de la utopía

"Todas las utopías conducen al terror si se intenta seriamente ponerlas en práctica"
Manuel Castells

La revolución comunista ejerció un fuerte magnetismo sobre gran parte de la intelectualidad mundial y sobre la juventud más inocente del planeta durante décadas. Lo grave de su fracaso fue la inversión de todos los valores que el experimento supuso. Donde el discurso teórico hablaba de liberación, la realidad era la opresión, que llegó hasta el terror durante los largos y oscuros años del estalinismo. Donde se aspiraba a una sociedad sin clases se articuló una nueva, la nomenclatura, que usurpó las prebendas sin ni siquiera asumir el auténtico papel de clase nueva que desempeñaba. La nomenclatura se ocultaba bajo un discurso hipócrita permitiendo -en el estallido final del régimen- el paso de un sistema productivo hecho pedazos a un mercado que más que tal era un jungla con connotaciones mafiosas.

La experiencia comunista pone sobre el tapete las relaciones entre utopía y praxis y demuestra los peligros políticos de los sueños utópicos. Si Castells dice lo que dice -ver inicio del texto- algo parecido pensaba Popper, que abominaba de cualquier utopía desde Platón hasta nuestros días.

Sin embargo, son las utopías las que mueven la acción colectiva de los hombres y su intexistencia acarrea más perjucios que beneficios. El hombre siempre camina con la teoría por delante y es así como ha surgido toda la ciencia, imaginando hipótesis que luego eran, o no, contrastadas por la realidad.

El motor del hombre son las ideas.

5 comentarios:

José Antonio del Pozo dijo...

Una cosa, creo yo es una teoría y la ciencia, y otra es una utopía y la política. Lo malo no son las utopías en sí, que las habrá de todo tipo, lo malo es el intento de querer llevarlas a cabo, porque como suelen basarse en ideales celestiales y no reales necesitan de la violencia para imponerse, con lo que de forma inexorable, al menos hasta ahora en la Historia, que para algo ha de valer, desencadenan violencia, es decir, el infierno, como Popper argumentó a la perfección a mi juicio. Saludos bloggeros.

Tasmania dijo...

Pues estamos de acuerdo querido. Es precisamente la historia la que nos habla del terror de la utopía política pero ¿por qué no creer que cuando nos planteamos algo -también desde el punto de vista político- no podemos estar dando un paso de gigante?

Artanis dijo...

Hoy he leído -creo que en el ABC- que Todorov, en su último libro, plantea el profundo vínculo entre los fascismos y el ultraliberalismo.

Parafraseando a Borges, con los peronistas... "son, sencillamente, incorregibles."

Louella Parsons dijo...

Efectivamente, don José Antonio, lo malo es querer llevarlas a cabo. ¿No se alimenta el terrorismo y su mundo de esperanzas y creencias utópicas?

Creo que las mejoras en la sociedad, los avances científicos, los sueños del Hombre….debe tener sus tiempos, los cambios deben hacerse paulatinamente de forma que las sociedades vayan adaptándose poco a poco, de forma espontánea, sin manipulaciones sociales, sin violencia….

Les copio una romántica reflexión de Fernando Pessoa sobre sueños y utopías que me encanta:

“Me da más pena de los que sueñan lo probable, lo legítimo y lo próximo, que de los que devanean sobre lo lejano y lo extraño.
Los que sueñan en grande, o están locos y creen en lo que sueñan y son felices, o son devaneadores sencillos, para quienes el devaneo es una música del alma que los arrulla sin decirles nada.
Pero el que sueña lo posible tiene la posibilidad real de la verdadera desilusión. No puede pesarme mucho el haber dejado de ser emperador romano, pero puede dolerme el no haberle hablado nunca a la costurera que, hacia las nueve, dobla siempre la esquina de la derecha.
El sueño que nos promete lo imposible ya nos priva con eso de ello, pero el sueño que nos promete lo posible se entromete en la propia vida y delega en ella su solución.
Uno, vive exclusivo e independiente; el otro, sometido a las contingencias del acontecer.
Por eso amo los paisajes imposibles y las grandes zonas desiertas de las llanuras en las que nunca voy a estar. Las épocas históricas pasadas son de pura maravilla, pues, desde luego, no puedo pensar que se realizaran conmigo.
Duermo cuando sueño lo que no existe; me despierto cuando sueño lo que puede existir.”



(Déjenme recomendar de nuevo el libro ”Usos del pesimismo” en el que el autor, Scruton nos previene de aquellos que quieren introducir reformas en la sociedad basándose en utopías o creencias sin ningún fundamento, sin valorar el coste del error ni asumir su responsabilidad.)

Jujope dijo...

Está muy bien traído esto, Tasmania. Es precisamente la "inversión de valores", lo que impide el ejercicio sano de la libertad, por culpa de quienes invierten los valores.

Y, por otro lado: aquí viene bien, una vez más, recordar aquello de "no todo vale", al respecto de la tecnología y sus adelantos. La utopía del hombre no puede ser ni la "aldea global", ni el mundo feliz de Orwell, ni la cama redonda de Calígula.

Un torpe remedo preconcebido como preventivo de esa "aldcea global", que decía Marshall McLuhan, es Internet. Y se está demostrando que sus límites de todo tipo, son demasiados y demasiado soeces, por no decir estúpidos. Por otro lado, ¿vamos a inventar unas motos voladoras y eléctricas para que todos podamos circular como los monos en las lianas?... ¿No es más interesante caminar por la orilla de la playa?

Y finalmente, ¿de qué vamos, qué coño queremos? En cuanto a la comunicación personal, me refiero. Nunca, como hoy en día, se anhela más la soledad, ante tantas malas compañías. Para mi gusto, si una utopía resultó errónea (y errática) por antonomasia, esa fue la del mayo del 68. Y aún hay muchos que se la creen.