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martes, 12 de abril de 2011

El juego eterno

Nada ocurre en el cerebro, excepto la oxidación y el desgaste graduales de las células.

Pero en la mente, mundos sin clasificar, sin denominar, sin asimilar, se forman, se dispersan, se unen, se disuelven y armonizan sin cesar. En el mundo de la mente las ideas son los elementos indestructibles que forman las constelaciones engalanadas de la vida interior. Nos movemos dentro de sus órbitas, con libertad si seguimos sus intrincadas configuraciones; esclavizados o poseídos, si intentamos subyugarlas.

Todo lo exterior no es sino un reflejo proyectado por la máquina mental.



2 comentarios:

Artanis dijo...

Nos seducen las mentes delirantes. Solas o con ayuda química. Mentes que construyen mundos alternativos de ficción, o pretendidamente reales/alternativos, que rompen las normas y elaboran su propia lógica. De Lovecraft a Castaneda, de Jodorowsky a Carroll.
Pero, si se llevan el trabajo a casa, si no bajan el telón neuronal cuando fichan a la salida, les llamamos -como poco- excéntricos.

Vivir bajo las propias normas. No hay más noble aspiración. Es incluso mayor que vivir respetando las de la sociedad que nos ha tocado ayudar a forjar.

Flops!!! dijo...

No comparto en su totalidad el comentario que hoy nos acerca; incluso el enlace que aporta habla de lo plástico del cerebro.

En ocasiones, es nuestra propia mente la que nos esclaviza y no el intento por nuestra parte de subyugarla.

Es fácil moverse en el mundo de las ideas, uno las pliega, las solapa y las modula a su antojo, o no, articulando subidas y bajadas, idas y venidas, o simplemente dejándolas fluir. A veces nos transportan a parajes idílicos y otras a terrenos yermos e inhóspitos; pero nada afectan –si no las proyectamos- a “Todo lo exterior”. Cuando lo hacemos, bien sea de palabra o bien a través de nuestras acciones, la escena y el decorado adquieren otra dimensión (¿realidad?).

Ya no sólo somos nosotros, están los demás; es a partir de ahí cuando entran en “la coctelera” matices ajenos, y el combinado se desvirtúa considerablemente.