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lunes, 20 de septiembre de 2010

privacidad


Nunca he sido fumador. De hecho nunca he querido probarlo, ni saber a qué sabe. Siempre me ha molestado salir de los sitios oliendo a un humo que no me pertenece y además me molesta más ese olor en la ropa que el de restaurante chino. Cuando tenía cinco años volé por primera vez en avión siendo consciente, o al menos capaz de recordarlo. Entonces los aviones tenían zona de fumadores y de no fumadores. Hoy en día ya parece una locura que la mitad de un pasaje fuera tan desaprensiva como para ahumar un avión, pero las leyes antitabaco se han ido imponiendo. Y no me parece mal. Yo creo firmemente que, si mi decisión es no fumar, no tengo por qué aguantar en el mismo espacio que otros fumen por mí o llevarme impregnado el olor que generan al igual que no me llevo impregnadas sus cervezas u otras cosas que puedan generar.

Pero el gobierno soltó el otro día no sé si una intención o una sonda, a través de la cuál se anunciaba una ley que prohibiera fumar en los coches si hay niños. Desde mi posición de no fumador creo que esto ya no tiene que ver con la salud pública. No sé de dónde le vienen a ciertos gobiernos estas actuaciones totalmente contrapuestas. Primero se busca ensalzar a la población como demócratas ejemplarizantes, ciudadanos de la libertad y, en general detentadores de la virtud de un país, pero cuando se llega al poder el ciudadano es un niño que no sabe comportarse en público y que debe ser coartado y reprendido. Lo que los gobiernos no entienden es que, primero a los niños se les educa para que sepan comportarse. Que sin una educación de calidad, en la que se aprenda desde la capital de Somalia, pasando por respetar a los ancianos (los telediarios españoles, tan animados a encontrar noticias de sucesos nos muestran cada día ejemplos de que no se respetan ni a los de la misma edad), hasta enseñar a esforzarse, a que un gran logro cuesta trabajo y que en la vida se triunfa tanto como se fracasa. Pero nuestra ley de educación y nuestras universidades públicas (que pese los informes que le lleguen a Berzosa a su despacho, ninguna está entre las primeras ni en las segundas, ni siquiera en los puestos interesantes de ver antes de que uno se aburra de buscar), no enseñan nada de esto, porque salvo profesores excepcionales, apenas enseñan. Yo no tengo que prohibir fumar en los coches. Yo tengo que ser suficientemente cabal como para saber que un niño no debe tragar humo

El segundo concepto que trae este tema que los gobiernos no entienden, al menos el nuestro no, es que esta época que vivimos es la época que más debe preservar y proteger la intimidad. Internet cruzado con los medios de comunicación y la porción razonable de curiosidad sobre vidas ajenas que demostramos generación tras generación, hacen que toda nuestra privacidad se encuentre expuesta, demasiado expuesta. Ejemplos como salir en una foto que se publica en facebook, cuando ni siquiera se tiene una cuenta en facebook, o aquella controversia con las fotos a pie de tierra del Google Earth que fotografiaba a gente que no quería salir en ningún sitio, hace que el valor del interior de la casa propia alcance mucho más valor por la amenaza que supone perderla. Una ley como la que quiere promulgar el gobierno no sólo trata de entrar en tu coche, sino que abre una vía para entrar en tu casa. ¿Se imaginan? Gobiernos acostumbrados a filtrar información a los periodistas por motivaciones tácticas o débito de favores o esos mismos gobiernos que, por otro lado, ven amenazados sus secretos por wikilieaks son los mismos gobiernos que tendrían más acceso a la intimidad de cualquiera por el mero hecho de fumar. ¿Entrarían igual en una embajada de un país extranjero simplemente por ocupar una porción de calle de un país? Pero no sólo internet. Historiales médicos, condiciones sexuales, vidas pasadas con la que alguien ha querido romper por exceso de infelicidad...  todo eso podría estar en peligro porque un gobierno cree que tiene la potestad de entrar más dentro.

Pero el caso es que nuestro gobierno tiende a gestionar el comportamiento social más por la vía de la represión que por la vía educativa. Los ciudadanos que en en el momento de los mítines son adalides de la convivencia, al día siguiente se vuelven potenciales violadores de nuevos o futuros delitos. No podemos garantizar que las nuevas generaciones sean luchadoras, respetuosas y tengan una gran resistencia a la frustración, de hecho los gobernantes saben que no lo son y por eso sacan este tipo de leyes. ¿No deberían mirar un poco antes a aquellos huecos que están dejando abiertos antes de tapar con cemento desfiladeros que puedes ser salvados con un puente?

4 comentarios:

Neo... dijo...

Soy fumador.
Hay dos momentos concretos en los que no perdono un buen cigarro:
Después de comer y la noche del sabado sabadete.

Mi esposa ha comenzado a decirme: ¿Quieres un poco mas?, en el primer caso y "sigue, no pares", en el segundo.

¡Creo que es para que no fume!

La campaña antitabaco está funcionando a la perfección.

Tasmania dijo...

Pues a mí lo que me revienta es que me digan qué debo comer, qué puedo beber, qué es correcto y qué incorrecto, cómo he de vestirme, qué pelis me deben gustar, dónde puedo fumar...

Menos control. Menos legislación.

Más educación, más valores, más formación... seremos mejores y, además, en el ejercicio de nuestra libertad

Jujope dijo...

Lo de facebook es la mayor barrabasada de la Humanidad en los últimos tiempos. Atenta contra el derecho al honor, a la fama y a la propia imagen. Efectivamente, he visto recientemente fotos de varios conocidos en cuentas de otros con muros abiertos que, a su vez son aceptados en muros donde estoy autovetado, porque tampoco me interesa estar expuesto según criterios discriminatorios de quien manipula su "seguridad". Por cierto, alguien que se me quejaba de que, de pronto, le había aparecido un friki que le decía estar enamorado cada día más de ella, sólo por el escote que mostraba en su foto de perfil. En facebook, ya mismo, es posible ver en ropa interior hasta a tus sobrinas o ver las "travesuras" de la cieza de tu cuñada. O, lo que es peor, percatarte de la mediocridad de cierta persona con la que pensabas ir a la ópera. Me parece abominable, por mucho que "inocentemente" lo tilden de entretenimiento o de inutilidad con la que "no pasa nada". La solución utópica sería erradicarlo, extirparlo, eliminarlo. Igual que no se permite ir por la calle fotografiando a la gente sin permiso o disparándole rayos láser en los ojos, o bajándose los pantalones para orinar a la vista de todos.

Y no vale el argumento de que, quien sea ligero o ligera de cascos, lo será también por facebook y quien tenga moral, se abstendrá. No. Una vez que existe el medio -como la tele para ver a Belén Esteban y Gran Hermano- se faculta la posibilidad de que la gente tenga cada vez la moral más laxa.

Estoy de acuerdo rotundo con lo de la educación, amiga Tasmania. Lo que ocurre es que se trata de otra utopía en el caso apañol. Por eso mismo, la alcaldesa sociata de mi ciudad se permite infectar las calles con vallas publicitarias con el rótulo: "Practica la econducción. En los trayectos cortos, ve andando".

Vamos, hasta el simple acto de caminar se lo van a apropiar estos nauseabundos progres. Hasta ahí podríamos llegar.

La sociedad actual está podrida y decadente. No soy optimista cara al futuro.

Unknown dijo...

Me preocupa que un gobierno me diga lo que tengo que hacer en mi casa. O en mi coche. O en mi más estricta intimidad. Me preocupa que quien haga esto sea precisamente uno que se dice defensor de las libertades, del progreso y de las… Es curioso cómo los gobiernos de la ideología contraria (habitualmente tachados de conservadores –en sentido peyorativo-, retrógrados y carcas) dejan el ámbito privado al albur de cada uno, desde una profunda perspectiva liberal, mientras que los supuestamente avanzados ideológicamente se empeñan en meterse en mi cocina, por no decir en mi cama.

Hilándolo con el tema del otro día, esto me recuerda también la prohibición de las hamburguesas XXL, o la más actual relativa a la bollería industrial en los colegios. ¿Por qué no enseñamos a nuestros niños (y a muchos mayores) a comer? En Inglaterra, el joven chef Jamie Oliver
se ha empeñado en ello y fue tal su insistencia en sus programas de TV y libros que el gobierno de Gran Bretaña firmó con él un acuerdo de colaboración para ello.

Pero claro, esto de la educación, como bien dice D. Nrq, es mucho más costoso, en tiempo y en esfuerzo. Y además, no hay mucho interés por hacerlo bien, por parte de todas las instituciones implicadas. Qué pena (y qué reto) que (casi) toda posibilidad de salir a la vida con unas mínimas bases pase hoy por la casa de cada uno!