Cuando estaba en el instituto los profesores a menudo nos pedían que hiciéramos trabajos en grupo. Los que habitualmente ocurría era que cuatro estudiantes malos formaban grupo con un estudiante sobresaliente y dejaban que éste hiciera todo el trabajo. Y, desde luego, sacaban buena nota ¿Les suena, verdad?
Este es un ejemplo de holgazanería social: la tendencia que tienen algunas personas a invertir menos esfuerzo y energía cuando participan en actividades que hacen caso omiso a la responsabilidad individual, como las de grupo.
Los psicólogos Latane, Kipling y otros de los que no recuerdo su nombre, descubrieron, por ejemplo, que cuando formamos parte de un grupo de seis personas y nos piden que aplaudamos lo más fuerte que podamos lo hacemos más suavemente que cuando estamos a solas. Tendemos a holgazanear en las actividades de grupo. Los holgazanes son individuos que se aprovechan de los esfuerzos de los demás miembros del grupo, como esos niños que sólo abren la boca cuando supuestamente deberían estar cantando con el coro de la escuela. Si nadie va a apreciar lo que hago ¿para qué me esfuerzo? dirán.
Bien, hoy pienso en el resultado del partido de ayer:
Madrid 0 - Barcelona 5
Adivina adivinanza ¿Quién creen que es el holgazán que hoy se siente como si hubiera metido personalmente los 5 goles blau grana?
Sí, ese.
martes, 30 de noviembre de 2010
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7 comentarios:
En la línea de la "suerte del holgazán" he puesto un comentario en la Argos, sin haber leído el tuyo, querida Tasmania.
Cuánta razón tienes. Personalmente me vienen a la memoria muchos, demasiados casos de holgazanes que se aprovecharon de mi trabajo.
Este verano incluso, me tocó tener que actuar en un grupo para juzgar a candidatos/as a curre. No se lo deseo a nadie (nadie con sentido honorable de la individualidad.) Al final, me vi arrastrado por los cuatro disidentes del grupo de cinco que, obviamente, se dejaban llevar por la tontería grupal del instante acomodaticio, de hacer tabla rasa por lo más innominable, para justificar sus imposturas melifluas.
Me ratifico en la entrada del otro día. El grupo es nefasto y en eso se basa el socialismo y el comunismo: en la imposibilidad artificial de reconocer y realzar las virtudes de quien las tenga.
El "bobo solemne" es el "Zorro justiciero" para esa inmensa mayoría que captó la cara de panoli de Florentino, el pasado sábado, en sus augustas proximidades grupales.
Y lo peor de todo es que el "éxito" de Zapatero se debe a cosas como ese 0-5. Que son las que únicamente importan a los apañoles. En fin...
Recuerdo ese pasaje veraniego Juante, estabas arrebatado... menudo marrón, cierto.
Verás, es curioso, nuestro flamante Presidente no escucha a nadie y hace lo que le dicta ¿su? conciencia pero se apropia del éxito de cualquier otro, es un holgazán social, sin duda. Incluso para echarle la culpa a los demás de todas sus meteduras de pata.
Ah pero anoche durmió fenomenal, seguro, ese 0-5
Supongo que es inevitable que, en el trabajo en grupo, exista el jeta que siempre se escaquea.
Pero cuidado, también hay en los grupos liderillos un tanto dictadores que delegan los peores trabajos a los más apocados o débiles y luego se atribuyen los éxitos que han logrado sin salir de su silla.
Cuestión de talante, amiga Tasmania, y de honradez, y si me apuras, también de inteligencia. El mejor antídoto contra la envidia es el sentimiento de admiración: se admira a la persona que sabe hacer algo bien porque se deséa hacer eso bien, porque se ama eso que esa persona sabe hacer bien y uno sigue su ejemplo tratando de aprender. Es la relación perfecta entre maestro y aprendiz cuando ambas categorías son sinceras (el deséo de aprender y la disposición a enseñar)y cuando ambas partes guardan una proporción adecuada: ni todos los maestros saben y quieren enseñar, ni todos los alumnos quieren y pueden aprender (Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta). Quizás en los grupos de trabajo impuestos existan holgazanes-y es lógico-pero hay diversos tipos de holgazanería de grupo, unos más unocuos (yo dejo hacer porque no me interesa el tema y no controlo, pero no me pongo medallas)y otros más dañinos, premeditados y rentistas (el catedrático que dirige una tesis y se apropia de los resultados para publicarlos bajo su firma; el escritor consagrado que se vale de "negros"...). Pero también existe otra categoría de holgazanes activos, peligrosísima, que en la penumbra de su envidia trata de ensombrecer los logros de sus compañeros con las peores trampas de que son capaces, usando su talento malévolo para oscurecer toda aportación y obstaculizar el buen término: el puto pasivo-agresivo que nunca levanta la voz y te apuñala por la espalda con la mejor de sus sonrisas, bajo el lema de "si yo no puedo, tú tampoco", y no te permitiré hacerme sombra (una "casta" muy extendida entre los jefes mediocres que practican el acoso laboral, y que tanto han proliferado con la socialdemocracia felipista y zapateril). Toda una fauna de holgazanería para escoger.
Pero para mí el holgazan más admirado, por inocuo y libre, es el desprovisto de toda pretensión económica y de gloria, salvo la intención de sobrevivir a su "bola" con lo mínimo imprescindible para ser feliz; que ofrece el contrapunto a una sociedad cada vez más ávida de consumo, neurótica y alienada; ese Epicuro actual del tetrafármaco que no se despacha en las oficinas de farmacia y que nos hace pensar en lo poco libres que somos.
La relación maestro-alumno, la soledad de esa relación, la admiración mutua, bien diferente pero igualmente enriquecedora... pocos, a veces sólo uno, pero nunca olvidas esa magia, es única.
Tasmania: son palabras que reflejan la realidad. Algo que nos repercute a lo largo de toda la vida, como una experiencia única y misteriosa. Esa relación profesor-alumno, cuando se da, deja tan imborrable impronta, que las miserias de los manipuladores y parásitos del grupo -mucho más comunes en la Universidad que en Secundaria- pasan a ser pecata minuta, aún con más ahínco.
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