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viernes, 20 de agosto de 2010

De Pavlov, los libros y las palabras

Siempre vuelvo a algunos libros. Hace unos días, cuando alguien me regaló un hermoso ejemplar de segunda mano, me confesó que ese título es uno a los que siempre se vuelve... y tiene razón. Lo he leído y volveré a hacerlo una y otra vez. Por qué cada vez que regresas a un título en particular éste te descubre piezas nuevas, diferentes perspectivas, te interroga con nuevas preguntas... es un misterio para mí.

Y envuelta en ese misterio, barrenada en él, he pensado en las señales de Pavlov.

Probablemente ningún otro concepto fisiológico ha influido tanto sobre la psicología moderna como el de reflejo. Fue Descartes quien estableció de forma clara la unidad fisiológica de análisis de la conducta involuntaria, que hoy conocemos con ese nombre. El esquema cartesiano del reflejo es sustancialmente correcto. Descartes afirmó que nunca todas las acciones humanas podrían explicarse de esta manera, puesto que el alma del hombre configura la conducta, alterando las conexiones entre estímulos y respuestas en función de una libre racionalidad de la que carecen los animales.

Y ahí va otra. "Las palabras son como las señales de Pavlov: así como se puede enseñar a los animales asociar el sonido de una campana con el alimento, a la gente se le está condicionando continuamente para que asocie señales verbales con experiencias del pasado, suyas o ajenas" (Graber, 1987)

Las palabras. Los políticos. No hay oficio en el que las palabras y su manejabilidad sean más apreciadas. Los candidatos utilizan etiquetas, símbolos y estereotipos como las campanas de Pavlov, en un intento de definir la realidad -o la que ellos desearían que fuese- de forma casi taquigráfica, porque una frase o una palabra lo dice ya todo.

6 comentarios:

Noumenadas dijo...

Pero las palabras se las lleva el viento, mi querida amiga.

"Obras con amores y no buenas razones" (Santa Teresa).

Artanis dijo...

"Los candidatos utilizan etiquetas, símbolos y estereotipos como las campanas de Pavlov, en un intento de definir la realidad -o la que ellos desearían que fuese- de forma casi taquigráfica, porque una frase o una palabra lo dice ya todo."

Que viene la deresha... díselo, Arfonzo...

Puro Paulov

(¿P.P.?)

Noumenadas dijo...

Hemos admitido la guasa de jerigonza de F@F y cía, dado el contexto agosteño del pepero ese mesetario que ha visto en Trini cierto desdoro en el habla. ¡Y tiene cojón de mico que sea precisamente la ministra malagueña la que tiene un acento extraño, más de Venezuela o Perú que de por aquí abajo, tiene bemoles la cosa!

Pero, en fin, en el pecado llevan la penitencia los que todavía hacen discriminación de formas de hablar, como harán de muchas más cosas inconfesables.

Si hay algo que reviente a un andaluz es el remedo. De Despeñaperros para arriba, por desgracia, está a la orden del día: por eso toda la franja norte les da estopa a base de bien. Y es curioso, pero veo que muchos remeros se sienten a gusto en el columpio del remedo, quizás inconscientemente, quiero pensar.

¿No fue Gonzalo Torrente Ballester quien dijo que el castellano mejor hablado es el de Sevilla? ¡Ah, sí! Al final, Uruguayos y Argentinos, tan filósofos que son, impondrán su acento, al tiempo, ¡apañoles!

Palabras, Palabras...

Louella Parsons dijo...

Tiene usted toda la razón, doña TASMANIA, las palabras también producen el efecto de Pavlov.
Y así sucede con algunas palabras de inmenso contenido como “diálogo” y “paz” que se utilizan como reclamo para engañar al votante o para que el ciudadano se autoengañe pensando qué bien hago apoyando estos ideales.

(Me da vergüenza confesarlo pero los libros a los que suelo volver y descubro siempre cosas nuevas son los de Asterix).

Tasmania dijo...

Oh! Ms Parsons... Asterix...

Le debemos una entrada en esta zódiac ¿no cree?

Filosofía e historia pura...

¿No se anima?

Louella Parsons dijo...

Doña TASMANIA, estoy de acuerdo en que Asterix merece una entrada y seguro que alguien se anima algún día.