Existen muchos motivos por los que creo oportuna la comparación del capitalismo con Cronos. Uno de los más grandes historiadores contemporáneos, Inmanuel Wallerstein, tras escribir una obra monumental sobre la historia del capitalismo, concluía diciendo que se trataba del sistema más absurdo que ha conocido la humanidad "...cuantas más vueltas le doy -decía- más absurdo me parece..."
Pero permítanme advertir que su sorpresa ante lo que, en efecto, se desarrolla a continuación, no es lo que parece. Soy liberal, creo en el mercado, en la libertad de mercado y cuanta menos mano se meta
El capitalismo es un sistema en el que se produce más para poder producir más. Se acumula capital para poder acumular más capital. Los capitalistas son -asegura Wallerstein- como ratones en una rueda, que corren más deprisa a fin de correr aún más deprisa.
En efecto, cada empresa se esfuerza por imponerse a la competencia, aumentando su ritmo de producción, haciendo trabajar más deprisa y más intensamente a sus trabajadores, intentando conquistar la mayor cantidad de mercado posible para sus productos. Mientras tanto, todas las otras empresas están embarcadas en la misma carrera. Todo el mundo produce más para no perder mercado, resistir la competencia y ser el último en quebrar, es decir, para poder seguir produciendo más y más indefinidamente. El sistema es tan absurdo que su mayor problema acaba siendo la sobreproducción.
Y es que el capitalismo vive continuamente bajo la amenaza de la crisis económica. Pero no porque falten productos sino porque sobran. Se trata de una situación que, humanamente hablando, es disparatada ¿Cuándo ha sido, en efecto, un problema para el hombre que sobre riqueza?
Por ejemplo, durante la crisis económica de los años ochenta, las vacas gallegas se alimentaron de mantequilla. Una cosa bastante absurda, porque la mantequilla sale de las vacas y cuesta mucho trabajo y mucho esfuerzo producirla. Ahora bien, cuando las empresas han producido más mantequilla de la que es posible vender no hay muchas alternativas. Regalar la mantequilla sería tirar piedras contra el propio tejado, porque cuanta más mantequilla tenga la gente menos aún la comprará. En este caso pareció una buena idea dársela a las vacas porque ellas, al contrario, por ejemplo, que los niños de Sudán, no son clientes potenciales en el mercado. Así, engordaban rápidamente y producían mucha más leche con la que fabricar más y más mantequilla.
Del mismo modo que Cronos nunca se saciaba devorando a sus hijos, el capitalismo devora etapas y etapas aunque para ello tenga que devorar también a los hombres que le son contemporáneos.
Su turno.
miércoles, 18 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Tras haber oído esta mañana a Niño Becerra cantar los horrores (económicos) que nos van a caer encima, incluso un creyente en el Capitalismo como yo, no sabe qué hacer... correr, estarse quieto, buscar doble fondo en el colchón o inaugurar un pozo bajo una baldosa en el que juntar el cobre... vender (casa, coche, botella de anís...) para comprar algo más pequeño, más barato, de marca blanca...
¿Puede un sistema como éste y podemos pedir los que nos creemos liberales, una intervención sobre bancos e hipotecas y otros impagados, por ejemplo, que ponga un límite a la capacidad de ruina de la unidad familiar?
Es algo fronterizo con la ingeniería social, lo sé...
Pero qué ha dicho Becerra?
y, sobre todo, quién es?
Puede recuperarlo -supongo- en la tertulia matinal de Onda Cero.
En cuánto a quién es...
A ver. Ni esa dictadura del proletariado a la que apuntaba Becerra esta mañana, en la que los Bancos daban créditos a los petardos alumnos de secundaria para que vacilaran de coche y portátil en las narices de sus profes, ni tampoco ese capitalismo desaforado en el que hoy se compraba un piso por 50 millones y mañana se vendía por 100.
He estado absolutamente de acuerdo con todo lo expuesto por Niño Becerra -auténtico furúnculo de Prisa-, porque además, lo he vivido. La crisis del 93 fue light. En el 94, un día, de repente, estaban todos los menesterosos del mundo haciendo cola en dos promotoras próximas al famoso (por lo "sieso")alcalde Pacheco, para comprar unifamiliar por ¡cinco millones de pesetas! más uno menos de subvención de la Junta de Andalucía. Hipotecas de 5.000 pesetas al mes y pisos muy por debajo del precio de mercado que, aunque en VPO, fueron vendidos al cabo de cinco años a 25 millones de pesetas. La euforia estaba servida. Fue propiciada por los sociatas y fuerzas afines, como la del andaluz grasioso y luego elevada a la enésima potencia por el Gobierno de Aznar.
Es lo que ha dicho Niño. Ni más ni menos. Pero no puede ser un país improductivo, incapaz de fabricar buenos capuchones de bolígrafo, donde los Bancos sátrapas trataban mejor a los pensionistas, parados y desarrapados que a los que tuvimos la ocurrencia de comprarnos un piso a precio de mercado ¡sólo para vivir!, y así ahogarnos de trampas pagadas a intereses no hipotecarios. Con el juego de las hipotecas, los de las VPOs revendibles se compraban el audi y aún les quedaba para un viaje a Santo Domingo o Cuba a practicar turismo sexual. (Cantidad de limpiadoras y conserjes han viajado en esa época a Santo Domingo.)
Hemos vivido estos años bajo una auténtica dictadura del proletariado. Y ahora nos quejamos. Pues no, hay que regular el mercado para que el fruto del esfuerzo y la inteligencia sea el bien pagado. Hay que impedir situaciones no competitivas y hay que regular precios, para que quien viaje en avión se lo curre y no se aproveche de un low cost, para tapar la pisada.
Al final, el propio capitalismo crea sus chiringuitos de comida rápida, para quienes los quieran apreciar. Pero lo que no puede ser es que proliferen los "Bullis" porque, según los sociatas -ya lo dijo Ferrán Adriá- hay que apostar por la calidad de equiparar un Ferrari a una buena comida, para luego, de cara a los votos, decir que todo quisque tiene derecho, aunque sea un desastre, a calzarse el último grito de Ferrari y Apple juntos. No.
Puede que el capitalismo sea absurdo. Pero más absurdos son los "atajos" para los listos.
Vale, que Niño Becerra no sea empírico. Pero, ¿hay algo que lo sea?
Que sea astrológico. Bueno, ¿y qué? Lapídenme: pero es lo único que funciona. Y si no, ahí tenemos al bobo solemne.
¿Hay algo menos empírico que el "precio" de algo, ya que hablamos de Capitalismo? Un crédito, un disco del top manta, un sofware pirateado, el mismo televisor que Sony pone a la venta a mitad de precio de un día a otro, las oportunidades del Corte Inglés, al 70% del precio inicial de la ropa de marca, el gasoil, la fresa de Lepe, el Concierto de Año Nuevo...
Pero, de verdad, ¿hay algo más kafkiano que el precio de las cosas? Por eso mismo hay que controlarlo. Y, sobre todo, controlar a los que lo controlan. Es decir: no creer ni en nada ni en nadie, sólo en el Arte con mayúsculas (que es el que más chulea de precio).
¿a qué tanto problema con el capitalismo? ¿No nos ha enseñado la historia que el sistema se mueve y evoluciona? Se establecen unas bases, un hábil descubre un hueco en esas bases, lo aprovecha mediante una técnica nueva, la técnica se propaga, se produce un daño y se legisla sobre ello (el delito es siempre anterior a la ley, no lo olviden).
Por otra parte los medios de producción y los bienes fabricados hace 40 años no tienen sentido hoy, porque la innovación es constante. El sistema evoluciona. El capitalismo da una base por la que puedo llegar a tener más o, al menos, lo que pueda desear, cosa que los gobiernos comunistas no garantizan a no ser que lo que deseas sea lo mismo que para ti desea el gobierno de turno.
Publicar un comentario