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sábado, 30 de julio de 2011

Pensar y dudar II

Pensar y dudar

... Se encariñó de un viejo muy salado, casi escondido detrás de la barba y de sus bigotes, enjuto, dotado de una voluminosa cabeza, como si su poderoso cerebro hubiera succionado egoístamente toda la energía distribuida, en principio, equitativamente por el resto del cuerpo. Ojos pequeños, nerviosos, punzantes como puntas de alfiler, la frente amplia, sesuda. Pareciera que lo estuviera viendo en sus largas vigilias, quemándose sus pestañas a la luz deficiente de una bombilla, enfrascado en la redacción de sus soporíferos escritos.

Su rostro pajizo indica a las claras el sacrificio incruento de su labor incansable y apasionada dedicación al estudio por salvar al hombre de las garras de la naturaleza y de su propia irresponsabilidad...Una gasa de polvo vela su rostro dándole un aire misterioso e inescrutable. Se asoma ladeándose para salvar una mancha de humedad que le devora parte del rostro.

Le sisea y encorva el dedo índice hacia sí, exigiéndole que se acerque.

El joven sale corriendo pero, en su huida, transporta su imagen consigo. Se ríe en su cabeza.

Me voy a morir de risa, eres tremendo. Te advierto que toda resistencia es inútil. No te podrás desembarazar de mí.

Le da un bufido... ¿qué quieres?

¿No sientes algo por dentro que te impide decir mentiras? ¿A que sí? Por eso no podrás desprenderte de mí. Tú me dotarás de vida, me inyectarás sangre caliente, yo a cambio, te iniciaré en los conocimientos objetivos y te transmitiré mi espíritu penetrante. Simbiosis de un viejo con un joven. Salgo ganando. Aunque algo canijo tengo una inteligencia muy aguda.

¿Me asegura entonces que yo tengo capacidad objetiva?

Espera un momento... Objetivamente: la ciencia no entiende de valores, no exige nada: observa, constata fríamente. Mi espíritu, netamente científico, carece de emociones y gusta de enseñorearse con absoluta indiferencia sobre la realidad...

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