Mi abuelo trabajaba casi todo el verano mientras mi abuela, ya antes del 1 de julio, se iba a La Granja con sus hijos y con tres personas que se encaraban de las tareas domésticas y se quedaba allí hasta que el frío la echara. Cada viernes mi abuelo cogía lo que entonces se llamaba un coche de línea, y se hacía todo el trayecto desde Madrid. Al llegar, cada viernes, mi abuela y sus 4 hijos le esperaban en dónde finalizaba el trayecto, vestidos casi como para una boda. Pasaban juntos el fin de semana y, el domingo, mi abuelo volvía a Madrid. Por supuesto mi abuela y sus cuatro hijos le acompañaban a coger el autobús vestidos, ahora sí, de domingo
Curioso cómo cambian los hábitos de vacaciones
viernes, 1 de julio de 2011
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2 comentarios:
Así es, han cambiado y mucho.
En mi caso, mi madre que no es Asturiana se negaba a pasar las vacaciones en un lugar que, afirmaba, no paraba de llover durante todo el verano. Como mi abuelo había sido jubilado de RENFE y su señora (ya viuda) podía viajar gratis, venía a paliar sus achaques -provocados por un terrible reuma- a un balneario próximo a nuestro lugar de residencia. Una vez finalizada su terapia me llevaba consigo para pasar un maravilloso y húmedo verano en mi tierra.
Viajar gratis tiene sus desventajas –tercera clase- y recuerdo con horror aquel trayecto que se me antojaba eterno. Sentados durante horas en un banco de listones de madera que se incrustaban en mi escuálido cuerpo, mientras ella soportaba estoicamente el traqueteo del tren y a una criatura que pareciera tener el diablo en el cuerpo y para colmo preguntona: ¿cuánto falta?
La recompensa llegaba en el momento en que mis pies pisaban el andén y borraba inmediatamente todo aquel sufrimiento.
Evocadora su entrada Mr N, muy evocadora…
Yo sigo sintiendo la misma emoción y la misma alegría que sentía de niña cada vez que llego a mi casa de veraneo. Allí siguen los castaños centenarios del camino, el olor a cera de los muebles, la humedad del ambiente, el sonido de la aldea, todo es igual que antes.
Y sigo sintiendo la misma angustia y desasosiego que sentía entonces, cuando llega el día de irme.
Nada ha cambiado.
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