Ha muerto Richard Holbrooke y con él muere uno de esos personajes que tanto me fascinan por no ser primer frente o imagen mediática, pero una de esas personas a las que miras a la cara e infunden un respeto profundo por lo que hacen, por lo que dicen, por a quién se lo dicen, por lo que callan y por a quién se lo callan.
Ayer oí que estuvo hasta siete veces en la lista del Premio Nobel de la Paz. Al mismo tiempo que se daba la noticia se proyectaba una foto suya en la TV y mostraba esa cara de "rápido, dispara ya la foto, que tengo cosas que hacer".Este diplomático, profesor universitario y banquero de inversión, era una persona a tener en cuenta y, por tanto, temido, odiado, respetado y admirado, aunque no sé si a partes iguales. Y estuvo siete veces en la lista del Permio Nobel de la Paz. Kissinger lo ganó.
No se puede hacer tortilla sin romper los huevos.
Holbrooke estuvo en las negociaciones que llevaron a los acuerdos de Dayton, ha estado en Pakistan y recientemente en Afghanistan porque ha sido enviado especial de dos presidentes para conflictos internacionales. Imáginense con qué gente ha tenido que tratar (de hecho hay fotos suyas con Slobodan Milosevic) y lo que estaba encima de la mesa como "efectos negociables" para alcanzar acuerdos de paz. ¿Alguien cree que un acuerdo de paz para que dos pueblos dejen de matarse, o para que una región llegue a un punto de estabilidad, se logra por el entendimiento de tres personas? ¿creen que tres personas deciden después de 15 días de negociación llevarse bien? No. La razón de todo está en los "efectos negociables" que permiten proteger íntegros aquellos que no lo son. Evitar masacres o traer estabilidad a una región que puede inestabilizar otras satélites a la primera, no es una cuestión fácil y nunca hay un ganador claro. Cuando se llega a un fin para la Guerra en Bosnia ganan los Bosnios porque les llega la paz y Milosevic o Karadzic acaban en la Haya; los Serbios también ganan porque se quedan con territorios y porque hay un interés político encantado con que Milosevic o Karadzic acaben en la Haya. Si no hay sacrificios, no hay pactos. Y lograr ese equilibrio en el que todos creen ganar, bueno, es un arte que debería tener también su propio premio.
Con Holbrooke perdemos un hombre pragmático, que sabía mirar a la cara y discutir. Por bien o mal que se llevara con el general Jones, los caracteres chocan, gente como ellos han sido siempre garantía de que, en caso necesario, los huevos a romper para la tortilla serán los necesarios.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
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