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viernes, 17 de diciembre de 2010

víctimas

Cerca de 1000… ¿2000? ¿más? Ni idea (el número no importa porque no varía la estadística de infelices sensiblemente, al menos no a nivel nacional) personas se quedaron el domingo pasado sin entrar al concierto de Lady Gaga en Madrid. Protestas, insultos a los timadores, niñas llorando con la cara pintada… y, bueno, imaginen el estado de la pintura de guerra tras la riada de lágrimas. Madres diciendo delante de una cámara cosas por las que otras madres castigarían a sus hijos en su cuarto y sin cenar después de lavarles la boca con jabón. Víctimas de una estafa en la que, como la mayoría de las estafas, entraron voluntariamente y a los que sólo les faltó pedir una intervención del gobierno para así evitar alarma social, o algo por el estilo.


"No voy a dimitir. Sería Absurdo. Soy una víctima". Odriozola en rueda de prensa el martes para eximirse de cualquier responsabilidad en el caso de la operación galgo. Su ética y su moral quedan muy por encima de las actuaciones delictivas (o no, que está por demostrar) de médicos y deportistas que están auspiciados bajo la protección que la Federación provee. Lo que Odriozola no cuenta, o con lo que no cuenta, es que su ética y su moral como presidente deberían vigilar que en la Federación que preside se persigan desde dentro esos comportamientos. En un mundo lleno de filtraciones como es el deportivo es difícil creer que una actividad de traspaso de sustancias dopantes entre atletas, entrenadores y médicos se quede en la acera de la Avenida de Valladolid en Madrid. Puede que los muros del edificio sean impermeables, claro.


Víctimas de un entorno que conspira contra ellos sin que ellos puedan hacer nada. Meros peones de los comportamientos ajenos que por ajenos son incontrolables e insospechados. La reventa no existe y si existe está gestionada por gente decente que te enseña su inscripción en el registros de autónomos como requerimiento antes de efectuar el pago.
Los atletas no se dopan. Los análisis antiDoping son a positivo o negativo, dopado o limpio. Y los únicos tests en los que se penaliza a partir de un umbral de substancia en sangre son los controles de alcoholemia.


Y así, victimismo a victimismo, seguimos descendiendo a nuestro valle de la ineptitud

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