Se ha dicho de los usuarios de internet que se convierten (o nos convertimos, para ser más exactos) en una masa de individuos aislados que no tienen relaciones de grupo sino de carácter virtual; es decir, señalan una especie de individualismo enfermizo, decandente, algo así como: el nuevo mundo feliz del ciberalimento es un mundo crecientemente solitario, aislado y deshumanizado. Es un lugar en el que puedes comprar lo que quieras en la red pero no conoces a tus vecinos... un lugar en el que los hijos y sus padres pasan las tardes metidos, hablando con gentes distantes antes que unos con otros... Creo que cuando se formuló esta crítica ya se estaba metiendo la pata hasta el fondo.
En primer lugar, no está claro que el hecho de no conocer a los vecinos o no tratarse con los físicamente más próximos o no hacerlo asiduamente sean deficiencias sin mayores explicaciones. En un época en que la gente puede cambiar de vecindario -de hecho lo hace- varias veces, los vecinos, la gente próxima, son términos que adquieren un significado distinto que cuando las personas nacían en un lugar y lo más probable era que, al cabo de los años, murieran también allí, siempre rodeadas de la misma gente.
Quiero decir que, en buena medida, achacar a internet la "deshumanización" de las relaciones sociales (suponiendo que este término de "deshumanización" quiera decir algo) es injusto porque tal es la situación de entrada en prácticamente todas las ciudades del mundo. Al contrario, un conocimiento más cumplido de internet obliga a reconocer que ésta aproxima a la gente, crea un tupido mundo de interrelaciones entre individuos autónomos y mucho más "humano" que todos los anteriores desde el momento en que la persona, lejos de tener que apechugar con las condiciones de un orden social preexistente, actúa por iniciativa propia, establece las relaciones que le interesan y funciona de acuerdo con sus propias afinidades electivas.
Bueno, eso me parece...
viernes, 22 de julio de 2011
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5 comentarios:
No seré nada original.
En este tema -una vez más, y van ya... tropescientas mil- me atengo a la paradigmática parrafada central de la película "Palíndromos" (se la recomiendo):
"Somos genes y casuística; eso es todo." Y no; no me referiré a la gran cantidad de textos que van apareciendo poniendo en solfa la herramienta "guay" y "social" (no perdamos de vista que esto último interesa por sobre todo a la progresía rampante de la "spanish revolution" y a todas las quincemes carajotas del mundo mundial) que es el Intenné (copyright Del Pozo). Textos como "Superficiales" de Nicholas Carr, denunciando la nueva forma "fragmentada" de asimilar información, o "El pensamiento powerpoint", de Franck Frommer, sobre la majadería de convertirse en irredentos internautas de conocimiento chicle, por citar sólo dos, aunque ya hay miles que ponen en entredicho la utilidad del invento, como en su día pasara con la televisión.
Sí que es periclidatadamente cierto que el Intenné es como la coca-cola: favorece aplacar la sed de gente que apriorísticamente ya está predispuesta a ser adicta de la cosa. El ejemplo lo tenemos en servidor mismo (perdón por autocitarme). Funciono como bloguero (aunque se trate de un experimento o impostura) más o menos como en mi entorno real. Al antipático lo marco enseguida. La animadversión virtual que puedo crear conscientemente se parece en cierta forma a la de mi inmediatez. De la misma manera, no echemos las campanas al vuelo: el puto o la puta, encuentran en el Intenné un viral caldo de cultivo impagable. Y el pederasta, el psicópata... o el misionero que quiere hacer campaña -junto al tripartito catalán- para mejorar la vida en Mali y Senegal. No se trata del "medio", ni siquiera del "mensaje" (McLuhan dixit) sino del "mensajero", como siempre ha ocurrido, por otro lado, porque ya está todo inventado, desde Grecia y Roma y mucho antes con los chinos.
Por lo demás, Internet sí tiene una utilidad: descargarte buenas películas de Robbe-Grillet o bajarte el todo Mozart de Philips, para amortizar la cuota del Movistar y, ya de paso, equilibrar la pedazo de cuota-usura que te trinca Bankia, por tó el morro.
No, querida. Sigo y seguiré pensando que, más allá del determinismo de ser del barça o merengue, de ser de izquierdas o facha, de ser católico o judío, está el positivismo de tu conjunción astral. Es lo único que condiciona casuísticamente, de verdad. La genética hace el resto. Pero ya sé, ya sé que esto no es políticamente "correto" y sí el temita que nos ocupa. Por cierto: para los judíos, el horóscopo sí que es cabalístico, curiosamente. Lo digo por los despistados que reniegan del cristianismo, por estar de moda incluso entre el facherío.
Por eso, Internet no es la panacea, como los ínclitos del Ministerio de Educación para la Zapatería se empeñan en patentar, en Órdenes y Decretos, con la ayuda de TVE. Las relaciones humanas auténticas, o falsas, le preceden.
Y personalmente, prefiero lo no virtual.
Cierto que las relaciones con nuestros vecinos se debilitan y cierto también que no es la red la culpable, aunque pueda contribuir al aislamiento físico de los individuos.
El modelo a mi modo de ver, está cambiando. Antaño las relaciones eran más físicas que mentales y sin embargo ahora creo que son más mentales que físicas, por lo tanto, en este nuevo universo vecinal, Internet es un vehículo para el pensamiento excelente.
Pues yo creo que como todos los avances es ambivalente: potencia la capacidad tanto para el bien como para el mal, y favorece un río revuelto en el que hay de todo.
Conste que la parrafada de Juante me parece elocuente y lúcida. Si el medio es en parte el mensaje, es cierto que el Intenné propicia, creo, la superficialidad, la lectura en diagonal, el somero picoteo. Y con él también favorece ese tipo de relaciones humanas insoportablemente banales, pero agradables otras. Es rara al final la virtualidad. Aprender a moverse en esta nueva jungla puede robarte un tiempo precioso para otras cosas.
Saludos blogueros a todos
rara vez he oído hablar bien de los vecinos. No digo que no se dé, digo que es poco usual (yo tuve de vecino a mi casero... imaginen), y eso que yo vivo de alquiler y no tengo especial afección por la derramas
Las interacciones siguen siendo las que son. Es más, siempre he pensado que, peazo negocio un librito-guia de conversaciones de ascensor; "banalidades para romper el silencio", se titularía
No sé qué decirte, querida Tasmania, no tengo una idea clara de si Internet deshumaniza (o lo que quiera decir esto) o no las relaciones sociales.
Lo que yo he comprobado es que las personas que no quieren decirte algo "físicamente" (por vergüenza, cortedaz, poca elegancia, cobardía, timidez....) se valen de internet para hacerlo.
Desde reclamarte una deuda hasta darte un pésame.
Y esto, me parece fatal.
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