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jueves, 10 de junio de 2010

Ortodoxia o silencio

Decía George Orwell en 1943 cuando criticaba duramente a los medios de comunicación ingleses: “…es la misma clase de censura velada que actúa también sobre los libros y las publicaciones en general, así como sobre el cine, el teatro y la radio. Su origen está claro: en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir esto o aquello, es que no está bien hacerlo… decir esas cosas, del mismo modo que en la época victoriana no se aludía a los pantalones en presencia de una señorita”

Y añado yo: Y cualquiera que osara desafiar dicha ortodoxia se encontraría silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se hiciera caso de una opinión realmente independiente ni en la prensa ni en las publicaciones minoritarias intelectuales.
Les suena, a que sí...aunque también debo reconocer que esto empieza a cambiar en Apaña -gracias al cielo-

En aquellos momentos Orwell sufría la ortodoxia dominante que exigía la admiración hacia Rusia sin asomo de crítica. Todo el mundo estaba al cabo de la calle de este hecho y, por consiguiente, todo el mundo actuaba en consecuencia. Cualquier crítica seria al régimen soviético de entonces, cualquier revelación de hechos que el gobierno ruso quisiera mantener en secreto no saldría a la luz.

Lo peor, creo, era que esa conspiración nacional para adular al aliado de los ingleses se producía a pesar de unos probados antecedentes de tolerancia intelectual muy arraigados entre los hijos de la Gran Bretaña.

Era paradójico, pero mientras se era libre de atacar a Churchill desde cualquier libro o periódico raro era que alguien pudiera publicar un ataque contra Stalin.

No, si al final va a tener razón NRQ... todo está inventado... Pero en ese caso también tendría entonces razón yo, cuando aseguro que es imprescindible releer, releerte para avanzar.

Orwell participó, como saben, en la guerra civil española contra la agresión fascista, pero también sufrió en sus propias carnes las purgas que el frente popular desató en la Barcelona roja.

La contradicción misma, la manipulación de las palabras, la palabra directa al intelecto y a la emoción de los hombres... Orwell, el milagro de la literatura.

5 comentarios:

Noumenadas dijo...

¡Qué bonito título el de tu post, Tasmania!

Lo de Orwell -salvando lógicamente las distancias- me recuerda a cuando inicié mi trabajo oficial en una empresa pública en que "dominaba" una candidatura protofalangista de señoritos de toda la vida. Rápidamente, con el "aperturismo" pseudoexpropiador de Boyer y cía. se hizo fuerte una candidatura autodenominada "progresista" (el "progressive" de D. NRQ), filotroskysta y "embudista" porque siempre lo veían y hacían todo con el ancho del embudo mirando para ellos. Y, hasta hoy: esa es la triste historia.

Como Orwell en 1984, el fascismo consiste en el control de los sectarios que pretenden siempre captar el "interior" de todo el mundo en provecho propio. Y eso, lamentablemente, suena demasiado a déjà vu, mucho más en la izquierda rampante. Cada vez más, diría yo. Y eso que dicen que hay pluralidad de medios, ahora con Internet y tal...

No sirve para nada.

Nrq dijo...

Es como si la gente no supiera sentirse a gusto siendo independiente y necesitara de la cobertura del estado... en todo, hasta en la información. Somos un extraño país de dependientes.

Mesala Gongo dijo...

Ser independiente es de valientes demostrar la independencia de Héroes.

La pluralidad de medios lo que bien refleja es la dependencia de cada uno de ellos.

Que a nadie se le ocurra expresar su independencia.

Tasmania dijo...

Si es que en el fondo... la humanidad no es más que una pandilla de cobardes.

El vértigo que produce dar el paso... el miedo -sí miedo- nos hace dar y dar vueltas a la rotonda.

Algunos nos negamos... por eso estamos algo piraos...

Unknown dijo...

El tiempo pone a cada uno en su lugar, aunque a veces tarde mucho. Lo hizo con Rusia y su política de entonces, y también con Churchill, a quien nadie cuestiona hoy su valía y su valentía (lo que no excluye, Doña Tasmania, que en ocasiones pudiera equivocarse, que ya la veo venir...).

En cuanto a los simples mortales, y aquí estoy plenamente de acuerdo con Ud., hacemos lo que podemos. Bueno, algunos, como Ud. dice. Sobre todo cuando nos proponemos ampliar la horma que nos dieron o rebasar el molde que nos configuró como somos hoy. Lo cual, dicho sea de paso, suele generar reacciones de estupor en quienes nos rodean, acostumbrados a una forma invariable de nuestro ser. Gran error.

¿Por qué, cuando los niños son pequeños, nos alegramos de que cambien, evolucionen, aprendan cosas, no les valga la ropa de un año para otro, etc., etc. y en los adultos no somos capaces de valorar el cambio como algo positivo?