Buscar en este blog

jueves, 3 de junio de 2010

Barrio Sésamo

¿Saben por qué triunfó Barrio Sésamo?


Cuando a finales de los 60 Joan Gantz Cooney (sí, está bien escrito así) llama a Gerald Lesser, quería proponerle un programa de televisión que educara a los niños y que esa educación fuera permanente. Pero permanente no significaba el anhelo de que el programa durara mucho en antena, sino permanente quería decir que el niño se llevara lo que había aprendido una vez que el programa terminara. Si se analiza un poco en perspectiva el que tenía un problema serio era Lesser, porque Conney era productora de televisión y quería un programa que educara a los niños después de haber dedicado varios años a programas que educaban a adultos. Estos programas eran normalmente debates y documentales en los que invitaban a expertos en política y leyes que debatían y explicaban con un alto grado de exigencia sobre sí mismos y, por tanto, sobre el público. Entonces, Cooney, decidió que quería hacer lo mismo, pero para niños y monta la Children's Television Workshop, que el sus siglas CTW, es lo que hemos siempre visto encima de la placa se Sesame Street.


Lesser no era un guionista, sino que era un psicólogo de la universidad de Harvard. A la propuesta que acaba de recibir le veía un desafío importante; en clase uno podía verla reacción de niño al igual que su actitud y, entonces, actuar en consecuencia, motivar su atención o, incluso, reprender su actitud. Pero la televisión no te daba ése contacto, lo que significaba que te quitaba dicha percepción y por tanto ibas a ciegas. Si a cualquier profesor de la época le hubiera preguntado "¿Qué te parecería montar un programa de televisión que alfabetizara a los niños de tal a tal edad?" pues imagínense las pegas; desde que el niño no es constante a que no llevaría deberes a casa que garantizaran la retención y el avance.


Pero, como en esas biografías que nos emocionan, Lesser y Cooney no se amilanaron y tomaron el problema precisamente por ese flanco, la constancia, o mejor dicho, la dispersión de los niños. El equipo de CTW eran conscientes de que su atención la iban a repartir, con alta probabilidad, entre dos actividades que serían juguetes y televisión. Muy posiblemente un niño no iba a estar tal cual delante de la televisión, si no que estaría zascandileando con sus juguetes, con lo que debían dar al programa un formato de consecución de historias cortas que pudieran captar durante un periodo de tiempo la atención del niño. Pero las historias debían tener significado y trama, porque sabían que el niño no iba a atender simplemente a unos muñecos coloristas que bailaran y cantaran sin ningún tipo de hilo conductor por debajo, que no son tontos.


Como están empezando a ver, Barrio Sésamo no fue producto de una idea feliz. No quiero decir con esto que no tuviera su diseño momentos de honda inspiración, pero esa honda inspiración provenía de conocimiento interiorizado que sale a la luz en intensas jornadas de trabajo. Pero volvamos al diseño de Barrio Sésamo, que sobre interiorización del conocimiento no toca hablar hoy.


Bueno, ya tenemos claro que querían alfabetizar a niños, enseñarles palabras y los números, pero ¿cómo hacemos para que retengan los conceptos que les vamos a enseñar? Miren; yo soy muy fan del cine. Y soy muy mitómano y para mí el cine es mito. Y me veo una película 10.000 veces porque me gusta y cuanto más la veo, más cosas descubro. Y encima creo que es bueno tener cierta especialización. Así cada vez que veo a los hermanos Marx descubro más cosas sobre cómo hilar el absurdo. O descubro que Toto no sólo era un gran cómico, sino que, además, era un grandísimo actor cuando no tenia línea en el guión: actuaba como contraparte en los diálogos o como tercero en las conversaciones de otros dos con una naturalidad y a la vez comicidad que se salía de todo lo que pueden ver habitualmente en actores mediocres que se limitan a asentir. Me gusta captar esos detalles y, en ocasiones, tanto que no me importa sacrificar el ver nuevas películas por volver a fijarme en las que ya conozco.
Pues bien, descubrieron que esta repetición hasta la confortabilidad era clave en la didáctica y desarrollaron un producto de sketches que se fueran repitiendo programa a programa. Podían ser animaciones o historias de personajes; muñecos con actitudes infantiles, niños reales, muñecos con caracterizaciones de adultos y adultos. En cada programa había elementos repetidos de programas anteriores y alguno nuevo que enseñaba algo distinto. O que enseñaba lo mismo pero añadiendo algo más y que posteriormente se repetiría en otro programa. El niño, entonces coreaba lo que ya sabía y predisponía la mente a algo nuevo, pero partiendo de una base segura, de algo que ya conocía. Increíble ¿no? Un programa de estudios por televisión sin exámenes pero con garantía de éxito.


¿Pero saben dónde radicaba el éxito mayor? En que el niño se llevaba los deberes fuera de casa. Se apagaba la televisión y seguía canturreando la canción que contaba del uno al doce. Es más, hoy en día seguimos acudiendo a Coco para explicarle a un adulto la diferencia entre "arriba" y "abajo" cuando le cazamos en un momento de ausencia. ¡Consiguieron que los niños se impusieran sus propios deberes! ¿Consiguieron, pues, Cooney y Lesser lo que se había propuesto?


Ahora, y como deberes para casa, piensen en lo siguiente; nosotros somos adultos y crecer es descubrir y descubrir es hacer cosas nuevas y hacer cosas nuevas implica enfrentarse a lo desconocido y cambiar el marco de pensamiento bajo el que nos regimos. Es salir de la manta confortable que nos da el manejar con consistencia lo que tenemos delante. Es perder pie. Es hacer todo aquello que leemos en las biografías que nos encantan. Biografías de gente osada como Cooney y Lesser que deciden que hay que arriesgar porque detrás de eso tan común que tenemos por garantizado hay algo más.

5 comentarios:

Jujope dijo...

La televisión "educativa" sigue siendo un dilema sin solución. Es más, toda la televisión es educativa (en el peor sentido) y, por tanto, carece de sentido establecer una franja, etiqueta o formato que quiera competir con la escuela. No hablemos ya de la "televisión infantil", cuando hoy mismo nos hemos enterado de que la Consejera de Salud de Cataluña, aconseja a los menores el "petting".

En realidad, todo lo atinente a la Educación, si no es con tiza, no funciona. Y, todo lo atinente a la TV, si no es con morbo, menos aún. Fórmulas híbridas, ni valen ni aprovechan. Y ni el ordenador ni los medios audiovisuales convencionales aportan gran cosa.

Pienso, D. NRQ, que vivimos tiempos de caos culturales y artísticos a gran escala. Nadie sabe adonde vamos. En los tiempos a que apunta el magnífico post de hoy, al menos se pretendía establecer un cauce, una lógica de valores crecientes y admirables por su "verdad". Hoy en día, el cauce es cada momento y sin discriminación, quizás las "redes sociales", más bien sexuales. Quizás se pretende volver a una cama redonda global y planetaria, como en el final de "El Perfume", porque el materialismo ha llevado al hombre a escarnecerse y profanarse, como única solución derrotista, pero fácilmente instintiva, a la incógnita de su existencia.

Por mi parte, estoy volviendo a coleccionar "El Jabato" y añoro de qué manera "Thunderbirds". Soy de los que piensan que "lo mejor ya estuvo" y que "cualquier tiempo pasado fue mejor". No creo en que lo mejor esté por venir. Y creo que, aunque esto lo tenemos muy claro, lo sufrimos muy difusamente, demasiado diría yo.

Nrq dijo...

Mr JuanTe;

no podemos olvidar que estamos yendo por la senda del parche, más que por la de la innovación. Nos movemos poco, avanzamos menos. No lo digo por su consideración de que lo anterior fuera mejor, sino por esa absurda actitud de los medios de masas de simplificar cada vez más la estulticia.
Por ejemplo; toda esta moda intelectualoide de poner la finalización "-ia" a cualquier cosa para darle un toque algo más cerebral; Babelia, Culturalia, Alimentaria, Musicalia... O lo que en otro momento fue cool ponerle a todo ".com" ahora es el 2.0, que ni el 10% de la gente sabe lo que es un entorno colaborativo pero en cualquier supermercado habrá en breve "Chacutería 2.0". Los de Antena3, reyes del maquillaje sobre un contenedor de vacío, han decidido ya dar el paso al 3.0.

Mientras, gracias al cielo, Apple sigue creando, imponiendo criterios en tendencias que luego, los de A3 y similares convertirán en modas baratas. En fin; no avanzamos, al menos no en la medida de nuestra capacidad. No hacemos nada nuevo ni utilizamos las ideas asimiladas con ingenio ni talento, cosa que Cooney y Lesser sí supieron gestionar como para marcar algo más que una época.

Tasmania dijo...

Pues fíjate N que eso de interiorizar el conocimiento ya se lo curró bien currado San Agustín y...fuertemente influenciado por Platón.

Para San Agustín el punto de partida para la búsqueda de la verdad no se encuentra en el exterior, en el conocimiento sensible, sino en la intimidad de la conciencia, en la experiencia que el hombre posee de su propia vida interior.

Así, la interiorización, el replegarse sobre sí, es el punto de partida de un proceso ascendente que lleva al hombre más allá de sí mismo.

Como Platón, San Agustín reconoce que las ideas son auténtico objeto de conocimiento y que son inmutables y necesarias.

Y como Platón, San Agustín asigna un lugar en ese reino inteligible a las ideas de orden lógico y metafísico, como verdad, falsedad.. a las ideas de orden matemático como números y figuras.. y a las ideas de orden ético y estético como bondad o belleza

Unknown dijo...

Creo que "Barrio Sésamo" fue un excelente programa en su tiempo, incluso siendo capaces de escindirlo de nuestra propia mitomanía sensible, es decir, aquella que asociamos a todo lo que fue clave en nuestra infancia. Hasta la versión que se emite hoy (supuestamente 'adaptada a los tiempos' y, por tanto, peor) sigue valiendo la pena, particularmente si tenemos en cuenta el resto de la programación denominada ‘infantil’, con la que estoy empezando a familiarizarme este año.

Dentro del marasmo en el que ésta se ha convertido, destacan sin embargo algunas creaciones que encandilan, no sólo a los niños, sino también a sus mayores. ¿Han visto ustedes Pocoyó? Se lo recomiendo vivamente. Es ‘limpia’, en su estética y sus valores; es atractiva visualmente, fundamental para los niños y los no tan niños; es alegre –hasta yo me he reído en voz alta alguna tarde- y, por si fuera poco, es española. ¡Como lo oyen!

Es cierto que es 'una entre mil' pero vale, precisamente, lo que esas otras mil juntas. Lo que prueba que, como ocurrió en Barrio Sésamo en su momento, cuando se unen el esfuerzo, la inteligencia, las ganas de hacerlo bien y la dedicación (una combinación de factores no muy frecuente, por cierto), se pueden lograr resultados admirables. Y duraderos.

A veces pienso que en esto de la televisión infantil, acabaremos como muchos mayores que conozco. Ya no ven la tv; tiran de DVD o de disco duro para disfrutar de buen cine o de series de calidad. Así al menos los niños verán lo que (creemos que) les puede aportar en su crecimiento, en lugar de dejarlos al albur de ‘lo que echen en la tele’. Lo cual nos pone a los padres en un difícil papel, se lo aseguro. Un complicado equilibrio entre la edad del niño, el material disponible, los valores a transmitir y la apertura de miras, entre otras cuestiones. Pero nadie dijo que esto de la responsabilidad y el compromiso fuera tarea fácil, ¿o sí?

Y entonces, me pregunto también, ¿qué será de la TV? Les contesto con un guiño, que para eso es sábado.

Como anticipó Springsteen en su tiempo: “57 channels and nothin’ on”.

Unknown dijo...

D. NRQ dice...

"nosotros somos adultos y crecer es descubrir y descubrir es hacer cosas nuevas y hacer cosas nuevas implica enfrentarse a lo desconocido y cambiar el marco de pensamiento bajo el que nos regimos. Es salir de la manta confortable que nos da el manejar con consistencia lo que tenemos delante. Es perder pie."

Argumento cierto. Precioso. Podría decirse que hasta perfecto...si no fuera porque muy pocas personas se atreven a ponerlo en práctica. Por no decir casi ninguna.

Miren a su alrededor y díganme cuántos de quienes les rodean viven bajo esta máxima. Está bien, quizá me he pasado.

Díganme entonces cuántos de quienes les rodean ejercen esta doctrina en los asuntos más cotidianos, más (aparentemente) sencillos.

Miren ahora, si se atreven, dentro de sí mismos.

"La gente no busca razones para hacer lo que quiere hacer, busca excusas."
(W. Somerset Maugham)