Analizando un poco lo que me rodea, he llegado a la conclusión de que la fiebre compradora que se observa -contra pronóstico- en este mes de junio, se debe a las devoluciones de Hacienda.
Las piezas del rompecabezas encajan perfectamente y por eso, haga lo que haga o diga lo que diga el peor Presidente de nuestra núbil democracia, no pasará nada. Por eso, porque el mes siguiente es el de la extra, porque coincide que hay campeonato mundial de fútbol y porque -lo tengo más que visto y comprobado- a Zapatero le basta un simple entorchado de ojos, un gesto torpe cuando es abandonado por Berlusconi o un balbuceo bien calculado de sus memeces inconexas, para que sus partidarios (que son muchos más de lo que parece) le bailen el agua y se dediquen a reverenciarlo.
Indudablemente hay fenómenos sociales que escapan a toda lógica. Tanto hablar de por qué actúa la gente de una forma o de otra, de por qué vuelven a votar al mismo mentiroso compulsivo o de por qué aparentemente vivimos en jauja, con el mejor "ave" del mundo, el mejor deporte, la mejor gastronomía, la gente más guapa, etc. -pero al mismo tiempo nadando en la miseria espiritual y física más recalcitrante del mundo civilizado- cuando lo que ocurre simplemente es que la gente exhibe extrañas "manías", por simple mecanismo de mímesis.
Por peregrino que parezca, se trata de un comportamiento tan aleatorio como estadísticamente probado. Hasta para comprar una dorada, me las ví y deseé el pasado viernes, precisamente por no haberlo tenido en cuenta. Recalé en tres reputados Hipermercados de la misma firma. En el primero había un pijerío insufrible de gente remoloneando en la pescadería, como si estuviera en el médico. Al no tener ni paciencia ni tiempo, tomé nota del hecho, ya presentido y me fui al del "pobreterío" o de la "bajurria" (dicho sea sin connotación clasista). Ahí fue aún peor: una chica que ni siquiera había cogido número, gritaba estentóreamente para contar sus hazañas a la vuelta de Barcelona. El dependiente, que también había estado en Cornellá, empezó a empatizar con la tal, pero a esto que llegó una marchanta desaliñada aireando en voz muy alta: "¡Barselona es bona si la bolsa sona, nena!". Aquello no iba ni para adelante, ni para atrás, así que me fui desesperado y constatando que el nivel no había subido desde la última vez. Por fin, en el tercer Centro, donde supuestamente había mezcla, veo unos carteles avisando del inminente cierre, por falta de afluencia de clientes. Pero, curiosamente, está enclavado en el mejor sitio y es donde únicamente se podía comprar, por tranquilidad, modernidad y mejor surtido. Constato, por tanto, el masoquismo que impele a la gente a disfrutar de la cola y del barullo. No sólo en el hiper, sino en el banco, en el restaurante y en la playa. La cuestión consiste en dejar que la iniciativa la tengan los demás y de conectar con la medianía hasta para copiar lo que compran o simplemente toser (que, en esos sitios, la gente tose para marcar territorio.)
Conclusión: como dijo el otro, "¿dónde va Vicente?: donde va la gente". Misteriosamente, eso tan deforme que es la gente funciona por ósmosis y de ello se aprovecha la democracia. Y no existe casuística que lo explique. Sencillamente, "a la gente le da por ahí", se suele decir. Porque sí, porque hay que estar en la tontería del momento y todo lo demás -huelga decir- supone un peligro, además de ser anti sistema y anti régimen. Como el bar que abrieron hace un meses, por aquí cerca: no es chic, pero todo el niñaterío socialdemócrata lo abarrota a cualquier hora, en detrimento de los demás, con mejor calidad y a mejores precios. Como Ikea, donde -exceptuando a las masas mazacóticas que acuden solícitas al codillo- ya se sabe cuál es el perfil de su clientela-tipo: de la "república monárquica socialista neoconhippy". Visto el pelaje de los que acarician el edredón, visto el designio sociopolítico de un sector inconfundible. Son esos los que proliferan ahora para decir que "era necesario tomar medidas", haciendo causa común con el iluminado que presumía de nunca tomarlas, porque "sólo lo hizo la oposición".
Así que no malgastemos el tiempo en darle tantas vueltas al asunto. El ente abstracto de la gente, formado de indiferencia y maldad para conducirse con pretendida y falsa ventaja, se complace en su necedad y se alimenta de la hipocresía de los gobernantes o de no se sabe qué caprichoso criterio de elección. Probablemente ninguno. Es lo que tiene la insoportable levedad de la gente.
lunes, 14 de junio de 2010
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7 comentarios:
Buenos días, JuanTe.
primero y principal siento el retraso.
Segundo y principal; un dñia me prohibí a mí mismo utilizar la expresión "la gente". Visto que no podía llevarlo a cabo, porque está ahí, grabada a sangre como argumento de disculpa, localicé un objetivo más asequible, pero no menos ambicioso, y me propuse vigilar su uso.
Hablar de "la gente" es una forma de decir educadamente "la masa" y masa suena mejor si la diluyes en terminología como "medios de comunicación de masas". Queda incluso erudito. Pero es lo que es, una manera de tratar por el mismo sesgo a todo el mundo. Y lo peor es que excusarse en "la gente" lo único que demuestra es que, de nuevo, diluyes tu responsabilidad en un comportamiento común. Yo, como buen liberal creo en los grupos lo justo.
Si me timan en una operación no debo esperar a que timen a más gente para que lo que me han hecho sea denunciable y haya más razón para la justicia razón de actuar. No, mi derecho ha sido lesionado igual, pero parece que si no hay ruido no hay alarma y sin alarma no hay tanta lesión.
Quizás sea un tema que se escape a toda coherencia intelectual -lo sé- pero, por eso mismo, me obsesiona sobremanera.
Y encuentro, D. NRQ, muy ajustada la comparación con la "masa". Efectivamente, en Ciencias de la Comunicación nos ocupamos, no de los comportamientos de las masas, sino de los efectos que les afecta.
En cierta ocasión, una universitaria me pidió una especie de decálogo de la comunicación "diádica", entre dos personas. Le dije que no era mi campo, que no me interesa y no lo entendió. Pero sí me interesa el fenómeno de la gente comprando churros a las ocho de la mañana un domingo de Cuaresma, por ejemplo.
La gente es un concepto aún más despectivo que el de masa -ya de por sí muy degradado- gran verdad. Creo que incluso da nombre a un programa de TVE, donde tratan a la gente como ganado... del establo socialista.
Lo peor de la "gente" es su incapacidad para reaccionar, su hiperactiva indolencia, su jactancia en la falta de crítica. Y, como en las peores películas americanas, la gente "llama" a las catástrofes fatales.
"Por peregrino que parezca, se trata de un comportamiento tan aleatorio como estadísticamente probado"
Menuda frasecita Juante, me vas a tener barrenada un par de días... por lo menos.
Tampoco yo creo en "la gente" Nos escudamos en ese palabro para protegernos, para diferenciarnos, pero no podemos evitar que otros nos incluyan en el maldito palabro.
Hace tiempo que personalmente me importa bien poco lo que hace o dice la gente (me hago mayor) pero sigo flipando como una cría cuando trabajo en lo que -supuestamente- opina la gente sobre éste o aquél producto, sobre éste o aquél político.
Debo matizar. No flipo tanto por lo que piensas sino por qué lo piensas... ahí, ahí... peregrinos.
oops
no por lo qué piensan sino por qué lo piensan... quise decir
Agudísima como siempre, querida Tasmania. Yo también lo flipo en colores y en blanco y negro.
Lo de asumir la inmoralidad que le viene inspirada desde lo alto es algo que la "gente" asimila a las mil maravillas. Si mañana viene una Bibi o un Zapatiesto diciendo que no está mal que caminemos en pelota picada por las calles cuando hace calor, estoy convencido de que mucha "gente" lo acataría militarmente. Y además, están esos movimientos de gente que no responden a estímulos, sino a lo fantasmagórico. Por ejemplo, hacer cola en un sitio para comer a las cuatro de la tarde, incómodo y mal. O hacer botellona en un sitio y no en otro. O comprar una determinada marca de coche, en detrimento de otras. La lista de antojos colectivos sería interminable.
La emulación colectiva de la "gente" es un supremo acto de cobardía y de falta de personalidad.
Está en la misma esencia de la socialización e implica la voluntad animalesca de colectivizar los instintos.
Me autocomentaré una vez más, con permiso, pero creo que es pertinente.
Una amiguita me ha soplado hoy que la fiebre compradora de estos días se debe, en realidad, al reflejo condicionado de la subida del iva para el mes que viene. (Ella me ha dicho que es como lo de la primera guerra de Irak, ¡ja, qué graciosa!) Obvio, por otro lado, como lo de Hacienda. Así que, tomemos nota. Estoy por pensar que lo de la huelga general del próximo 29 de septiembre, también es otro reflejo condicionado. Fin de mes, de vacatas, de curso político, buen montón de euros ahorrados, etc. y las piezas sindicales encajarán perfectamente en el rompecabezas zapateril.
Saludos, amigas, primero y amigos, después.
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