En la versión cinematográfica que hizo Laurence Olivier en 1955 de Ricardo III introduce en el monólogo inicial una frase que no está en el texto de Shakespeare; "mil vidas se interponen entre yo y mi objetivo". Ricardo es feo, contrahecho o, como él mismo dice, enviado a este mundo antes de tiempo. En inglés esta frase se escribió "before my time". Ese my, siempre me ha cautivado mucho, porque viene a dar a la frase una connotación de "me lo robaron todo incluso antes de nacer". La afrenta a la naturaleza que Ricardo entiende que es, es, al mismo tiempo una afrenta que la naturaleza le ha hecho a él. El rechazo que percibe en la gente, real o no, es lo que hace que decida eliminar esas mil vidas y llegar al trono. A fin de cuentas no tiene nada mejor que hacer en la vida. Ya es noble y satisfecho, no puede entregarse a los placeres de la carne y mata el tiempo espiando su sombra. Pues bueno, nada mejor que hacer que llegar a ser rey.
Ricardo es un intrigante, pero su intriga no es injuriosa, sino letal. Primero va a por su hermano George, duque de Clarence, los jóvenes herederos vienen después y así hasta completar su ambición.
No podemos considerar toda ambición como la ambición de Ricardo, pero sí podemos cuestionar que vivimos con cierto riesgo de que posiciones relevantes las alcancen elementos que se manejan mucho mejor en el ámbito de la puñalada que en el de la profesionalidad. Llegar es difícil y parece que la meritocracia no es el único parámetro de evaluación. Tenemos modalidades, incluso, como la intriga pasiva, que es el arte de saber ponerse de perfil, es decir; hay una paleta de colores tan amplia en esta materia como en la del talento
Queremos creer que la intriga no es un talento para gestionar o para gobernar, pero es que la intriga es un arte que deja fuera a tus rivales. Bien manejada hace que el intrigante quede como un héroe y el que se queja por las artes del primero quede como un llorón, un débil, un pusilánime y nadie ama a los flojos. Les compadeces, pero no les admiras.
Las ligazones y alianzas que se generan al enredar de esta manera son ataduras fuertes y penetrar una barrera de ese tipo, desgraciadamente, es casi exclusivamente posible a través de un enredo mayor.
¿Dónde queda la koinonia? El mirar todos hacia un mismo objetivo en unión y comunidad. Por supuesto, por supuesto que koinonia, tomada como concepto exento de connotación ajustada a moral, puede significar también la unión para conseguir un objetivo no confesable, pero si nos centramos en ella como el logro, la ambición en términos de superación o la búsqueda del bien común, la koinonia es uno de esos valores que hacen a las personas más personas y que da base a vivir en sociedad. Pocas cosas me revientan tanto como ver que en un órgano que se entiende que debe funcionar de forma armónica, se generan pequeños reyezuelos de taifas que creen que su propio negociado es un templo y ellos son los protectores del Grial. A partir de aquí se forman alianzas de necesidad y acabamos viendo comunidades, empresas o gobiernos en los que se cubren las expectativas pero lo raro sería que se consiguiera más, pero como se cumplen objetivos, mejor eso que pérdidas. La ausencia de esa koinonia, paradójicamente, frena a ambición dejando el logro en un status quo de no avance que, como toda no-evolución, está condenada a generar moho y pudrirse. Como en Ricardo, muchas de estas motivaciones se justifican interiormente en la frase "porque me lo deben". Menos mal que siempre, en algún momento, llega un Henry VII a Bosworth.
domingo, 6 de junio de 2010
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5 comentarios:
¿Y quién te acompaña en la koinonia?
¿Quién N?
Tal vez el del negociado de la paciencia, ese al que llaman Job.
O tal vez puediera acompañarte el del negociado de la traición, sí ese, Judas... o quizá la mujer del obrador de milagros Filomena o Bárbara, la que se ocupa de las tormentas...
Intrigar es un arte, sí, pero un arte de los malos.
"El arte de la puñalada". ¡Qué expresión más elocuente y tan ajustada a la inmoralidad de estos días, amigo NRQ!
No sólo en el ámbito político del transfuguismo, interno o externo. En el ámbito sentimental -si así de miserable ha de ser delimitado, por fuerza de una de las partes- es aún más denigrante y delictivo.
Sin duda alguna, el oxímoron por antonomasia.
D. NRQ dice: "Queremos creer que la intriga no es un talento para gestionar o para gobernar, pero es que la intriga es un arte que deja fuera a tus rivales."
La intriga (así descrita) debería estudiarse en las escuelas de negocio. En la carrera de Económicas y Empresariales, hoy llamada Administración y Dirección de Empresas (creo), desde luego. En la empresa privada resulta patente cada día cómo es fundamentalmente la intriga (y no la meritocracia, que no es que cuente menos, es que directamente no se tiene en cuenta) la que determina las decisiones de cambio que atañen a personas y estrategias; a la promoción del talento (supuesto que nos quede algo) como activo clave de una organización; incluso a las decisiones de negocio que, contra lo que podría pensarse, deberían estar basadas en un criterio de negocio (valga la redundancia) y no en el criterio de conservación de la silla de quien la adopta, como suele suceder. No crean que estoy generalizando; estoy simplificando respecto de lo que me ha tocado ver en mi corta experiencia profesional, que incluye –eso sí- cuatro fusiones a cuestas. Permítanme no ponerles ejemplos para no aburrirles.
Lo que me deja fuera de sitio, y no logro aceptar (porque no quiero) es que lo mismo suceda en la Universidad, ese templo (que fue) del saber. En este ámbito me parece doblemente sangrante, y también lo conozco bien. Talento académico pisoteado, capacidad docente ninguneada, trabajos 'robados' y publicados por otros, tribunales de oposición vendidos como si de combates de boxeo se tratase,...
"Bien manejada hace que el intrigante quede como un héroe y el que se queja por las artes del primero quede como un llorón, un débil, un pusilánime y nadie ama a los flojos. Les compadeces, pero no les admiras."
Esto es lo peor. A la víctima no le queda nada. Ni el consuelo de saberse en el camino del hombre recto (Ezequiel 25:17), a no ser que esté fuertemente anclado en sus convicciones personales y en su valor intrínseco. Y decida a conciencia no calzar el 37 de la mayoría que habita la campana de Gauss si su número real es el 42.
El tiempo pone a cada uno en su sitio, sí. Pero a veces, tarda demasiado. ¿Verdad, papá?
Taz;
si uno busca a alguien paciente para acompañar en ese viaje, es porque cree que uno le va a hacer pasar un rato duro. El acompañamiento en la koinonía es alguien con el mismo objetivo y las mismas inquietudes que tú, que parte del mismo sitio, busca un objetivo y cree (porque ha estado en su diseño) en la estrategia para llegar a tal fin.
D. NRQ dice:
"si uno busca a alguien paciente para acompañar en ese viaje, es porque cree que uno le va a hacer pasar un rato duro."
No necesariamente 'duro', me parece.
Quizá tan sólo un rato 'largo'.
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