Pero no cualquier amor. No. Romeo y Julieta es el drama del primer amor y también del amor primero. Es la historia del primer y definitivo encuentro con el amor de dos adolescentes, pero es también la historia del primer encuentro de todos los amores, de ese amor primero que entendemos como enamoramiento.
Es un amor que tiene la fortaleza de enfrentarse a la realidad opresiva, que no se doblega al matrimonio de conveniencia programado por los padres, ni a la prohibición de establecer relaciones entre las familias enemigas. Que tiene la fuerza de quienes están decididos a que sólo les separe la muerte o a que la muerte les una para siempre.
Y digo yo que... esas muertes tienen, en fin, algo de expiatorio, porque a partir de ellas se restaura la paz entre las familias rivales... en palabras finales del Príncipe: "Esta mañana trae consigo una lúgubre paz"
Una pasión trágica por excelencia, aquella que aúna el amor y la muerte...
8 comentarios:
Maravillosa fatalidad, querida Tasmania. Es el auténtico amor, el único posible: el imposible. Y el único deseable y apetecible.
Lo de la reconciliación de las familias yo diría que es un efecto colateral, pero no siempre deseable ni expiatorio. En todo caso, se trata de un ardid de Shakespeare, para hacer que la tragedia fuera redonda de aspecto. No sabemos qué ocurriría después de que las memorias se enfriaran. Ni tampoco importa nada.
¡Caramba con Dña. Tasmania! Hoy estaba de Domingo tranquilito, ¿eh? Eros, Thanathos y la puta madre... ¿no había nada más sencillo? Camilo Sesto se retira ¿eso no merece un post en esta Zodiac? ¿Dónde está D. NRQ cuando se le necesita?
Se hace peligroso hoy juzgar el amor por el baremo del apiole ajeno... aún mantiene algo de buena prensa gracias al bardo de Avon, por ejemplo. O los pactos de suicidio de parejas que no quieren contemplar el Apocalipsis del mundo que conocieron, como Zweig. A nadie en esta España, que no fuera Sabina, se le hubiera perdonado aquella de que “los amores que matan nunca mueren.” Rodeamos de belleza el clímax de “Elvira Madigan” y en “Retorno al Pasado”, traspasado el fino límite del amor al odio, un amante tiende una encerrona a otro a sabiendas de que él mismo viajará al infierno con el mismo ticket; hay leyendas que no duran para siempre... se empieza a hablar de que el suicidio pactado del Príncipe Mayerling y su amante María Vetsera fue -en verdad- una conspiración.
Solo algunos se han atrevido a representar al odio como algo más poderoso que el amor, puestos en la misma balanza, en el mismo instante. No es que yo lo crea, pero la representación es atrevida y dinámica. ¿Cuántas veces han visto en un film o episodio de televisión, al villano cubriéndose, armado, tras la chica del héroe? En un western llamado “Forty Guns” (Cuarenta Pistolas) Barbara Stanwyck es tomada como rehén; su amado, con revólver y placa, avanza hacia ella y el delincuente que la sujeta, objeto de su odio más absoluto. El “héroe” opta por disparar él mismo (hiriéndola) para quitar la incógnita de en medio y darse el gustazo de acribillar a su enemigo. Hay gente pá tó...
Pero cerremos con la tortura de los amantes separados y cómo aullar por la muerte de uno mismo. Podríamos tirar de Heathcliff y la Señorita Cathy, pero quedémonos esta vez con el Abate Prevost...
“Mi alma no siguió a la suya. El Cielo, sin duda, no debió de encontrarme aún castigado con suficiente rigor, quiso que yo arrastrase, desde entonces, una vida lánguida y miserable. Renuncio voluntariamente a llevarla nunca más feliz.
Permanecí más de veinticuatro horas con mi boca pegada al rostro y a las manos de mi querida Manon. Mi intención era morir allí, pero al principio del segundo día paré mientes en que su cuerpo estaría expuesto, después de mi muerte, a convertirse en pasto de los animales salvajes. Concebí la resolución de enterrarla y esperar la muerte sobre su fosa.”
Don Artanis, Puccini supo poner su particular pasión a la obra del Abate Prevost.
Manon Lescaut
(También lo hizo Massenet en su ópera Manon, pero prefiero Puccini en este caso)
El que se pica ajos come diría yo D. Artanis.
¿Es acaso usted protagonista de un amor adolescente? ¿Es, por el contrario, adulto fustigador de amores deshonestos? ¿Acaso un Des Grieux enloquecido de amor por una plebeya? ¿Un ludópata? ¿Un estafador?
Manon era, al fin y al cabo, una caradura, a pesar del hermoso delirio que padece en el enlace que nos ha traido Ms. Parsons de Puccini.
El amor romántico es el deseo inconfesable de todo hombre, mujer o lo que se precie... pero sí, una vez superados los 20 es, eso, inconfesable.
Estimada Dña. Tasmania...
No creo que haya nada inconfesable en mantener un romance, de espíritu adolescente o no. Se teme, en todo caso, a la incomprensión de nuestros oyentes y lectores. O a su crítica, si rompemos algún molde social, algún parámetro preestablecido. De cualquier manera, percibo por sus escritos que no debe ser vd. de fácil escandalizar, pero tampoco debe ser sencillo arrancarle ninguna confesión de índole pasional.
De cualquier manera, querida coargonauta, los secretos y pasiones de nuestros compañeros de remo, se me antojan tan lejanos y arcanos como el mundo de tinieblas que nuestros antepasados temían tras los límites del Finis Terrae.
Ahora bien, tronka, si quiere largar, largue... Miss Louella y yo mismo, la leeremos con gusto...
Por supuesto, don Artanis, leeremos con gusto lo que doña Tasmania quiera contarnos y si usted se anima a largar....pues también.
¡Jo! Ya están las chicas haciendo pandi...
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