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domingo, 10 de octubre de 2010

procrastinación

¿Sabían ustedes que la costumbre tan arraigada en nuestra cultura de dejar las cosas para mañana tiene un nombre y que no sólo condiciona comportamientos y actos, sino que además incide en la economía?
Se trata de la procrastinación. Descubrí el término en un programa de Punset y no vean el alivio que supuso saber que "eso" tenía un nombre. En Redes lo definían como esa actitud mediante la cual te podías pasar ocho horas colocando la mesa, ubicando los bolígrafos, cuadrando los folios, alineando los libros en la estantería, mejorando el café con algún tipo de añadido o buscando la combinación perfecta de la lecha y mientras el ordenador encendido te ve pasar de un lado a otro sin entender bien qué hace ahí consumiendo energía, todo porque no te quieres sentar. Lo bueno de saber que esto tiene un nombre es que ahora, cuando me pasa, sé lo que me está pasando y puedo evaluar cuáles son los motivos, al menos me fuerzo a pensar en ellos.

Por no ser procrastinadores comenzamos esta zodiaco Tasmania y yo, pero por mi parte no puedo decir que tenga vencido este "desorden - costumbre" pasa por delante de mi mente y viene a quedarse. Se queda. Les voy a contar cómo, la muy listilla, se acomoda. Compárenlo con lo que ustedes tienen en casa y me dicen. Mi procrastinación suele venir si se da un hecho reflejado en dos elementos. El hecho es el miedo y los elementos son lo desconocido y la incapacidad. Puedo procrastinar desde escribir un texto, ponerme delante de una excel y agrupar datos o hasta con una cita a cenar. Cuando tengo la tarea ahí y oigo que me está llamando, me asalta el temor de sentirme incapaz, de no saber completarlo tan bien como querría, de salir decepcionado con mi propia capacidad y, entonces, siento por el otro lado el refugio cálido de la indolencia. No es tan cálido y, desde luego, no te deja tranquilo, porque sigues escuchando la tarea llamar desde el fondo del pasillo, pero el miedo a la incapacidad te sigue manteniendo en la otra habitación. En ocasiones, mis miedos, que son muy listos, me derivan hacia un libro o una película porque "lo que te faltan son ideas claras. Pulir eso que tienes en la cabeza". Pero tampoco disfrutas de lo que pasas a hacer. Lo más increíble de todo es que me he llegado a leer libros enteros que, cuando tuve que abrirlos por obligación, apenas pasé de los agradecimientos. Conclusión, hay una resistencia (un miedo en este caso) mayor.
El miedo a lo desconocido tiene un planteamiento distinto y opone resistencia en el momento de abordar la tarea de comenzarla. UNa vez arrancada tienes que negociar el resto con el miedo anteriormente explicado.

Permanentemente procuro estar alerta a estos signos, sobre todo desde que conozco que tiene un nombre, y me pongo pequeños escalones y traviesas que me ayuden a salvar el hueco. Entre ellos está anotarme los pensamientos sueltos sobre un tema que me vienen a la cabeza, porque eso facilita el tener un sitio por dónde empezar. Otro truco es empezar. Encender y escribir. Hacer por sentir curiosidad. Ambos funcionan. Sigue habiendo resistencia, qué duda cabe, pero al menos sé identificarla.

8 comentarios:

Artanis dijo...

Yo leí el palabrejo a José Antonio Marina, por primera vez. Es un feo vicio, supongo. Aunque creamos usarlo en defensa propia. Nos evita conocer nuestras limitaciones en campo abierto, en acción. Así, se quedan en potencia, no le veremos la cara hasta... mañana... y el mañana de mañana...

No creo que alguien con talento -volvemos a lo de ayer- sea (en lo que a ese talento toca) procastrinador.

D. NRQ, vd. que rezuma talentos, no se frene. Pelee contra su instinto conservador. No procastrine. Ni se toque, hombre. Que son pecados, ambas cosas...

Nrq dijo...

Telita si existiera alguien procrastinador para tocarse

Tasmania dijo...

Pero ya están ustedes dos...
Digo yo que la procastinación poco tiene que ver con los pecados. Pereza y deseo no son palabras que encajen bien ¿no creen?

Procastrinación tampoco. Yo la escuché por vez primera de N. Creí que me insultaba... ¿no suena fatal?

En otro orden de cosas, Artanis, la procastrinación y el talento pueden, incluso, convivir un rato. Pero sólo un rato, en eso estoy con usted -aunque no sea lo habitual, las cosas como son-

Tasmania dijo...

Dios N... somos humanos... increíble

Neo... dijo...

No procrastinices para mañana lo que puedas procrastinizar hoy.





Pero no te olvides de : ¡ Señor Rodríguez, márchese!

Nrq dijo...

Claro que soy humano, ahora, estoy haciendo lo imposible por mejorar.

Louella Parsons dijo...

Pues miren, más que a los que tienen talento, yo envidio a los que no proscrastinan (¿se dice así?).

¡Quiero ser como los que siempre empiezan por lo que más pereza les da o por lo más difícil!

Si tengo una tarea pendiente entre manos y no consigo avanzar (miedo, pereza, inseguridad....), antes que a la distracción, yo recurro a la justificación, me parece más llevadera, aunque en ningún caso consigues quitarte de la cabeza el run run de la tarea pendiente.

Al final, te pones a ello, cuando ya no te queda más remedio, pero en el camino has perdido un tiempo que ya no es posible recuperar.

Jujope dijo...

Pero también la intuición, el interés (no pecuniario), la relativa urgencia de la catarsis... deben jugar su papel. A veces se impone "dejar de hacer", como mal menor.

Ayer vi "Los siete días del Talión" y el dilema moral que plantea es perfectamente trasplantable a otras muchas cosas que nos toca vivir.