"Puedo corregir quince problemas técnicos de comunicación con un gramo de energía" (Ailes, Kraushar)
Desde luego es fundamental para tener éxito. No se trata de lanzarte como un vendedor de coches usados, saltado sobre la gente, moviéndote espasmódicamente...eso asusta y ahuyenta a la gente, pero con un adecuado tipo de energía puedes absorber lo que los demás te transmiten.
Si proyectas entusiasmo -qué palabra hermosa, oigan- la mayoría de los problemas discursivos se aclararán automáticamente. La buena energía en un comunicador se percibe como "fuerza vital", vivacidad, vigor, positividad... JFK, Dole, Churchill y muchos más, of course.
Una de las reglas principales en la teoría del discurso para el control ambiental es concentrar la energía. Mucha gente tiene dificultades para hablar en público... Cuando controlas y concentras tu energía da igual 5 que 50, 100 que 1.000, en realidad no hay nadie, estás tú solo, ante tí mismo, centrado en tu mensaje, desarrollando tu discurso, nadie te escucha, tu voz entra por tu oído y estás solo ante tu propia inmensidad. Pero lees en tu audiencia, en sus ojos y gestos y digieres e incorporas su retroalimentación con facilidad pasmosa. Créanme, es exactamente así.
La inhibición o el exceso son muletillas frecuentes. Ambas muy perjudiciales. Lo cierto es que reconocemos intuitivamente la verdadera energía cuando la vemos y la oímos en un comunicador. Tal vez sea tu padre, un amigo, un profesor, un colega...cuando las personas con energía hablan o incluso escuchan, no muestran desatención, falta de concentración o de interés... los buenos comunicadores se implican con su audiencia y con su mensaje.
Puedes estar en desacuerdo con lo que dicen pero no puedes cuestionar su convicción.
"Guarda esta regla en tu mente: si no tienes energía no tienes audiencia"
miércoles, 21 de julio de 2010
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4 comentarios:
La concentración de la energía es fundamental en la comunicación pero por mucha energía que se concentre hay que estar convencido del mensaje a trasladar,para convencer al auditorio.
Sin duda Mesala, y no digo lo contrario (por Algor que no). Energía es convicción, es pasión, es vehemencia...
Un placer sus visitas...
Sí, querida Tasmania, sin energía, no hay comunicación pero siempre y cuando esa energía se transforme en empatía con el oyente.
El comunicador debe saber perfectamente quién le está escuchando y conectar emocionalmente con él, es decir, en el mensaje deben tener cabida los sentimientos para que éste llegue.
Un buen orador, carismático y seguro de si mismo, si no es capaz de añadir el elemento emocional al discurso, no logrará su objetivo. De hecho, los expertos en comunicación aconsejan que se debe narrar alguna historia, algo que hayan aprendido, algo personal que acompañe al mensaje.
Un mundo es esto de la comunicación, un mundo difícil pero apasionante.
Será porque veo el asunto desde dentro o porque soy un pesimista irredento, pero a la energía del comunicador interpongo siempre el filtro indefectible del escepticismo, habida cuenta de que toda comunicación contiene cierta dosis de engaño o persuasión.
Por ejemplo, Ramiro, el de American Shopping, que aparece como el Guadiana, cada vez que desaparece Herrera en la Onda (otro escéptico, pero más cachondo y con mucho más dinero que servidor), tiene una energía, que ni un tornado. Pero conmigo no tiene nada que hacer. No me puede vender ni algo regalado. O Progrejuli, o la que me llamó ayer por teléfono para venderme un cambio de operadora...
Hay marcas muy energéticas, que basan su estrategia en una buena comunicación y nada más. Pongo tres casos que hacen las delicias de los pijos socialdemócratas: SONY, McDONALD e IKEA. Y cuyos productos son el timo de la estampita... aunque sean altamente comunicativas en sus estrategias de marketing.
Por lo general, desconfío de todo aquel o aquello que denote cierta sobredosis energética, en materia de comunicación mediática. Y, si hablamos de comunicación interindividual, la energía ha de estar distribuida, al revés que en el caso de la comunicación de masas: en los momentos más efectivos y verdaderos.
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