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jueves, 1 de julio de 2010

El libro rojo de Mao

Entre las corrientes de izquierdas del siglo XX, se propusieron algunos experimentos inspirados en la Revolución cultural maoísta. En realidad, la revolución cultural propugnada por Mao Tse Tung, en los años sesenta, fue una verdadera locura, un delirio colectivo que provocó un desastre incalculable. Lo que pasa es que los intelectuales euorpeos no tenían mucha información al respecto, por lo que se limitaron a imaginarse la cosa a su manera, como si se tratase de una idea excelente.

En cierta forma, la Revolución cultural fue una especie de golpe de Estado que Mao dio contra el Partido Comunista en el poder. Básicamente consistió en dar carta blanca a los adolescentes y jóvenes para combatir la autoridad de sus profesores, de sus jefes de partido, de sus autoridades municipales, incluso de sus médicos, de sus padres, de los intelectuales más famosos...en fin, de todo aquello que representara algún poder.

Lo que desencadenó fue una purga generalizada del Partido, donde no se dejó títere con cabeza. Todo el mundo se convirtió en sospechoso y fue acusado de posible traición a la clase obrera. Se habilitaron gigantescos campos de concentración para la reeducación cultural de estos supuestos traidores y tanto y tanto se les reeducaba que acababan muriendo como chinches. Era otra manera de hacer lo que ya había hecho Stalin para arrancar al Partido el poder absoluto.

La revolución cultural, capitaneada por jovencitos armados con "el libro rojo de Mao" (que se convirtió en un dogma más estricto que la Biblia para la Inquisición) fue un movimiento moralista, archipuritano, voluntarista y militante, en el que lo único que estaba bien visto era vivir por y para lo que decía el libro sagrado.

Lo que encuentro interesante de este asunto es que, a mi juicio, se trató de un experimento colosal (en el que murieron millones de personas) que pretendía sustituir el Derecho por una especie de moralina revolucionaria que tomaba como referencia únicamente lo escrito en un librito rojo de cien páginas, que era leído con verdadero fervor religioso.

Se pretendía, así, sustituir completamente al ciudadano por el militante maoísta, y de ello se esperaba una regeneración moral definitiva para la humanidad. Por supuesto, para impartir justicia bastaba con estar inspirado en la lectura del dichoso librito. Como no había Derecho no había garantías jurídicas, de modo que bastaba un cotilleo, una calumnia, un rumor, una habladuría, para que te llevasen, caminito de Belén, a un campo de concentración.

El entusiasmo que la Revolución cultural maoísta desató entre prestigosos intelectuales izquierdistas europeos que, obviamente no se enteraban de nada y buscaban ávidos modas a las que sumarse, resulta escalofriante... Pero dejemos a Sartre y a Foucault para una próxima ocasión.

2 comentarios:

Nrq dijo...

Creo que ya hablamos de esto aquí con anterioridad, pero Savonarola mandaba a niños a escuchar conversaciones y desvelar traidores a Dios y a Florencia o, lo que podía entender Savonarola, a él (y mira que me ha intrigado siempre ese feo dominico).
Al igual que los Jemeres Rojos, la noche de los cristales rotos, las purgas de Stalin o tantas otras barbaridades por las cuales los antes agitadores buscan eliminar a los potenciales agitadores... paradójicamente hoy en día nos encontramos con una sociedad con menores tiempos en el acceso a la información pero con menos posibilidades de alinearse con una nueva causa en pos de un cambio. Las manifestaciones de actitud son más pose que otra cosa y el fondo... bueno, ahora que lo pienso, los agitadores sólo han necesitado poco más más que una pose y con ella lograr la fidelidad de un pueblo.

Mesala Gongo dijo...

Perdóneme pero da Ud. unas ideas,que mejor divertirnos un poco,por lo serio del asunto.

Quizás la tal Bibiana quiera imitar a Mao,pero como la pobre es tan corta,cree que la guía del clíturis puede llegar a se el libro Rojo.

Perdón por la simpleza.