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sábado, 10 de julio de 2010

Groucho

Si han leído la autoBiografía de Groucho habrán reparado, sin duda, en una de las anécdotas mas graciosas que se relatan en el libro. Antes de pasar a la anécdota fíjense que he dicho simplemente "autoBiografía" y no "genial autoBiografía" o "imprescindible autoBiografía". Y lo he hecho porque dos palabras más tarde aparecía el nombre artístico de Julius y con eso sobra. Además porque siempre me ha parecido un absurdo acudir a ciertos calificativos en plan frases hechas, que lo que buscan es satisfacer cierta inseguridad o vanidad del que los usa para que, o bien le apoyen en su tesis, o bien el interlocutor se admire de su criterio (respectivamente). Por supuesto lo de imprescindible... creo que fue Javier Marías quién dijo, hablando de cine, que no había escuchado bobada mayor que términos como "imprescindible" y... no recuerdo el otro, asociados a una novela o una película.


Total, Groucho y Harpo se compran un coche para ir a los espectáculos contratados o para salir con chicas por la noche y cuando un día se les estropea se lo dejan a Zeppo para que lo arregle, porque siempre tuvo muy buena mano para la mecánica (igual que Harpo para la música, Gummo para los negocios o Chico para las cartas). Zeppo lo arregla y se lo devuelve a los hermanos. Al cabo de unos pocos días se vuelve a estropear. Fastidio y de vuelta a las manos de Zeppo. Al ser un coche de segunda mano, pues lo consideran normal dado que ya lleva cierta tralla encima. Pasan algunos días y todo genial hasta que se vuelve a estropear. Zeppo, dos días de reparación y de vuelta. Lo que Groucho cuenta es que, al cabo del tiempo, descubrieron que quién lo estropeaba era Zeppo. Le quitaría un cable o haría una falsa conexión en algún sitio para que no arrancara y, a sabiendas de que acabaría en sus manos, le ponía de nuevo el cable y aprovechaba a irse con una chica a cenar y... bueno, dejémoslo ahí que Zeppo merece su intimidad. Al final, como pueden imaginar, Groucho y Harpo le vendieron el coche a Zeppo porque era el único que lo podía entender.


Esta autoBiografía, está plagada de historias que si uno las lee de primera mano no para de reír, pero lo que en realidad guardan detrás, y Groucho era bien inteligente como para hacerlo ver sin que se notara mucho, revelan tres cosas; la primera un espíritu de supervivencia con lo justo sin perder el criterio ni (uno de mis favoritos) explotar el victimismo. Es más, se ríen de los mártires. En segundo lugar ambición; ambición por llegar lejos y por aspirar a todo lo que no se tiene, sobre todo porque se saben propietarios de algo que los demás no tienen y es un ingenio sublime que les llevaría a jugar en las grandes ligas. Es muy gracioso cómo empiezan en esas grandes ligas, teatros importantes, emisoras de radio o su llegada a Los Ángeles, empiezan a conocer gente y, hay dos tipos de reacciones bien distintas; la del engolado, que normalmente es el primero en caer, y la de aquellos que  reciben de forma abierta y franca porque saben que vienen a una industria nueva en la que el ensayo y error está a la orden del día y tan pronto estás dentro como fuera. El tercer puesto lo ocupa el orgullo de una familia. Un grupo completamente matriarcal al que estar juntos les hizo llegar a dónde llegaron.


Para mí los Marx no sólo son geniales, sino que son un ejemplo de cómo uno puede luchar desde la inteligencia sin necesidad de acudir a imposturas pseudoHeróicas o que busquen inspirar piedad.


Por supuesto, siempre que hablo de los Marx me gusta nombrar a Thalberg. Un genio del cine que nunca quiso darse a conocer.

3 comentarios:

Louella Parsons dijo...

Así es, don NRQ, se debe luchar desde la inteligencia para llegar lejos pero añadiría que se debe de utilizar de forma adecuada. Porque no sólo se trata de llegar lejos sino de llegar bien.
Y digo esto porque me estaba acordando de la biografía que leí de Saint-Exupéry.
Escritor, piloto, dibujante,…..fue uno de mis autores favoritos durante muchos años. No sólo por la genialidad de ”El Principito”, sino por obras como la intimista ”La Ciudadela” (ya no se me ocurre añadir “imprescindible” “recomendable”…).

Siempre me lo imaginaba, cuando recordaba su ”Vuelo nocturno”, volando de Brasil a Santiago de Chile, llevando el correo y contemplando esos atardeceres inabarcables de la Patagonia o cruzando tormentas de nieve sobre los Andes, mientras descubría la riqueza de la soledad, el lenguaje de las estrellas, la felicidad de la aventura o el sacrificio y la exigencia.

Y estos pensamientos los supo luego plasmar en sus obras de una forma tan personal que uno termina adorando a ese hombre.

Y volviendo al principio, decía que no sólo se trata de llegar lejos sino de llegar bien porque un día cayó en mis manos el libro ”Memorias de la rosa” de Consuelo de Saint-Exupéry. Eran las memorias de la mujer del escritor. Un relato desgarrador del sufrimiento de una mujer que vivió al lado de un hombre egoísta, voluble, impulsivo, tirano y caprichoso.

Siempre se termina perdonando y justificando a aquellas personas cuyas vidas han resultado ser tormentos para los que les rodeaban porque eran “genios” y eran, por tanto, “así”.

Pero a mi se me cayó un mito al descubrir al verdadero Antoine. Un personaje entrañable que conocí a través de sus libros, se volvió un perfecto desconocido y no conseguí nunca entender cómo alguien que había escrito ”Vuelo nocturno” podía ser alguien tan cruel.

Tasmania dijo...

Cierto Louella, a mí también me rompe los esquemas. Seres absolutamente geniales, que deslumbran, a los que adoramos, por los que daríamos nuestros sueños son, en verdad, tiranos.

Antoine, sí, y otros muchos... Picasso, Mallo, Cela... miles, cientos de miles...

La inteligencia es, en ocasiones, retorcida y aquel que siendo muy inteligente no tiene corazón se convierte en un ser abominable.

Artanis dijo...

Y Buñuel... Y Salinger.. Y Kingsley Amis... Y Bing Crosby (con un record en número de hijos suicidados)... Y Nicholas Ray, aunque su historia sea más tortuosa...

Algunos, como Groucho, consiguieron salir de las simas de la miseria sin dejar cadáveres a su paso.

Thalberg (buen anzuelo, D. NRQ) no hubiera escrito su autobiografía. Ni siquiera le gustaba ver su nombre en los créditos. Por eso, otro individuo de vida tortuosa, Scott Fitzgerald, la escribió -apócrifa- por él. "El Último Magnate"... novela sobre un triunfador que murió joven, paradójicamente inacabada por la muerte de Fitzgerald. Paradójicamente, su adaptación fue el último film de Elia Kazan, otro que dejó cadáveres a su paso... aunque en el maccarthysmo y antimaccarthysmo haya mucho cartón piedra... pero como dice el narrador de "Irma, La Dulce", "esa es otra historia".